Sáb 03.03.2012
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MUSICA › MAÑANA, CON PáGINA/12, UN DVD DE STING CON SU SHOW “ACUSTICO” DE 1991

Desenchufados y en estado de gracia

Sting en contrabajo, Dominic Miller en guitarra y Vinnie Colaiuta en batería son la célula básica de una actuación ejemplar, exacta e intensa, donde cada una de las canciones se muestra en su esencia.

› Por Diego Fischerman

El dúo Pedro y Pablo cantaba, hace ya tanto, “dónde va la gente cuando llueve”. La pregunta podría reformularse: ¿dónde va –o, mejor, qué hace– un artista de rock cuando crece? Hay, en principio, dos respuestas posibles. La primera es tratar –y en general no lograr– que no se note. Y los ejemplos sobran. La segunda es más difícil y consiste, exactamente, en lo contrario: hacer todo lo posible para que ese crecimiento entre en la música, amplíe sus horizontes y alcances y la haga crecer también a ella. Es claro, no hay tantos ejemplos. Y, tal vez, el mejor posible, aquel donde con mayor claridad aparece el afán de tensar los límites del género siempre hasta el máximo, sea Sting, ese atípico héroe de la nueva ola que reaccionó frente a la pretendida progresía de un supuesto sinfonismo con más teclados que ideas y que logró, quizás a su pesar –aunque no lo parece–, ser el más progresivo de todos.

Si algo siempre caracterizó la música de Sting fue su diversidad de planos. Nunca nada de lo que hizo se redujo a su apariencia. The Police parecía un grupo bailable, parecía un grupo que releía el reggae jamaiquino, parecía un grupo de clics modernos. Pero, por supuesto, era mucho más que eso. La subdivisión rítmica de sus melodías, la asimetría de sus frases, los acompañamientos jamás previsibles, la coexistencia en una misma canción de diversos patrones rítmicos y, sobre todo, el swing y la naturalidad con la que fluye tamaña complejidad, lo convertían, ya en sus comienzos, en una rareza. El camino posterior, con su inclusión de músicos de jazz en las filas de sus grupos, con canciones de Dowland acompañadas por un laúd filologista pero cantadas como en el living de su casa, con letras que podían adentrarse, entre otras cosas, en las historias del Rey David, no hizo más que reafirmar esa riqueza de matices y tendencias. Y en ese sentido, el notable DVD que Página/12 ofrecerá con su edición de mañana no podría ser más representativo.

Situado exactamente en un punto de inflexión, cuando Sting acababa de editar su tercer disco solista, The Soul Cages, y lo estaba presentando en vivo, se trata del registro de la actuación de marzo de 1991 en Nueva York, que realizó para la serie Unplugged de la MTV. Fue la emisión número 22 de estos shows en los que artistas consagrados (y más o menos eléctricos) se presentaban en formatos más o menos acústicos. Y esta edición en DVD agrega, a lo que en su momento se vio por televisión, una canción adicional y una entrevista al músico. Sting toca contrabajo y junto a él están Dominic Miller en guitarra y Vinnie Colaiuta en batería, conformando la base y, ocasionalmente, David Sancious en teclados y Vinxs en percusión y coros. La idea de los Unplugged, en tanto enfrentaba a músicos con una instrumentación no habitual, provocaba un estímulo tanto para ellos como para sus oyentes. Había que volver a pensar esas canciones desde otro lado. En este caso, el formato es, desde ya, más ajeno en las piezas de la era The Police que en las de la época en que la actuación tuvo lugar. Sin embargo, en ambos casos la restricción parece hecha a medida para poner de relieve todo lo que hay por dentro de cada canción y, lejos del último lugar en importancia, los infinitos desplazamientos rítmicos y las suntuosas inflexiones de Sting como cantante. La desnudez no inventa algo nuevo: revela algo que estuvo allí desde siempre. Y, obviamente, permite esa clase de saludable extrañeza que lleva a escuchar una canción como “Every Breath you Take” –tan perfecta en su forma como bastardeada por su abuso– como si fuera la primera vez.

“Mi trabajo es evitar las categorías y combatirlas”, dice Sting en un momento de la entrevista incluida. “Creo que la música popular debería ser un gran mestizaje, en cuanto a que puede abrevar de cualquier fuente: de la música clásica, del jazz, de la literatura, de la historia, de todo de lo que está hecho el ser humano. Los críticos aseguran que eso no es posible. Y, lo lamento, se equivocan.” La frase, que Gloria Guerrero cita en las notas escritas para el folleto que acompaña la edición, es absolutamente precisa en cuanto a la pluralidad de influencias y materiales con los que estas canciones trabajan. El repertorio del show incluyó “All this Time”, “Mad About you”, la mencionada “Every Breath you Take”, “Why Should I Cry for you?”, “Message in a Bottle”, “Walking on the Moon” y “The Wild Wild Sea”.

Y las interpretaciones son, en todos los casos, magistrales. El trío conformado por Sting, Miller (nacido en la Argentina y participante fundamental en proyectos de Peter Gabriel y John McLaughlin, entre muchos otros) y Colaiuta (que empezó con Frank Zappa y tocó con una lista que va de Chick Corea a Leonard Cohen y Barbra Streisand) es una especie de célula básica inconmovible, sin faltas y sin excesos. Si hay un lugar donde la fuerza y la sutileza se unen y parecen una la consecuencia lógica e inevitable de la otra, es allí. Sancious (parte de la banda de Bruce Springsteen, de Eric Clapton, Stanley Clarke y Jack Bruce) busca también la sencillez por sobre el exhibicionismo y se luce en “Walking on the Moon”. Y Vinxs, que fue músico de Taj Mahal, acompaña casi sin dejarse ver y logra, además, coros exactos. Acústico es una producción esencial y lo es en las dos acepciones posibles de este término. Porque es una de las mejores actuaciones de Sting que se haya registrado y resulta, entonces, necesaria e inevitable. Pero, sobre todo, porque en estas versiones, tan despojadas, se pone de manifiesto algo que tiene que ver con la esencia de cada canción.

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