MUSICA › ENTREVISTA A ERNESTO JODOS, QUE ESTá PRESENTANDO FRAGMENTOS DEL MUNDO, SU NUEVO DISCO
En el festival marplatense el pianista experimenta, al igual que en su producción discográfica más reciente, las posibilidades de lo que ha llamado un doble trío. “Pueden aparecer cosas muy impensadas y desde lugares imprevisibles”, destaca.
› Por Diego Fischerman
La actuación en el Festival de Mar del Plata se pliega a las que estuvo haciendo en Brasil, Buenos Aires y varias ciudades del interior –entre ellas Resistencia– para presentar su nuevo disco, Fragmentos del mundo, publicado por el sello BlueArt. Director de la carrera de jazz del Conservatorio Manuel de Falla desde su fundación, partenaire de Gerardo Gandini o de Charles Tolliver, experimentador de las conformaciones instrumentales más diversas, desde big bands hasta grupos con vibráfono o donde él toca el órgano eléctrico, tríos con cello, dúos con guitarra, como el que integra junto al rosarino Carlos Casazza, o grupos inclasificables, como en el que a ellos se agrega el violinista Ramiro Gallo, Ernesto Jodos es no sólo uno de los principales músicos actuales, sino uno de los más influyentes. En el campo del jazz, casi todos los pianistas situados en una primera línea fueron sus discípulos.
El mantiene un perfil de búsqueda permanente y en su producción discográfica más reciente explora las posibilidades de lo que ha llamado un doble trío. En rigor, los dos tríos con los que tocaba de manera alternada (con Jerónimo Carmona y Luciano Ruggieri y con Mauricio Dawid y Sergio Verdinelli), esta vez juntos. En tanto el pianista es siempre el mismo, se trata finalmente de un quinteto con dos contrabajos y dos baterías. Ni una ni otra duplicación son totalmente nuevas. Ya Ellington trabajaba ocasionalmente con dos baterías, aunque se trataba de buscar una solución para cuestiones acústicas. Pero los grupos dobles, desde la superposición de los cuartetos de Eric Dolphy y Ornette Coleman en Free Jazz, el experimento de Ascension de John Coltrane o los dos contrabajistas del último grupo de Ornette tienen una modesta tradición. Sin olvidar, desde ya, un grupo que no pertenece al jazz pero cuya influencia fue mayúscula: King Crimson en su versión como doble trío. “No intento alterar lo que es la concentración del trío”, explica. “Busqué una ampliación, pero no en el sentido de agregarle posibilidades ajenas a la propia célula de lo que es un trío sino potenciando esas características. El comienzo fue más bien utilitario; tenía dos tríos más o menos estables como para no cambiar tanto de músicos cuando las fechas de unos u otros no coincidían con las actuaciones. Después apareció la idea de juntarlos. De todas maneras no sonamos todo el tiempo en quinteto; también hay momentos con cada uno de los tríos por separado.”
Jodos comenta que “cada uno de los grupos tiene características bien diferenciadas. Y hay temas que encontraron su lugar más con uno que con el otro. Lo que se toca en quinteto está pensado, o se fue pensando a medida, para todos juntos. Había allí un desafío contrapuntístico y rítmico, que me interesaba poder resolver. Cuando empezamos a ensayar me parecía muy abrumador, y después empezó a ser divertido, la cantidad de información que iba recibiendo mientras tocaba. El otro aspecto tentador era que la propia situación obligaba a no ceñirse a roles fijos. Si el contrabajo y la batería navegan entre las necesidades de marcación y cierta independencia, entre el acompañamiento y la posibilidad de ser protagonistas, en este caso no pueden mantenerse en las sombras demasiado tiempo. Por lo menos uno de los dos tiene que jugar para no pegarse al otro. Los papeles se cambian y, cuanto más tocamos en vivo, esos cambios se hacen más flexibles, que es el ideal, para mí, de una sección rítmica en el jazz. Que eso pueda realizarse de manera improvisada y que exista la suficiente confianza de cada uno en los otros y en el grupo, como para entregarse sin reservas. Hay una parte un poco atemorizante pero, una vez que nos familiarizamos, es como ser chico y estar con un juguete nuevo que no se sabe muy bien cómo se comporta pero siempre es divertido. Pueden aparecer cosas muy impensadas y desde lugares imprevisibles”.
Tal vez por su naturaleza efímera –el solo desaparece en el mismo momento en que es tocado– el jazz se ancla en dos planos simultáneamente: el de las actuaciones en vivo y el de las grabaciones. Pero, en la Argentina, ni uno ni otro son demasiado fáciles. “Mucho del camino musical recorrido, y del tránsito entre un proyecto y otro, no está en los discos sino que sucede semana a semana. Los discos no muestran un proceso sino el comienzo o el final de un proyecto. Son imágenes muy chicas pero, al mismo tiempo, son las que acaban fijando lo que uno es para los demás. Si pienso en mi discografía, el trío es lo que menos aparece. Y en cambio, en el día a día, es sin duda el núcleo más importante de mi actividad. Dentro de todos esos cambios, cuando la cosa funciona más de una vez entonces uno la mantiene. Le da una chance a ver qué pasa. Y eso suele acabar en un disco. No es demasiado apriorístico. Nosotros tocamos mucho, con muchos, todo el tiempo. Y van apareciendo cosas con las que nos dan ganas de seguir buscando.”
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