MUSICA › LENINE PRESENTO SU ESPECTACULO CHAO ANTE UN GRAN REX ENTUSIASTA E INCONDICIONAL
El brasileño trajo hasta Buenos Aires un concierto que requiere de un diseño sonoro especial del lugar donde se realiza. Mostró las canciones de Chao, el disco en el que prescinde de baterías y percusión, y repasó en ese mismo plan algunos de sus temas más conocidos.
› Por Karina Micheletto
Además de ostentar el título de “brasileño que triunfa en el exterior” (incluidos mercados codiciados más allá de las crisis), Lenine es quizá la muestra más acabada de aquello que puede envidiarse en la comparación, desde este lado del mapa, a los vecinos del gran país. Es esa capacidad para hacer canciones muy populares, melodías que suenan en los rankings de radios y en las cortinas de novelas, sin dejar de inscribirlas en búsquedas creativas que toman el riesgo como parte del asunto. Hay en la música de Lenine unas ansias exploratorias que ponen a este inquieto “descubridor” en constante movimiento. El miércoles, frente a un Gran Rex que se mostró entusiasta e incondicional, el cantautor pernambuquense subió su apuesta experimental con Chao, un proyecto en el que prescinde por completo de percusión y batería. O, más exactamente, que se lanza a explorar nuevas bases rítmicas. El concierto, planteado como una obra conceptual, tuvo además la marca de un diseño estereofónico que hizo que el Gran Rex sonara por todos lados.
Lenine trajo su disco nuevo para mostrar, Chao. Un disco que parte de un desafío muy concreto: hacer canciones en las que no suenan en absoluto baterías ni percusiones. A falta de esta base, van apareciendo otras: los pasos que se marcan en “Chao” y que se suman en la apertura del concierto a un tren que envuelve todo el teatro. O los latidos de corazón en “Se nao for amor, eu cegue”, que en el vivo es también una respiración profunda. O el pájaro loopeado que lleva tan bien el ritmo de “Amor é para quem ama”. Esos tres temas, que abren el último disco, sirven también para presentar el concierto de Lenine, sonando a su vez modificados por un trío que por momentos trabaja sin ninguna base rítmica, tampoco el bajo.
Hay también espacio para temas más viejos, que la concurrencia conoce y festeja. No son entregados como en los originales, sino convenientemente modificados según esta propuesta conceptual –que abre y cierra con el tren que envuelve al teatro y con la letra de “Isso é só o comeco” (“Eso es sólo el comienzo”), del último disco–. Y así suenan, en este trío envolvente y sin batería, “O atirador”, “Rua da passagem (Transito)”, o la declaración de pertenencia “Leao do norte”. Hay otros, como “A ponte”, que traen las percusiones desde los loops. Y otros como “A rede”, transformada según el criterio que guió al último disco: son unas sincronizadas poleas, que suenan desde arriba y desde los costados del teatro, las que increíblemente marcan el ritmo justo para esta canción.
Llevado al vivo, el concepto se amplifica en los nuevos temas: la tetera que marca el ritmo de “Uma cancao e só”, las cigarras que gana protagonismo en “Malvadeza”, la sierra eléctrica de “Envergo mas nao quebro”, un alto momento del concierto. El metrónomo y el tecleo de máquina de escribir en “De onde vem a cancao”, que ahora recuerda, loopeada, a un bombo de chacarera. O el cruce de loops y mandolina, llevada a un primer plano en “Tudo que me falta, nada que me sobra”. Junto a Lenine, se lucen en el disco y en el vivo su hijo Bruno Giorgi –productor del CD y encargado del diseño sonoro del teatro– en bajo, guitarras y mandolina y en efectos electrónicos y loops, y Jr. Tolstoi, también productor del disco, que completa el trío en guitarras y teclado. Lenine marca al público los coros “Acredita ou nao”, y funcionan a la perfección. El cuidado que mostró el músico en pronunciar las letras de modo que sean lo más comprensibles posible muestra también el valor dado a la poesía.
Lenine no dijo casi nada durante el concierto: su conexión con el público pasa exclusivamente por la música, y tal vez por esa larguirucha y graciosa manera de bailotear que no tiene nada que ver con una estrella de rock, o de MPB, o de funk, o de la canción, o de lo que sea que pueda ser su inclasificable música. “Un concierto es como una ecuación con muchas incógnitas. Y es muy difícil hacer un grupo con todos estos elementos de la tecnología”, dijo apenas al presentar a todos los que trabajaron para el show. La elección de ofrecer esa ecuación con muchas incógnitas, más que un cálculo cerrado de antemano, fue lo que el público agradeció hasta lograr un bis de yapa, de última hora.
Antes, en el bis programado, la hermosa “Paciencia”, que en el Acústico MTV suena con una orquesta de cuerdas, ganó el coro de todo un teatro definitivamente admirador de la obra de Lenine: La vida no para... La vida es tan rara...
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