Jue 08.12.2011
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MUSICA › LOS KJARKAS EN EL GRAN REX

Sonido boliviano

› Por Cristian Vitale

Capinota, provincia de Cochabamba, los vio nacer como un raro experimento de zambas a la boliviana. Era 1965 y los proto Kjarkas –tres hermanos de apellido Hermosa más Edgardo Villarroel– vieron la veta comercial y divertida en un género distinto del de sus raíces. Duró poco. A principios de los ’70, el grupo trocó integrantes, definió el nombre (“fortaleza”), dejó a Chalchaleros y Fronterizos para escuchar en casa y cimentó su sino en huaynos, bailecitos y cuecas. De ahí que, encerrando en un paréntesis ese primer lustro “experimental”, festejen 40 años y traigan a la Argentina (hoy en el Gran Rex) sus velas ancestrales encendidas. “Es cierto lo de las zambas, las tocábamos porque estaban de moda, pero nos dimos cuenta de que teníamos una historia musical muy grande en Bolivia y nos adentramos en ella: le dimos un vuelco al estilo tradicionalista y le agregamos un valor actual a la poesía. Le devolvimos la autoestima al hombre boliviano”, se presenta Gonzalo Hermosa, protagonista del giro histórico, único fundador presente y compositor –junto a su hermano Ulises, muerto en 1992– de buena parte de las piezas altiplánicas que ubican al grupo como uno de los máximos referentes del género.

Secundado y sostenido por Elmer Hermosa, Gastón Guardia, Gonzalo Hermosa Jr., Lin Angulo y el japonés Makoto Shishido, el legendario guitarrista promete un viaje al pasado montado en “hits” (“Bolivia”, casi un himno suplente de su país, “Kamanchaka”, “Imillitay” o “Chuquiago marka”), set de danzas autóctonas y ciertas piezas de un disco por venir cuya temática global ancla en sueños de integración. “Nosotros no somos ni fuimos un grupo político. Sí admiramos mucho los sueños que tenía el Che y le tenemos un gran respeto a Evo por ser indígena y un gran líder de nuestra época, pero nuestras canciones, nuevas y viejas, hablan de integrar a Bolivia entera mientras los partidos dividen”, perfila Hermosa. Desprejuiciados y taquilleros, también traen la veta romántica que les duplicó el fervor popular a través de canciones como “Ella es”, “Por un sueño de amor”, “Pequeño amor” o la polémica “Llorando se fue”, la saya caporal de Ulises que Kaoma, un ignoto grupo francés de los ’80, reconvirtió en “Lambada” y provocó un juicio histórico por plagio que terminó reconociendo la autoría de los bolivianos. “Fueron dos años de lucha continua y mucho estrés... la mayor parte de lo que cobramos fue destinada a salvar la vida de Ulises, lamentablemente no alcanzó”, dice Hermosa, como reminiscencia de la muerte del poeta creador de “El árbol de mi destino”, otro tema infaltable para esta fiesta de alturas, quenas y zampoñas trasplantada al rugir urbano de Corrientes al 800.

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