MUSICA › ENTREVISTA A JOSé COLáNGELO, GABRIELA REY Y ATILIO BERTAGNI
En inusual formación, el pianista y los dos cantantes vuelven a presentar el disco Tango sin barreras esta noche en Los 36 Billares. La juntada partió de la iniciativa de Bertagni, quien quería cantar junto a Colángelo, y no ha dejado de dar frutos.
› Por Cristian Vitale
Un velador blanco proyecta su luz sobre un telón rojo y José Colángelo, maestro al piano, tira chistes. Dice que no se puede hacer tango si no se sufre (“por eso soy de Racing”, suelta) y pone a la cantante Gabriela Rey –su compañera de música y vida– en sintonía. “Y ella es de Huracán”, ríe. El cantor Atilio Bertagni, tercero en discordia, prepara la voz para entrarle a una digna versión de “Qué buena fe”, de Eladia Blázquez, en el momento en que promedia el recital. El particular trío –un piano y dos voces– está presentando el disco Tango sin barreras en el bar Los 36 Billares (Avenida de Mayo 1255), evento que tendrá su bis esta noche, en el mismo lugar y a la misma hora: las 21 en punto. “La idea es hacer una conjunción bien armadita, bien ensamblada y pelearla así, de a tres”, afirma Bertagni, hombre formado entre zambas, zarzuelas y grupos de jazz, consumado el primer capítulo. Lo que había pasado ratifica al cantor: en no más de dos horas, el particular trío había resuelto una ajustada y dinámica síntesis entre tangos instrumentales y cantados. “El repertorio lo han elegido los cantantes, pero bajo mi supervisión. Estuve de acuerdo, porque podían defender y pelear contra el monstruo que soy yo (risas)... Soy un asesino y tienen que seguir mi manera de hacer las cosas”, lanza Colángelo.
El pianista con 54 años de trayectoria estructura el set con tres suites-homenaje a Julián Plaza, Astor Piazzolla y Aníbal Troilo, y modela el tiempo para que Bertagni y Rey jueguen en la suya. Fluyen versiones de Chico Novarro (“El último round”), de Anselmo Aieta y Francisco García Giménez (“Carnaval”), de Luis Rubinstein y Luis César Amadori (“Olvido”), y de Virgilio Expósito (“Cualquiera de estas noches”). No hay grietas, apenas una entrada a destiempo de Rey que Colángelo resuelve con un distendido “vamos de nuevo”. “La verdad es que los cantantes y cantoras, en general, buscan los clásicos, y hay gente que se pierde de escuchar grandes poetas que hicieron letras espectaculares y no son tan conocidos. No digo que descartes ‘Sur’ o ‘Caminito’, pero también hay temas como ‘Si te vas’, que muestran una cosa festiva, ¿no? Dicen que el tango es triste, y no es así. ¡Hay letras felices, che!”, postula la pata femenina del trío.
Cuentan que el proyecto nació por iniciativa de Bertagni. Que el cantor calvo, que lleva editados cinco discos de puro tango a la fecha, fue a golpearle la puerta al maestro, y que éste lo aceptó por atrevido. “Se apersonó y me dijo ‘maestro, ¿usted no se animaría a hacer algo conmigo?’ Y me propuso algo inusual: voz y piano. Yo me pregunté ‘¿quién será este señor?’ Un atrevido, un encarador increíble”, dice Colángelo. “Lo único que quería era tenerlo cerca, inventar un pretexto para eso”, tercia Bertagni, cuya versión de “Desencuentro” de-sata una andanada de aplausos en Los 36 Billares. “Y por suerte me dio la oportunidad... yo canto hasta con los pelos que no tengo, porque el tango sale cuando se escarba dentro del hombre, en sus miserias y maravillas”, dice.
Colángelo pone algo de las casi cien composiciones que le pertenecen y mucho de las experiencias que vivió como parte de los proyectos que compartió junto a Susana Rinaldi, Julio Sosa, el Café de los Maestros o el mismo Pichuco Troilo. Cuenta de sus sueños cumplidos, de su pasado, y juega. “Esto es casi un guión”, define. “Sí, una forma de comunicar que tiene que ver con tocar una música para escuchar y oír. Cuando nos reunimos dijimos ‘vamos a hacer tangos pero al estilo de jazz, hagamos lo que nos dé la gana’. Y salió que en cada tema José hace la introducción que quiere y nos da el pie para poder entrar. Para un cantante, esto es inspiración pura, porque la música calienta”, sostiene Bertagni y vuelve Colángelo: “Siempre pongo como ejemplo una de mis tantas juntadas. Me refiero a la que me hizo coincidir con Hugo Díaz y sirve como caso porque la música no es más que contagio. Pasa por ósmosis, por piel, y eso es lo importante: tener piel con la persona. Si dos o tres se ponen en sintonía, va a ser más fácil que podamos atrapar la piel de los demás”.
Es la una de la mañana y Colángelo orienta la mirada al ventanal que da a la Avenida de Mayo. Ve dos o tres autos y un puñado de turistas en busca de emociones, nada más. “Increíble”, reflexiona. Su mujer lo mira y Bertagni se levanta para sacarse fotos. “Esta no es la Buenos Aires que viví”, despista. “Me refiero a la Buenos Aires de los ’60, que miraba a los turistas como diciendo ‘qué hace usted acá’. No hacían falta, porque había boliches como Caño 14, El Viejo Almacén o Michelángelo, que estaban llenos todos los días y con gente de acá. Una Buenos Aires en la que, cuando uno terminaba de trabajar, se encontraba con sus colegas y con las chicas del cabaret... Era una gran familia. Hoy, en cambio, terminás de tocar en un boliche y no sabés quién te está viendo. Te tiran veinticinco colectivos con turistas, la mitad se duerme, la otra aplaude y después se van. A las dos de la mañana se terminó todo. La verdad es que sufro por no tener esa noche que por suerte pude vivir. Creo que no vamos a recuperarla más.”
El pianista atribuye el giro de la charla a una crisis endémica del género. No ve, como otros, que haya un renacer. “Recorrí todos los países que se pueda imaginar con el Café de los Maestros y con mi propia compañía, y la pregunta es ¿por qué afuera gustamos, matamos, nos pagan, y acá nos cuesta tanto? Creo que es porque no tenemos apoyo, porque no te pasan en la radio, y porque las compañías que manejan todo son las cuatro que reciben las órdenes desde el Norte. Hay que ser menos tontos y necios. No digo que el tango sea la cultura argentina, pero sí es una parte importante de ella, y parece que hay un bombardeo permanente sobre él. La verdad es que el tango, hoy, se transformó en algo elitista acá, cuando en el pasado fue el género más popular”, opina y calla. Sus dos voces también. Tres mozos ponen las sillas sobre las mesas y la última copa se guarda, esperando una nueva función.
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