Lun 27.08.2012
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MUSICA › LA CANTANTE ESTADOUNIDENSE JOYCE DIDONATO ACTUARá EN EL TEATRO COLóN

Mezzosoprano sin aires de diva

Hace 15 años le habían dicho, en un concurso, que “no tenía nada para ofrecer como artista”. Es una de las máximas estrellas del canto. Hoy y el próximo miércoles se presentará en Buenos Aires junto al pianista David Zobel, en el marco del Mozarteum Argentino.

› Por Diego Fischerman

Pertenece a la dinastía de las que unen dos valiosas rarezas: una voz oscura y aterciopelada por un lado, agilidad y afinación por el otro. Joyce DiDonato, una de las máximas estrellas del canto actual, como Teresa Berganza, Marilyn Horne o Cecilia Bartoli, es una mezzosoprano de coloratura. Y, como ellas, ha construido su reino en el belcanto de Donizetti y Bellini, en los jóvenes de las óperas de Mozart, los papeles que Gioacchino Rossini escribió para Geltrude Righetti, y los que, en el Barroco, eran cantados por castratti. “El fundamento es tener un buen legato y un buen lenguaje; entonces puede expresarse la música”, decía en un reportaje publicado por la revista especializada Gramophone, que en 2010 la premió como Artista del Año. Ganadora también del Echo Klassik Award, la filmación de su Cenerentola en el Liceu de Barcelona, junto al tenor Diego Florez, es ya un clásico. Pasaron muchas cosas, en todo caso, desde que le dijeron, en un concurso de canto en Londres, en 1997, que “no tenía nada para ofrecer como artista”.

Con hitos en su carrera como su participación en Norma, de Bellini, en el Festival de Salzburgo (en el papel de Adalgisa), en la producción de Le Comte Ory de Rossini del Metropolitan, en Idomeneo de Mozart, en el Festival de Edimburgo y la gira junto al pianista David Zobel que culminó en el recital con el que debutó en el Carnegie Hall, ahora actuará en Buenos Aires, precisamente con este pianista, como parte del Mozarteum Argentino. Sus interpretaciones de la Rosina de El Barbero de Sevilla y del rol protagónico de Cenerentola se cuentan ya entre los grandes sucesos de la escena lírica de la última década. Esta noche y pasado mañana, en el Teatro Colón, la cantante hará un programa con hits como las arias “Oh sleep, why dost thou leave me”, de la ópera Semele, y “Dopo notte, atra e funesta”, de Ariodante, ambas de Georg Friedrich Händel; “Voi che sapete che cosa è amor” y “Deh, vieni, non tardar”, de Las Bodas de Fígaro, de Mozart, y, de Rossini, “Una voce poco fa”, de El Barbero de Sevilla, y “Assisa a pie d’un salice”, de Otello, a los que se sumarán las Canciones clásicas españolas de Fernando Obradors, piezas de Stefano Donaudy y Vincenzo Di Chiara y una joya escondida, las Canciones en dialecto veneciano, que escribió el genial Reynaldo Hahn. Nacido en Venezuela y parisino por adopción, este autor que se convirtió en el preferido de poetas como Stéphane Mallarmé y fue, por ese entonces, pareja de Marcel Proust, convirtió en mayor el arte menor de la viñeta y la pequeña acuarela musical.

Hija de un director de coro eclesiástico y una organista de Prairie Village, un suburbio de Kansas, Joyce DiDonato es, por otra parte, lo más alejado que pueda imaginarse a una diva delirante. Y tiene, además de una natural disposición para trabajar en equipo –lo que en el mundo lírico actual es una especie de bendición–, una característica poco usual: sentido del humor. “Cuando estaba preparando el papel de la Hermana Helen, en Dead Man Walking (una ópera de Jake Heggie), había una escena muy emotiva en la que yo lloraba y cantaba más o menos con el corazón en la mano y actuaba una especie de tormenta sentimental”, cuenta. “El director, Leonard Foglia, me llamó discretamente fuera de escena y me dijo: Joyce, está todo bien pero cuando yo me siento entre el público quiero que me dejen decidir acerca del carácter del personaje. No quiero que me muestren todo. Y fue una gran enseñanza. Si uno da todo, no queda nada para el público.” Sus comienzos, sin embargo, no fueron fáciles. Siete agentes estadounidenses rechazaron la posibilidad de representarla y recién en 2002, cuando tuvo la oportunidad de cantar en una nueva producción de El Barbero de Sevilla, los teatros empezaron a llamar y preguntar: “¿Quién es esa nueva Rosina?”. Inmediatamente después llegaron los contratos con la Scala de Milán, la Opera Estatal Bávara de Munich, la Royal Opera de Londres, la Opera de San Francisco, el Metropolitan de Nueva York y el Lyric de Chicago.

Su discografía incluye, además de su participación en la grabación de varias óperas completas, publicadas en DVD, entre las que se destaca El Barbero de Sevilla con Diego Florez, Hercules de Händel, con dirección de William Christie, la ya mencionada Cenerentola y su melliza romántica y francesa, la Cendrillon de Massenet, varios discos, editados por Virgin –un subsello de EMI– con arias barrocas y belcantistas. El último de ellos, Diva/ Divo, junto a la orquesta y coro de la Opera de Lyon, fue recientemente publicado en la Argentina y está dedicado a arias de grandes papeles masculinos y femeninos de sus autores favoritos: Massenet, Gluck, Mozart, Gounod, Rossini y Bellini, entre otros. “Los discos, ése es un tema”, dice. “Una vez le pregunté a Leontine Price si escuchaba los que había grabado y ella me contestó que, cada tanto, abría una botella de champagne y se ponía a oírlos. Su punto de vista era que si no se amaba la propia voz no podía pedírsele a otro que lo hiciera. En ese momento eso me chocó un poco. Yo vengo del Medio Oeste norteamericano, donde subestimarse a uno mismo tiene una larga historia. Pero me dio una buena lección en el sentido de que si uno no cree que tiene algo para decir, es un poco presuntuoso ponerlo en un disco para toda la eternidad. Ahora bien, no escucho mis discos. Aunque creo que debería hacerlo y que, seguramente, tendría cosas para aprender de ellos.”

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