Vie 31.08.2012
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MUSICA › CHARLY GARCIA HACE LAS PACES CON SU PASADO DURANTE TRES NOCHES EN EL LUNA PARK

Un repaso sin planes preestablecidos

El músico aprovechó el relanzamiento del box set 60X60 para ordenar nuevamente la serie de shows de acuerdo con ejes temáticos en cada noche, pero en el medio decidió jugar con lo imprevisto. Nito Mestre y David Lebon fueron los invitados.

› Por Joaquín Vismara

“Gracias, aliados.” Las dos primeras palabras que salen de la boca de Charly García después de una versión rabiosa de “Rock and Roll Yo” tienen un doble destinatario. Por un lado, van dirigidas a ese público incondicional que supo acompañarlo siempre, en las buenas, en las que no lo fueron tanto y en las que le pasaron bien de cerca a lo peor. Pero también pueden apuntar a los diez músicos que lo secundan en escena y que parecen ofrecerle bastante más que un acompañamiento melódico. La versión 2012 de Charly no es la misma que la de 1984, pero tampoco es (por suerte) la de fines de 2006. García mismo entendió que ya no son tiempos de catarsis compositiva y sónica, sino que más bien es hora de hacer las paces con su pasado y tratarlo con el respeto que se merece. Su voz, quebradiza y grave, tampoco es la misma, pero sí lo son sus canciones históricas, que permanecen inmutables, ajenas a toda discusión.

Así como Luis Alberto Spinetta concedió un único revisionismo de su obra con el concierto de Las Bandas Eternas, García hizo lo propio con 60X60, un box set que testimonia el ciclo de recitales en el Gran Rex. En esa ocasión, el músico repasó lo más representativo de su repertorio y de sus seis décadas de vida. Y el relanzamiento de la caja es la excusa de éste, el primero de tres shows en el Luna Park. Al igual que en el Rex, a cada noche corresponde y corresponderá un eje temático que guía la selección de canciones, pero como Carlos Alberto García Moreno nunca va a dejar de ser Charly, lo último que se seguirá en la jornada es un plan preestablecido. Tras preguntar si Nito Mestre estaba en la sala (y estaba, pero sentado en la platea, como buen hijo de vecino), un “viniste como público, vos que sos una súper estrella” es excusa suficiente para que su ex compañero suba al escenario y la banda se adapte como pueda para acompañar al dúo en “Instituciones” y, sin quererlo, Sui Generis termina reuniéndose (una vez más) sobre el mismo tablado en el que se despidió originalmente hace treinta y siete años. Al rato, a David Lebon le tocará vivir una escena similar en la que se rinde homenaje a sus días como integrante de Polifemo con “Suéltate Rock & Roll”, para luego invitar al fogón masivo con “Seminare”.

Para Charly, su show es “una receta de rock, tango y una pátina de música clásica”. Lo primero es tangible en casi toda la jornada, desde el “Rezo por vos” dedicado a Gustavo Cerati hasta “Cerca de la revolución”, pasando por “Demoliendo hoteles” e “Influencia”. El toque de la música ciudadana llegará de la mano del bandoneón de Fernando Samalea en “Tango en segunda” y “Canción de dos por tres”, mientras que el último ingrediente corre por cuenta del ensamble de cuerdas encargado de embellecer “Plateado sobre plateado (Huellas en el mar)” y “Anhedonia”, por más que la siempre temible acústica del Luna Park busque atentar contra un despliegue sonoro eficiente.

Pasan los minutos y García no pierde el pelo ni las mañas. El va adonde quiere y a los integrantes de su banda no les queda otra que seguirle el paso. Casi como un capricho, indica que el próximo tema será “Fanky” y, como ninguno de ellos lo esperaba, el resultado final es dudoso y no parece dejarlos conformes. Pero como el ex Seru Giran siempre tiene una frase bajo la manga para apagar cualquier incendio, bastará con un “Todo esto es culpa de Fito Páez, que no vino” para que todos rían y el barco vuelva a estabilizarse. Y lo demuestra la emotiva versión de “Piano Bar” que sigue.

Charly no reniega de todo lo que le ha tocado vivir, pero también entiende que, por más que el paso del tiempo haya dejado marcas indelebles en él, su persona actual dista de la de sus días bajo la lógica del caos y la inmolación pública. “Díganles a sus amigos que yo no estoy loco, porque la gente es mala y piensa eso. Si estuviera loco, ¿podría hacer todo esto?”, inquiere poco antes de despedirse. El aplauso masivo le dibuja una sonrisa notable, como si la aprobación del público le diese la razón en algo que, al final de cuentas, no quiere demostrarle a nadie más que a sí mismo.

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