MUSICA › IMPECABLE RECITAL DE JAIME ROOS EN EL TEATRO GRAN REX
El espectáculo, enlazado con la impronta del film 3 millones, le permitió al cantautor uruguayo ofrecer una apretada síntesis de su enorme catálogo rioplatense. Durante 140 minutos, Jaime recorrió todos sus discos y no dejó afuera ninguno de sus clásicos.
› Por Cristian Vitale
Dos horas de recital y Jaime Roos va por el sexto bis: “Nadie me dijo nada”, el viejo hit de batalla para bailar –al paso que salga para salir del paso– lo satisface poco. “Sepan disculpar, no estaba ensayado”, dice él hacia el final, ante un Gran Rex repleto. Sorprende. O no, si se conoce su planeta. Si se conocen, aunque sea de raspón, la seriedad y la pretensión de perfección con que timonea su obra, desde que le dio por ser músico, allá mediando los ’70. Aquel tema casi pop, que el hombre del bigote a la Pepper fue a buscar al seminal Siempre son las cuatro (1982) no suena al exterior como él lo piensa para sí. Suena lindo, disfrutable, festivo, “ensayado”. Suena casi como todos los que ocurrieron la noche (ésta) que Jaime volvió a la escena argentina luego del prolongado período de enclaustramiento al que lo obligó 3 millones, la película que cuenta la odisea con final feliz de la selección uruguaya en el Mundial de Sudáfrica. Y que dirigió con el mismo tacto de superación con que edifica sus músicas.
Fue un recital impecable. Lleno, sólido y redondo. Cubierto de una mística como para atesorar bajo el chapero “yo también estuve ahí”. Una apretada síntesis de su vasto periplo cancionero que, excepto el conceptual “La Margarita”, contempló temas de todos sus discos, desde Candombe del 31 (1977), hasta Fuera de ambiente (2006)... 40 años de músicas, nada menos, condensados en generosos 140 minutos, y enlazados con el film bajo el mismo nombre. “Casi un número de pasaporte patrio”, según Roos. La síntesis, también un eje-base en el planeta Roos, no implica jamás un más de lo mismo. No hubo estrenos entre los 28 temas total que interpretó, pero sí virajes de estilo. Tratamientos distintos. Arreglos sorpresivos. Giros, codas y matices que tornan cada recital suyo en un suceso irrepetible. Los casos tangibles sobran.
“Retirada” es uno. Extraída de su acervo inicial (Para espantar el sueño, 1978), suena triste, cadenciosa, a tiempo lento y bella, como una transcripción musical de la sentimental Montevideo. “Catalina”, es otro. Una oda a su madre, dadora de libertad, que concibió para Fuera de ambiente y transcribió al vivo como un candombe con speed, intenso y cargado. Y más. Muchas más. “Solo contigo”, del mismo disco, presentada como un “aire de chacarera” con las disculpas del caso (“si la escucha Peteco me mata”). “Y es así”, el milongón cuya introducción histórica lo ubica en tiempo y espacio. Cuenta Jaime que, cuando le propusieron grabar su primer disco, fue uno de los días más felices de su vida “pero me pedían diez temas y yo tenía nueve... entonces hice éste en un día”, se ríe y contagia a la platea. Una versión a guitarras peladas (la suya más las de Nicolás Ibarburu y Guzmán Mendaro) que recuerda a sus primeras páginas pero reescritas en libro nuevo. Un “hallazgo” que no cantaba en vivo desde el mismo año de su creación: 1977.
“De la canilla”, compuesta a dúo con el director de Falta y Resto, Raúl Castro, es otro giro: concebida originalmente como un tango para que grabara Adriana Varela, sufrió una mutación cuando Jaime la reescribió en clave de murga para Fuera de ambiente y esta vez, como otro signo de inquietud, la devolvió a su ropaje inicial. “Hay una ley que dice ‘todo tango se puede hacer en murga, y queda bien’”, dijo, promediando el recital. “Si me voy antes que vos”, el bellísimo y volado huayno que registró por dos en el disco homónimo (1996) no mutó pero ocurrió con su versión impensada: la que en el disco canta Mercedes Sosa –la versión femenina– esta vez va por la tremenda voz de Nicolás Grandal, uno de los cinco coristas de Los reyes del tablado. “Aquello”, del disco homónimo de 1981, es una de las gemas que Jaime no suele sacar del arcón, y esta vez ofrenda con intro de tambores puros al comando de Daniel “Tatita” Márquez y el histórico Walter “Nego” Haedo, dos motores tracción a sangre. Todas ellas, más una revisión de “Cometa de la farola” –Jaime no deja de lamentarse por el subcampeonato de Defensor– ,que profundiza en su clímax psicodélico –bellísima– y vira hacia el final en un “candombe a la San Telmo” ratifican lo dicho: Roos jamás se repite a sí mismo.
Ni siquiera en sus lados A, porque –obviedad–, no podría ocurrir un racconto de 40 años sin los clásicos que lo convirtieron en uno de los creadores más importantes –si no el más– de la música del Río de la Plata. Y por ese andarivel fueron “Cuando juega Uruguay”, conmovedora; “Las luces del estadio” tórrida y bella en su oscuridad; “Amándote”, ganchera; “El hombre de la calle”, de las mejores canciones que compuso en su largo historial; “Piropo”, fina y cálida; “Los futuros murguistas”, “Adiós juventud”, ¿qué decir de ella?; “La hermana de la coneja”, con letra cambiada y melodía sublime; “Colombina”, altísima instancia; “Durazno y Convención”, y un final –último bis– que resume al ser rioplatense: “Que el letrista no se olvide”... un paso al medio con destino de gol: inolvidable, como los del Pepe Sasia.
9-JAIME ROOS
Lugar: Gran Rex
Público: 3500
Músicos: Jaime Roos / guitarras, Nicolás Ibarburu / guitarras, Guzmán Mendaro / guitarras, Gustavo Montemurro / teclados, Andrés Ibarburu / bajos, Daniel “Tatita” Márquez / percusión, Walter “Nego” Haedo / percusión, Martín Ibarburu / batería, Maximiliano Pérez / coro de murga, Edén Iturrioz / coro de murga, Maximiliano Méndez / coro de murga, Pedro Takorian / coro de murga, Nico Grandal / coro de murga.
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