MUSICA › LAURA ROS PRESENTA SU NUEVO DISCO, TRES
La hija de Antonio Tarragó Ros reunió un puñado de piezas que se balancean entre la calidez y la tensión; entre la chacarera, el blues, el country y la vidala; entre lo que se toca y una forma de tocar determinada por el buen gusto.
› Por Cristian Vitale
Congreso. Subsuelo de un bar. Diluvia. A Laura Ros se le acaba de caer un recital al aire libre y trata de suplir las ganas de tocar con café abundante y medialunas. Poca gente alrededor y ella con todo por decir acerca de su tercer disco solista: Tres. “Como se ve, no soy demasiado original con los nombres”, se ríe y trata de fundamentar una cuestión que le repica poco importante. “Empezó como un chiste, en casa, y cuadró porque no sólo es mi disco número tres, sino porque somos tres –Roberto Garcilazo, Federico Macchi y yo– los que integramos la formación acústica estable. No sé, me cuesta conceptualizar un disco en un nombre, y no tenía ganas de enroscarme en eso. Lo dije como chiste y quedó”, comenta y se saca de encima la parte incómoda de un trabajo que la define mejor en otros roles: cantante contundente y cálida a dosis iguales; guitarrista versátil, compositora de músicas y letras –también a dosis iguales–, intérprete y, por si faltara algo, productora. “La verdad es que tenía muy claro el sonido que quería y fue clave el laburo en estudio, porque la prioridad estaba en el audio que les sacara a los instrumentos... tenía que ser perfecto”, sentencia una de las hijas de mister Antonio Tarragó Ros.
–Lo perfecto es como lo objetivo... pura subjetividad.
–(Risas.) Bueno, para mí y en cuestiones de audio, es que las cajas de las guitarras suenen bien, que estén muy bien tomadas o que el audio no se retoque digitalmente, sino que se obtenga realmente de los instrumentos. Cuando experimentás con sonidos acústicos, el trabajo es mayor para los instrumentistas, porque acá no hay reverb que tape notas que no suenan. La nota tiene que sonar por sí sola. Creo que el trabajo de producción fue una operación de quitar cosas en la época de poner y el resultado es que lo escucho, algo que habitualmente no hago con mis discos. Y estoy orgullosa por la manera en que se ensambló más allá de si los temas son lindos o no, o de si los canto bien o no.
Jamás lo diría ella, pero el plus matriz es que Tres es un espléndido disco de canciones. Once piezas que se balancean entre la calidez y la tensión; entre la chacarera, el blues, el country y la vidala; entre lo que se dice y una forma de decir intensa; entre lo que se toca y una forma de tocar determinada por el buen gusto. Por el propio, que deviene de su pluma musical y poética (ocho de las once canciones le corresponden) y por el ajeno, que no sólo se traduce en el trío básico, sino en una serie de colaboradores entre los que cuentan Javier Casalla, Chacho Ruiz Guiñazú, Tito Losavio, Daniel Patanchón y su compañero Federico Gil Solá. “También hay algunas cositas que no son perfectas en la ejecución, pero yo las quería así, más frescas, más reales... prohibido el autotune, por ejemplo. Estoy cansada de escucharlo en todos los discos, en los que la voz suena robótica de tan perfectamente afinada, cuando sabemos que eso no existe. Vos escuchás los discos de Los Beatles y las afinaciones no son perfectas, eso es lo que yo también quería: buscar la vida del material en su imperfección.”
–¿Y cuál fue la palabra del “santo padre”?
–Aún no lo escuchó papá, todavía no lo tiene. No lo vi y no se lo pude dar, pero tengo ganas de que lo escuche, a ver si me deja producirle un disco a él (risas).
–¿Cómo construyó su personalidad musical frente a la de él? En principio, en sus canciones aparece poco y nada el litoral.
–Es que las circunstancias de su vida y las mías han sido tan diferentes, que es muy difícil que el resultado sea parecido. Por supuesto que hay puntos de encuentro. Por ejemplo, el tema de las melodías que para mí es el corazón de lo que hago, mucho más que la armonía. Y esto es muy de mi viejo, pero en esa coincidencia, a su vez, aparece una otredad, porque mis melodías tienen un color campestre, pero también un color urbano, una influencia de todo lo que escuché de rock argentino. Mis influencias no tienen nada que ver con las suyas.
Claramente no, si se comparan las que pudo haber tenido Antonio Tarragó Ros, esencialmente chamameceras, con las que señala su hija menor. “Celeste Carballo fue la que más me marcó en mi vida, pero también Mercedes Sosa, Julia Zenko, Bonnie Raitt o Mike Patton, cuya voz es un instrumento de amplios usos. Todo eso está en mí, también Mavi Díaz, por su cosa desfachatada de entrega y humor, en el sentido de no tomarse tan en serio a uno mismo”, sostiene la Ros y el link va directo al blues devenido vidala que abre el disco: “A la vera”. “La letra es bastante lúdica, en realidad, porque tiene que ver con ponerme en un lugar en el que no estoy, un lugar de búsqueda de color y calor en soledad, imaginándome en una situación de ruta desolada en el de-sierto. Así surgió la letra, bajo una forma en que la creación no gire en torno de tu ombligo ¿no?, a lo que a vos te pasa”, se ríe. Otra de las canciones que impacta del tercer disco de Ros se llama “Mudanzas”, cuya textura musical la ubica en el sendero de la mejor herencia del rock argentino hecho por mujeres. “Tiene que ver con esa cosa tozuda de buscar el amor en el lugar equivocado, de hacer una lectura de las cosas que conviene al ego pero no tiene tanto que ver con la verdad ¿no?” “La terquedad vino a visitarte, y se llevó todo por delante...”, tararea, refiriéndose a un caso que, al igual que en “A la vera”, no parece ser el suyo.
–De las tres versiones que recrea en el disco, hay una que la sumerge en la más honda tradición folklórica argentina: “Te’i de olvidar”, de Andrés Chazarreta, ¿por qué ir hasta allá?
–Porque soy muy amante de las vidalas y ésta en especial me hace llorar. La verdad es que con Juan Martín Medina la cantamos hace muchos años, pero no sabía cómo meterla en un disco. Esta vez pasó que quería darle un cierre bien telúrico al disco, onda, bueno sí, vamos para acá, vamos para allá, country, blues, sí, pero el cierre tenía que decir “acá está la papa”. De alguna manera en ese tema están contenidos todos los demás.
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