MUSICA › OFIDIO DELLASOPA Y LAS CUERDAS FLOJAS PRESENTAN RUINAS DE TANGO EN SALTA Y RESTO
El humorista Eduardo Maicas participó del tercer disco de este particular conjunto tanguero, con el que compuso el tema “Tutankamón”. “Seríamos como una especie de milonga a la Capusotto, pero en un formato reducido”, se definen ellos.
› Por Cristian Vitale
“Llegó a faraón siendo muy purrete”, arranca Ofidio y la gente estalla. Que un tanguito en clave de guitarra empiece así ya es un signo. Un aviso de que se está ingresando a una autopista surrealista. Que siga con frases del tipo “Era el más mimado botija de Egipto” o “La pucha qué al cuete es hacerse embalsamar”. O que un estribillo en vez de “Madame Ivonne” diga “Tutankamón” confirma que tal autopista no tiene retorno. Ofidio Dellasopa y Las Cuerdas Flojas están calentando escena con uno de los “hits” humorístico-tangueros que pueblan Ruinas de tango, su tercer disco a la fecha, y el hecho de que Eduardo Maicas, el dibujante que dio luz a Clara de Noche (en el Suplemento NO de Página/12), sea parte de su pluma, confirma la regla: no habrá en la noche momento para fruncir el ceño. “Maicas me había dicho que le gustaba cambiarles la letra a tangos ya conocidos, y de ahí el trueque en el estribillo”, cuenta Silvio Cattáneo (Ofidio Dellasopa), una vez consumado el show que repetirá este jueves a las 20.30 en Salta y Resto (Salta 755). “Es la primera vez y la última que grabo con ellos”, se ríe el humorista y luego va en serio: “La verdad es que los iba a ver y me encantaban. Fue como La Rosa Púrpura de El Cairo, esa película que mirás y en la que después estás adentro de la pantalla. Ellos juntan las dos cosas, tango y humor, y para mí es una asociación ideal.”
Maicas se convirtió entonces en una especie de cuarto ofidio del trío que completan Felipe Traine (Eliseo Campos) en guitarrón y Anímides del Base (Claudio Céccoli), en guitarra de ocho cuerdas. No solo porque ayudó a Cattáneo a componer ese delirio llamado “Tutankamón”, sino porque también metió pluma en “Cómo escribir un tango”; inspiró a Céccoli a generar su instrumental (“Una pavadita para Maicas”) y regaló dos poemas al trío que, en vivo, el mismo Maicas recita al estilo de Héctor Gagliardi: “Mantelcito individual”, que ocurre bajo citas musicales de la “Tarantela de los Campanelli”, de Horacio Malvicino, y “Emperatriz”, de Luis María Serra; y “Programa de cine”. “La verdad es que cuesta entrar en el código de ellos, pero creo que lo logré”, se despacha el dibujante, mientras Cattáneo define las tres claves de este singular trío de cuatro: “Somos humor, delirio y tradición”, resume. Y así se plantan en vivo: tres tipos en trajes añejos, cuya estética se espeja más en los músicos border de la época del tango con guitarras, que en estrellas de tal palo. Uno, Ofidio, engominado hasta la exageración, otro, Campos, con peluquín casi naranja, y el tercero, Del Bace, con grandes lentes de bordes negros que lo meten en situación de chapado a la antigua.
“¿De qué nos escondemos? Bueno, de lo cotidiano y de nosotros mismos”, resuelve Cattáneo. “Esto nos da mucha inmunidad para desarrollar un texto y defenderlo con otra energía. En nuestro caso, los personajes se desempeñan mejor interpretando estos tangos que los que podríamos hacer desde nosotros, porque cuando empezaron a aparecer los tangos ofidios, no era para cantarlos con una guitarra enchufada y vestidos de otra forma... Había que darle un marco, una estética, ornamentar, y esto es lo que te permite formar un universo tangosaurio, donde todo empieza a conectar”, enmarca el compositor. La historia de la que habla comenzó en épocas del espectáculo Glorias Porteñas, siguió con la edición de dos discos (Tangus Bonaerensis, 2006; Propulsión a Tango, 2009) y derivó en el flamante Ruinas de Tango. “Desde el comienzo tuve la idea clara: el trío que iba a acompañar a Ofidio tenía que ser de cuerdas, no se iba a aceptar ningún otro instrumento. Y lo de cuerdas flojas es por el equilibrio de los equilibristas, por esa cosa circense. Es como un juego en el que a veces se apuesta y se acierta, y a veces no”, sostiene el cantante.
–¿Cómo se ven llevando este humor a Oslo o Copenhague?
Felipe Traine: –(Risas.) Claramente, no conoceremos el mundo haciendo esto.
Claudio Céccoli: –Hemos hecho shows en los que la gente tarda en entender de qué se trata, incluso no muy lejos.
–¿Es riesgoso definir lo que hacen como un humor capusotteano aplicado al tango?
Silvio Cattáneo: –Capusotto y Saborido generaron un universo paralelo de rock, sí, y nosotros seríamos como una especie de milonga a la Capusotto, pero en un formato reducido, claro.
La muestra en vivo de Ruinas de Tango sigue con una serie de piezas tan desopilantes como “Tutankamón” y los poemas de Maicas. Con “Flor de loto”, la historia de Ofidio que se enamora de una cajera nipona y le canta en mandarín; “Tricota”, en homenaje a Los Tres Chiflados, las tres bandas del billar, el trío Los Panchos, Emerson, Like & Palmer y el ménage à trois; “Escabio”, con una mina que se toma todo y termina arruinada como personaje central; o “Bajo el puente”, del letrista uruguayo Gustavo Rautto, más conocido como Washington DC. “Por supuesto que los textos salen de tener que presentar estos temas de forma apócrifa, porque no voy a decir que los compuse yo... Más bien tuvo que haberlos compuesto un tipo de ese universo tangosaurio, fulanas y fulanos que tienen historias particulares. Me gusta pensar en tipos que no son compositores de tango y que por alguna razón la vida los llevó a componer uno. Es más, así se fue armando el repertorio”, desentraña Cattáneo. Y sus compañeros concluyen con un muy preciso marco de referencia: “Somos de una generación que ha visto mucho a Les Luthiers, leído a mucho Fontanarrosa y escuchado mucho a Dolina... y creemos que se nota”.
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