Lun 23.04.2012
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MUSICA › RAúL CARNOTA ESTá PRESENTANDO RUNA, SU úLTIMO áLBUM

De un porteño con mucho campo encima

El músico muestra en vivo, con el aporte de invitados, un CD grabado en vivo, “un salpicado de todos mis discos”, que incluye un puñado de bellas canciones con aromas camperos.

› Por Cristian Vitale

“Un lunes es chino, gracias por venir.” El lunes –porteño– es de otoño templado, el Club Atlético Fernández Fierro luce oscuro y de los parlantes sale un sonido de otro tiempo: “La serpiente viaja por la sal” por Pescado Rabioso ¡Desatormentándonos!... una deliciosa reliquia psicodélico-criolla que ambienta bien y que en cierto punto conecta con lo que vendrá. Con otra forma de salir de la tormenta interior, para ser más precisos. El remanso introspectivo, en letra y guitarra, que propone Raúl Carnota en el tramo inicial de la presentación de Runa –su último disco a la fecha– también desatormenta. Empieza en “Artesano del silencio”, una milonga; sigue con “Eran las tres de la tarde”, una vidalita, y cierra en una huella: “Cadencia y trigo”. “Les llevo un poco la contra a las modas, y como estos temas no están de moda, arranco así. Desgraciadamente, la música de la provincia de Buenos Aires nunca estuvo de moda. Sí los correntinos, los salteños o los santiagueños, que son unos súper stars, pero los de Buenos Aires nunca”, señala el guitarrista, después de agradecer un CAFF casi lleno, en este lunes chino.

El derrotero de canciones con aromas camperos, que Carnota volverá a mostrar esta noche y el lunes próximo en el club de la Fierro (Sánchez de Bustamante 764), respeta la cronología interna de Runa. Veinte temas en total –con algún bis fuera de carpeta– con un plus de invitados. Aquella vez fueron Facundo Guevara y Daniel Maza –los tres dialogaron en el candombe “Mano única”–y el pianista Eduardo Spinassi, viejo compañero de ruta del trovador, para hacer una versión impecable de un anónimo popular que escapa a Runa: “La bolivianita”. “Está bueno tocar solo, pero uno medio se aburre. Es más divertido tocar con otro porque la estrella, según mi concepto, tiene que ser lo que se toca... no la o las personas que participan, sino lo que resulta de ese encuentro, o no, porque la música es un juego, un intercambio profundo”, dirá Carnota consumado el recital, envalentonado por un vaso de whisky y anunciando los invitados para esta noche: Pablo Fraguela, Juan Falú y Poppi Spatocco.

–Pero Runa, excepto pasajes puntuales del vivo, es un disco solipsista: su guitarra, su voz y una silla para que se siente.

–Bueno, se dio así. Se me ocurrió hacer una selección de temas totalmente empírica. Un salpicado de todos mis discos, para que la gente no pida, ¿no?, y toco solo. Por eso Runa (hombre), porque es lo que un hombre puede hacer solo arriba de un escenario. Y lo hice en vivo, porque la gente siempre quiere comprar el disco de lo que escuchó, y no otra cosa, ése fue el criterio (risas).

Si hay una condición que pinta a Carnota con su mejor color es una llamativa simbiosis entre ser y parecer. Es un hombre urbano, nacido en plena ciudad de Buenos Aires, que parece haber salido de las entrañas de la pampa húmeda. “Artesano del silencio”, la profunda milonga que abre el juego, parece hecha por un hombre de la campiña, de las afueras verdes y llanas. El guitarrista descifra el enigma. “Sí, soy de acá, pero entre los 5 y los 18 años viví en Mar del Plata y cuando venían los turistas en verano salía corriendo: me iba al campo, a Nahuel Ruca, un pueblo ubicado a 17 kilómetros de Mar Chiquita. Ahí pasaba los veranos, y Rosales, el personaje de la canción, era de ahí. Era el encargado de un campo en el que se criaban caballos para remonta. Había trescientos caballos, que el hombre entregaba amansados no a latigazos, sino a la manera que aprendieron los gauchos de los indios. Todo lo que aprendí de campo lo aprendí con él.”

–Se intuye que las vivencias con Rosales en el campo lo transformaron en un músico de folklore y no de rock, por ejemplo...

–No necesariamente. A mí siempre me gustó el campo, a tal punto que no iba a ser músico, sino veterinario, pero un accidente jodido en la cabeza definió que no hiciera eso. Cuando empecé a trabajar de músico tocaba cualquier cosa y de hecho aprendí a tocar la guitarra con Los Beatles y Los Chalchaleros, y soy un gran admirador de Frank Zappa, pero me gustaba la música argentina y me pareció más divertido hacerla porque había más espacio para inventar.

–La gran Zappa aplicada al folklore, si se quiere.

–¡Qué sé yo! Arranqué con Beatles y Chalchaleros, después descubrí la música brasileña, el jazz, y todas me penetraron.

La tríada inicial engaña. No lo pinta así. “Eran las tres de la tarde”, segunda estocada, es una vidalita que Carnota musicalizó sobre textos de Osvaldo Guglielmino, historiador-poeta que lo ayudó a armar un cancionero sobre próceres argentinos, sospechados de no serlo por la historia oficial. En este caso, Dorrego. “Un hombre al que mataron no por equivocación, sino porque era parte de una de las dos ideas matrices de nuestra historia: la que quiere ser una Nación y la que pretende ser un país colonial. Lo estamos viviendo hoy con YPF. Es una pulseada permanente, porque hay mucha gente que tiene vergüenza de ser argentina y lo demuestra: tiene vocación de subdesarrollo”, dice.

La pata “súper star” va por el lado de dos chacareras que Carnota entregó, transformadas, al acervo santiagueño. Una es “La Sixto violín”, nacida cuando Carnota le propuso a Jorge Marziali conocer a Sixto Palavecino y Marziali, por entonces periodista de Clarín, detonó emociones tras el encuentro con el entrañable peluquero defensor del quechua. Y escribió una sentida letra (“Dejá que pasen los tiempos /que se olviden de tu canto / que siempre andará en el aire / vivo tu violín”). La otra, un clásico: “La asimétrica”. “Se llenan millones de espacios en diarios y revistas sobre qué es folklore y qué no, y en general se toma a la música como algo estático, cuando se trata de todo lo contrario: es dinámica pura, es como el slang que los chicos usan para comunicarse: cambia cada diez años. ‘La asimétrica’ me sirvió para decir ‘en esa discusión no me meto, me lo tomo en joda’ y entonces hice una broma”, confiesa.

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