Sáb 14.07.2012
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MUSICA › OPINION

Preservar y honrar las raíces

› Por Pedro Aznar

A Leda la conocí a los 12 años, cuando vino a hacernos cantar bagualas y vidalas a la escuela secundaria. Y quince años más tarde tuve la alegría de ser uno de los músicos que ella convocó para hacer Grito en el cielo, un disco que unía a los músicos vallistos, músicos del rock y a músicos del folklore. Considero a Leda una de mis grandes maestras. Fue una mujer con una cultura y una sensibilidad musical extraordinaria, que supo enfocar esa ductilidad y versatilidad de artistas hacia la preservación de un caudal de un canto que estaría aun más en el olvido. Ella tomó como un trabajo propio el no permitir que olvidáramos una de nuestras fuentes musicales y orígenes culturales. Ella desinteresadamente se volcó a ese trabajo de preservar y honrar a nuestras raíces. Grito en el cielo se trató de la unión de estas tres vertientes: los cantores que son los guardianes de los Valles Calchaquíes, los músicos del folklore y los del rock. De ese encuentro salimos todos muy fortalecidos. Ahí canté junto con Gustavo Cerati por primera vez. Ese disco propició uniones y fertilizaciones. Todos salimos con más de lo que llevábamos. El legado que Leda deja es el de haber puesto los ojos en una parte de la cultura argentina que estaba un poco olvidada. El legado se queda en todos nosotros, los músicos que tuvimos el honor de conocerla y aprender de ella. Leda nos enseñó mucho. Su obra va a seguir presente.

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