MUSICA › LUCIO MANTEL HABLA DE SU TERCER DISCO, UNAS HORAS
El cantautor grabó “semi en vivo” canciones de su repertorio y de Almendra, Björk y Eduardo Mateo, en un álbum concebido para un ensamble acústico. En ese contexto, en el que todo queda más al descubierto, el músico explota más a fondo su costado vocal.
› Por Sergio Sánchez
El universo de la canción es infinito. De hecho, dentro de un mismo género, una canción puede adoptar múltiples formas, texturas y colores. Y así lo entiende Lucio Mantel, un cancionista lúdico que suele cambiar de ropaje en cada concierto. En Unas horas, el notable álbum “semi en vivo” que acaba de publicar, Mantel entrega versiones de temas suyos y de otros arregladas para cuarteto de cuerdas. “Fue un disco que no pidió estar tan encima –le explica Mantel a Página/12–. Cierra una etapa, más que abrirla. La grabación de mis dos discos anteriores fue una parte misma de la maduración de las canciones. Pero eso en este caso cambió: fue la conclusión de una búsqueda, no una búsqueda en sí. Fue el final de casi dos años de tocar estas canciones.” Escoltado por Andrea Rosenfeld (violín), Luli Christe (violín), Alejandro Terán (viola) y Lucas Argomedo (cello), Mantel presentará oficialmente el álbum el 8 de marzo a las 21.30 en el CAFF, Sánchez de Bustamante 764. En julio, el trabajo tendrá su edición en vinilo.
El ensamble acústico implica dejar al desnudo la instrumentación. De esa forma, todo parece estar más al descubierto. En ese contexto, Mantel explota aún más su costado vocal y demuestra que no sólo es un compositor creativo. Sin duda, su voz es una de las protagonistas del disco. “Tocar música de cámara te pide un replanteo de muchas cosas –analiza–. Posiblemente, la voz se enfrente a un desafío distinto. Cuando canto, busco la transparencia total, la ausencia de impostación. Eso pasa tanto en un contexto como en otro. Por otro lado, este disco se grabó después de cantar esos temas miles de veces. Me parecía muy natural cantarlos y tocarlos.” Así, por su garganta pasan cuidadas versiones de “Para ir”, de Almendra (una joyita del disco); “Jöga”, de Björk, y “El boliche”, de Eduardo Mateo, con Fernando Cabrera como invitado. A diferencia de sus trabajos anteriores, Nictógrafo (2008) y Miniatura (2011), en este disco Mantel contó con un coproductor, Andrés Mayo.
–¿Qué lo motivó a grabar estas versiones con el cuarteto?
–Nosotros tenemos una banda más grande, de siete músicos, pero surgió la posibilidad de presentarnos en cuarteto, por cuestiones de acústica de los lugares o para presentar algo alternativo. Esto se convirtió en un concierto muy especial, con una energía única, y los temas cobraron un color muy distinto y maduraron mucho. Entonces, me pareció que había que sacar una foto de esa propuesta. Al principio pensamos en hacer un recital y grabarlo, pero a Andrés Mayo se le ocurrió sacar un disco en vinilo y nos pareció increíble. La elección de Ion como estudio era justa para el tipo de disco. Y más con el ingeniero Jorge “Portugués” Da Silva. Cerraba por todos lados. También el grupo estaba en un momento muy especial. No quería que en algún momento se diluyera y no hubiéramos registrado eso. Es un disco que hasta puede servir de introducción a los anteriores, porque tiene una sonoridad más homogénea, una atmósfera que no se esfuma en ningún momento. Salvo la voz, el disco se grabó en vivo. Ion te permite poder grabar todo junto. Y las voces fueron grabadas en dos tomas. No tuvo la rigurosidad que tiene un disco con nuevas canciones, entonces tiene esa frescura preciosa del vivo. Digamos que es un “semi vivo”. Hubo que adaptar los temas para tocarlos así.
–¿Cómo fue la selección del repertorio?
–Las versiones de Spinetta, Björk y Mateo las venimos tocando en vivo. Siempre me pareció que “El boliche” es una canción tremenda que se tiene que conocer más. Es una canción que provoca mucha resistencia, porque no es fácil, es compleja. Fue la primera canción que conocí de Mateo. Al público a veces no le resulta muy amable, pero así y todo me parece que tengo que seguir tocándola. Y ya el aporte del maestro (Fernando) Cabrera fue increíble. “Para ir” surgió como una idea grupal. Tocamos dos días después de la muerte de Luis Alberto y cuando nos juntamos a probar sonido surgió ese arreglo espontáneo de la canción. Y el tema de Björk lo toco hace muchos años. La verdad es que nos enteramos de que íbamos a grabar el disco menos de dos semanas antes. Eso le dio un nivel de espontaneidad que a mí me encanta. Así se eligieron los temas. Incluso, “Bailar con tu sombra”, que quedó como el primer track del disco, no pensábamos grabarlo y quizás es el que más se va a usar para difusión. Fuimos abiertos a que eso pase.
–En este disco incluyó un tema de Almendra y fue invitado a varios homenajes. ¿Qué significa Spinetta en su obra?
–Spinetta es uno de los músicos que más escuché en mi vida, probablemente sea el que más escuché. No es muy original lo que digo, nos pasa a muchos músicos y no músicos. Aprendí a tocar, un poco, escuchando sus canciones y copiando sus armonías. Mucho más difícil que seguir su obra fue tratar de reencontrarme conmigo después de eso. Fue muy fuerte cómo entró su música en mí. Con el tiempo también encontré muchas cosas de Spinetta en las que no me veo reflejado o representado. Lo escuché mucho en un momento clave: la música que escuchás a los 18 años te va a marcar de una manera que no lo hace a los 30. Probablemente uno se compromete más con esa música. Tengo una afinidad muy grande con ese universo que propuso. La figura de Spinetta tiene un tamaño tal, que mucha gente que ni conoce su obra está influida por él. Es un modelo muy grande, no sólo en cuanto al lenguaje que expuso en sus canciones, sino también en cuanto a la idea de rediseñar todo el tiempo su propio lenguaje. Se acercó primero a algo más lírico, después al rock y al jazz. No es sólo un punto de contacto escuchar su música y ser influido. Hay algo más, que es inmenso.
En octubre pasado, Mantel y otros seis cancionistas de su generación (Pablo Dacal, Tomi Lebrero, Alvy Singer, Pablo Grinjot, Nacho Rodríguez y Alfonso Barbieri), junto a la Orquesta Académica de Buenos Aires, protagonizaron el concierto sinfónico Hay otra canción. “La sensación que tuvimos es que probablemente ese recital vaya a cambiar algo –sostiene Mantel–. Un cambio que de alguna manera se viene reclamando: un cambio de enfoque, la forma de ver a la música independiente. El ingrediente de una orquesta sinfónica de sesenta y pico de músicos es una de las cosas que más impactó. Y también el apoyo de los músicos mayores, como Fito Páez y Palo Pandolfo. Lo que más rescato de ese concierto es el mensaje del título. De eso se trató el recital. Y entendimos que no sólo éramos nosotros siete, sino que estábamos ahí representando a tantos otros. Hay una indiferencia mediática hacia la música que no viene de la megaindustria musical que hace muy difícil todo. No lo digo sólo desde lugar de músico, sino también desde el de oyente. Uno tiene que tratar de saltar la barrera informativa para consumir música.”
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