MUSICA › MERCEDES SOSA, ANTES DE LA PRESENTACION DE “CORAZON LIBRE” EN EL GRAN REX
Felizmente recuperada de las dolencias que la tuvieron a maltraer el año pasado, la cantante dice que “este es el mejor momento del folklore en composición” y que la música sigue llevando la delantera: “Yo no elijo las canciones, son las canciones las que me eligen a mí”, señala.
› Por Karina Micheletto
“El otro día me prestaron un auto y manejé como a 180 kilómetros. ¡Ah, sí, a mí me encanta manejar, amo la velocidad!”, dice Mercedes Sosa, y sonríe. Recuerda y sonríe, como quien repasa sensaciones en cámara rápida. “Pero yo ya no puedo correr como antes. Tenía un Audi pero lo vendimos, porque es un auto muy duro. Mejor dicho, para gente joven, no para los que sufren dolor de cintura, como yo.” Mercedes Sosa habla con la pasión del amateur, en el sentido estricto del término. Esta mujer que puede describir tan bien el vértigo de acelerar a quien no lo conoce, no encaja del todo con la imagen de abuela buena que acaba de proyectar unos minutos atrás, dando recetas para combatir el resfrío de la cronista. Pero, sobre todo, al escucharla es difícil imaginar que hasta hace sólo un año estuvo muy mal de salud. “Deprimida”, resume ella. Ahora, su presente es otro: no tiene ganas de hablar de enfermedades, ni de doctores. Más bien prefiere mostrar lo entusiasmada que está con la presentación oficial de su último disco, Corazón libre, este martes y miércoles en el Gran Rex. “¡Mire que es difícil de llenar ese teatro, eh! ¡Los únicos que lo llenan son los de Chiquititas!”, exagera.
“Me gusta manejar porque Pocho, mi marido (se refiere a Pocho Mazzitelli, quien también fue su representante hasta que falleció), manejaba todo el día hasta que llegaba la tarde. El se turnaba con Kelo Palacios, y por último me hacía cargo yo. Primero empecé a manejar a 60. Después me fui a 80. Después lo llevé a 100... y un día me vieron pasar a 140, que en ese momento era lo máximo que daba”, sigue detallando la tucumana, metida en un recuerdo que excede lo estrictamente mecánico. Para Mercedes Sosa, hablar de aquellas épocas al volante es hablar de toda una etapa de su vida, signada por las largas giras con las que recorrió la Argentina y el mundo. Siempre al volante, aquí y en Europa, turnándose más tarde con su hijo Fabián.
Tras un retiro de casi dos años, Sosa volvió con un disco acústico, despojado, bien folklórico, bellísimo. Desde que lo editó, está viviendo una suerte de regreso. Los que la conocen dicen que está muy distinta. Si hasta parece más joven. “No se imagina las cosas que he hecho yo en este verano... ¡Con el calor que hacía!”, dice ella, y enumera, mientras su productora, Ana Cao, le va soplando: “Todo arrancó el año pasado, en el concierto aquel en el Salón Blanco de Casa de Gobierno. De ahí seguí, no paré: en el Encuentro de Músicas de Provincia, en el Faena Hotel, donde me fue a ver Charly, en Punta del Este, en Mar del Plata... Después vino Tucumán, Cosquín, el Festival de la Tonada, el Rosedal de Palermo, Córdoba, Pilar, Dolores, Rosario, en el Monumento a la Bandera... Y hace poco, canté en el Homenaje a Haroldo Conti. Ahí me fui yo solita, por las mías. Quise cantar para él”.
–De todos esos lugares que recorrió desde su recuperación, ¿cuál fue el que más disfrutó?
–Todos... Lo de Tucumán fue hermoso, fue el éxito más grande que tuve en mi provincia, desde que comencé a cantar. Nunca me voy a olvidar esa Plaza Independencia llena. Cosquín también fue extraordinario, estuve muy feliz. Se notó cuando cantaba lo feliz que estaba, eso lo vi después en las fotos. Ese día me saqué el corset para cantar. Me jugué. Y me salió bien.
Durante meses, Mercedes Sosa tuvo que llevar un corset ortopédico, que ya prácticamente no usa. “Ahora quedé encorvada de tanto usarlo. Tengo que volver a aprender a caminar derecha”, se queja.
Cuando se le pregunta por los recitales del Gran Rex, vuelve a sonreír. “Vamos a presentar Corazón libre, pero también va a haber otras canciones. Eso sí, no van a ser los grandes éxitos tradicionales, sino algunos temas que le quiero proponer a la gente que vuelva a escuchar. Y va a haber algún tanguito, también”, dice, misteriosa. “Ojalá puedan venir todos los invitados del disco. Ya están confirmados Albertito Rojo –que viene especialmente desde Michigan–, Pocho Sosa, Rafael Amor, Javier Casalla. Y ojalá pueda estar Eduardo Falú, que en el disco hizo conmigo Tonada del viejo amor. Desde que la grabamos nosotros empezó a pasarse mucho por radio.”
Tras este primer disco editado por el sello alemán Deutsche Grammophon (que la eligió por considerarla “una de las mejores voces del mundo entero”) la cantante tiene contrato por otros dos discos más con el mismo sello. Si con Corazón libre hizo pie en clásicos del folklore, el próximo disco, anuncia, será “de letras más fuertes, más social”. Y canta el primer tema que se le viene a la cabeza, para ejemplificar: “Tú eres rico, tú eres pobre/ tú eres el que quita, el que da/ Tú tiras lo que tú debes/ La copla de quién será... Aquí estoy. Puedo y soy... Es una chacarera que canté hace como treinta años, de Los Trovadores. Es una joya.
–¿Por qué ahora elige estos temas “más fuertes”, como dice usted?
–No, yo no elijo. Las canciones van saliendo. Las canciones me eligen a mí.
“El otro día estuve en Rosario y me cantaron una canción de Fandermole muy fuerte. Tengo muchas ganas de cantar cosas suyas, me gusta mucho como compositor. Y me gusta la voz, también. ¿Escuchó la canción del Cristo de los pescadores? (Oración del remanso) ¡Es una hermosura! Me encantaría cantarla. Después hay una cosa que le voy a pedir a Moniquita Pantoja, que vive en Humahuaca: Ay Jujuy, ay jujuy... Jujuicito de mi alma... (canta). ¡Qué cosa tan bella, de amor al lugar de uno! Le voy a pedir permiso para que me la deje grabar. Esa chica me hace acordar a mí cuando era jovencita: morochita, delgadita. Hay cosas muy hermosas que se están componiendo en este momento. Este es el mejor momento del folklore en composición.”
–¿Mejor que la época de oro?
–Esa época de oro, que vivimos nosotros, nos costó mucho. Nos costó muertes, persecuciones. Los chicos de hoy no han vivido ese tiempo, pero de alguna manera les llegó. Y ellos están componiendo cosas fuertes. Al fin y al cabo, las cosas no han cambiado tanto como para no componer. Entonces yo ahora tengo que conocerlos a ellos, buscar sus canciones, encontrarlos.
–¿Lo siente como un deber?
–¡Nooo! Es una alegría para mí. No hay obligación en esto. Yo amo lo que canto. Todo lo que canto. Amo La carta de Violeta Parra. Amo Gracias a la vida, que en Europa es imposible de sacar de la lista, porque la gente se vuelve loca. Siempre pongo Volver a los 17, todo lo de Violeta Parra. Estoy por volver a grabar Cuando me acuerdo de mi país (canta un fragmento), de Patricio Manns. Y quiero grabar una canción de Zitarrosa, que me mandaron de Radio Nacional. Se trata de un hombre borracho en un boliche, con luces amarillentas, y las paredes sin pintar, amarillentas también. Toda su vida era así. Me gusta esa milonga. A ver, Anita, por favor, anotame esa milonga también...
Mientras habla, Mercedes le pide a su productora que le anote los temas que se le vienen a la cabeza. “Antes mi esposo Pocho era el que me llevaba estas cosas. El era el que iba anotando lo que iba apareciendo. Ahora él ya no está para ayudarme”, dice.
–Se va a tener que buscar un novio, para que anote.
–¡No, por favor! Con Anita anotando está bien...
–¿Cómo es un día normal suyo, desde que se recuperó?
–¡Tremendo! Desde que empezamos a hacer las notas, son un trabajo las fotos: hay que peinarse, maquillarse, después sacarse el maquillaje... Esa es la parte más trabajosa, sobre todo para gente a la que no le gusta pintarse, como yo.
–¿Y cuando no da notas?
–Leo mucho. Ahora estoy con un libro de Haroldo Conti, Cuentos completos. Me lo dio el hijo de Haroldo. Yo canté gratis el día del aniversario de su secuestro, me fui a Chacabuco. Quise hacerle mi homenaje.
–¿Por qué?
–Porque lo quiero mucho. No lo conocí personalmente, sino como lectora, pero lo quiero igual. Y me contaron que sufrió mucho. Recibí un fax donde García Márquez habla de él, de su trabajo, de la forma en que lo secuestraron y lo torturaron. De los escritores que salieron a defenderlo y de los que no. Hay cosas que yo no sabía. Ahora que las sé, me entristecen mucho. ¿Y qué puedo hacer yo hoy, si no cantar?
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