MUSICA › GRIZZLY BEAR, PONCHO Y DEBORAH DE CORRAL EN EL PERSONAL FEST VERANO 2013
La banda de Brooklyn, que consolidó su prestigio con su último disco Shields, se presentó por primera vez en la Argentina. Fue un arsenal de psicodelia, complejos arreglos y bellas melodías frente al mar. El pulso bailable lo puso el trío encabezado por Javier Zuker.
› Por Federico Lisica
Desde Mar del Plata
Si es como asegura un spot de cerveza, que cada verano es igual a otro, que sólo cambia la piel pero se mantiene la lógica por la diversión, los festivales musicales gratuitos –estatales o auspiciados por marcas– son una de esas claves inalterables y ciertamente en aumento. Tanto que el último sábado por la tarde quienes veranean en Mar del Plata pudieron elegir su propio menú. Mientras Massacre y Dread Mar I se presentaban en el Arena Beach, a unos pocos kilómetros de allí, en el parador Mute, cerca del faro, la compañía de telecomunicaciones Personal organizó una fecha con recitales a cargo de Deborah de Corral, los estadounidenses de Grizzly Bear y Poncho. Esta fue la primera escala del “tour” que la marca organizó en diversas partes del país. Como en sus pasadas ediciones (2011 con MGMT y Panic! at the Disco; 2012 con Bruno Mars y Babasónicos), los artistas seleccionados fueron tan distintos como las postales que había entre el público: desde un grupo que comía berenjenas y porotos en escabeche, hasta los que optaban por el mate y cigarrillo, pasando por los chicos bronceados con sombrero panamá y quienes, curtidos por el sol –y la edad–, peleaban por entrar al VIP.
Deborah de Corral fue la encargada de abrir el festival, y en poco más de media hora desplegó un show bucólico, aplicado y trendy como el que se percibe en la portada de su disco Nunca o Una Eternidad. Hizo nueve temas, la mayoría de ese trabajo solista en el que la ex modelo y conductora televisiva busca mostrar su faceta compositiva. En vivo estuvo serena y demandante: “¡Vengan para adelante che!”, reclamó a los asistentes; se mostró glamorosa en su versión de “More Than This” de Roxy Music, y cerró festiva con un mash up de “Blue Monday” de New Order en las bases y “Amor Descartable” de Virus en las voces.
Acaso llevada por el espíritu de los casinos de la ciudad costera, como una de esas fichas rectangulares y valiosas que se tiran al azar, la apuesta de Grizzly Bear de número central era osada. La banda radicada en Brooklyn viene de editar Shields, su cuarto trabajo, elegido en cada encuesta internacional como uno de los mejores del año que pasó. No parece, a priori, una elección veraniega, como podrían ser un Armandinho o Jack Johnson y sus canciones sobre fumar, el surf o panqueques con banana. Los Grizzly Bear son cercanos a sus congéneres de Dirty Projectors y Fleets Foxes, hijos no reconocidos del Brian Wilson experimental, y del Radiohead rupturista (giraron con ellos y Jonny Greenwood se declaró su fan), pero es una agrupación virtualmente desconocida que ni siquiera fue editada a nivel local. Otra cosa: sus canciones son de faena enmarañada, con letras introspectivas y melodías hipnóticas. “A veces nos dicen que tenemos arreglos muy complicados, pero si te ponés a escuchar bien es un 3X4, o 4X4, tal vez sea por el modo en el que afinamos las guitarras, la batería con su libertad y sentimiento; entiendo que se lo tome como algo complejo; trabajamos, eso sí, muchísimo en las armonías; en mi opinión se trata de música pop”, le confesó a Página/12 Ed Droste (guitarra, teclado y voz). Su creador concibió el grupo como un proyecto solista, pero terminó convirtiéndose en un cuarteto donde prima el diálogo entre el propio Droste junto a Chris Taylor (bajo, vientos y voz), Daniel Rossen (guitarra, teclados, voz) y Christopher Bear (batería y coros). En vivo, además, suman a Aaron Arntz en teclados. ¿Qué salió en la ruleta? La ficha pagó como un pleno.
El repertorio se basó en su último trabajo y en el tercero Veckatimest (2009); no faltaron “hits” como “Yet Again” o “Two Weeks” (con ese piano en la introducción cayendo como una llovizna), y hubo lugar para algunas perlas de su opus 2, Yellow House. La banda bromeó acerca del desconocimiento que había sobre ellos, Droste habló en spanglish y se mostró relajado en escena, como la banda en general. Lo mejor fueron las canciones y su ejecución. Su sonido se refracta en ritmos –a veces sincopados, a veces jugando al free jazz–, con arreglos vocales sofisticados, y una constante suma de capas en guitarras, teclados, hasta saxo, trompeta y clarinete. Más que el virtuosismo lo que buscan es una canción dual. El cambio de instrumentos fue permanente, como la vocación por jugar con las vibraciones. Un bonito caos que el grupo maneja a conciencia y promete repetir en su segunda presentación en la Argentina (mañana en La Trastienda). “No dudo de que va a ser más íntimo, más largo y con una variedad mayor de canciones. Hoy (por el sábado) es de día, todo es feliz, el show en Buenos Aires va a tener un set list más diverso. Sabemos que no somos una banda de dance, pero podemos tocar un pop beat hacia arriba. No es un lugar adecuado para baladas tristes, si no los que están acá se van a ir a nadar”, se reía Droste. Y los espectadores, salvo un pequeño grupo que sabía las canciones, no se fueron a nadar; no habrán coreado, ni pogueado, pero no abandonaron su lugar, aplaudieron y se dejaron llevar por sus canciones. El movimiento de rodillas y cabeza lo corroboraba, como el de esa señora que, por sus sesenta y tantos, movía su pareo y la máquina de fotos colgada de su muñeca.
Todavía no caía el sol, cuando Poncho comenzó con un set que convirtió la arena en pista. Golpes en el pecho y proyecciones. Palo y a la bolsa. Cuarenta minutos sin cortes que demostraron el afán del trío Zuker-Lopatín-Picciano de dejar de exprimir “Please Me”. Si bien su megahit fue el más bailado, sonó como uno más, casi al final de la lista de diez temas, sin presentaciones ni alharacas. No hacía falta. La música para camaleones saltarines ya estaba en su apogeo. La gente danzaba y llegaba el crepúsculo con calcos del spot publicitario que se mencionaba más arriba.
* El tour del Personal Fest Verano 2013 continúa el 2 de febrero en Las Grutas, Río Negro, con la presentación de los uruguayos de No Te Va Gustar. El 9 de febrero en Salta con Illya Kuryaki, Molotov y Fer Gril. El 12 de febrero Miranda! toca junto a Airbag en Corrientes. El cierre será el 2 de marzo en Córdoba con los Jonas Brothers. También se podrá ver online a través sitio oficial de www.personalfest.com.ar
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