MUSICA › LITTO NEBBIA Y MUERTE EN LA CATEDRAL, QUE PAGINA/12 PUBLICA DESDE MAÑANA
El músico habla de la vigencia de esa obra, a cuarenta años de su publicación original. La edición de lujo incluye un libro con fotografías, letras, poemas y escritos, sonido remasterizado y la recuperación de la icónica portada de Pérez Celis.
› Por Claudio Kleiman
Mañana, 21 de julio, Litto Nebbia, el padre del rock en español, cumple 65 años. Y Página/12 lo homenajea de la mejor manera: celebrando su obra. En este caso, conmemorando otro aniversario, el número 40 de la edición de Muerte en la Catedral, el álbum aparecido originalmente en 1973 y considerado no sólo entre lo mejor de la prolífica obra de Litto, sino también como uno de los grandes álbumes de la historia del rock nacional. La edición de lujo fue supervisada por su propio creador e incluye un libro con fotografías, letras, poemas y escritos, sonido remasterizado y la recuperación de la icónica portada de Pérez Celis, constituyéndose en la reedición definitiva de este clásico. La ocasión es ideal para sentarse a conversar con un Nebbia siempre hiperactivo y de buen humor, en una panadería y bar ubicada en la esquina de su cuartel general de Villa Urquiza, Melopea, que el músico suele utilizar como una especie de oficina paralela. El lugar, de alguna manera, recuerda a ese Buenos Aires reflejado en el álbum, y resulta ideal para la evocación.
–Muerte en la Catedral es un disco que marca el inicio de muchas cosas: por un lado, es el primer disco que hizo con Jorge “Negro” González y Néstor Astarita. ¿Cómo se da el comienzo del trío?
–Era una época en que el Sindicato de Músicos era realmente un templo de músicos, imaginate que vino una elección y ganamos. Yo era vicepresidente, Rodolfo García secretario, el hermano del Gato Barbieri tesorero, estaban Santiago Giacobbe, Rodolfo Alchourrón, Manolo Juárez, toda la crema del jazz manejando el sindicato, y había lecciones de música, improvisaciones, una actividad infernal. Estaba un santiagueño que manejaba el restaurante, cocinaba bien y cobraba barato, entonces era un lugar al que te daban ganas de ir. Y encima el Negro (González) dentro del sindicato tenía un bolichito que vendía instrumentos usados; había salitas de ensayo con un piano, y un día me dice “vení, vamos a agarrar tres horas de ensayo, a tocar lo que salga”. Yo llevé algunos cifrados, nos pusimos a tocar, y enseguida dijimos “¿por qué no llamamos a un baterista y hacemos un show?”. Y él me dice “esperá hasta el sábado, que viene un amigo mío de Suecia que está allá tocando free jazz”. Era Astarita. Cuando viene, nos ponemos a sacar temas y da la casualidad de que justo tengo que grabar un disco para la RCA, se arma ese trío y lo grabamos.
–Pero usted se había ido de RCA a un sello independiente como Trova, donde grabó con el trío Huinca y luego Despertemos en América como solista. ¿Cómo se produce el regreso a ese sello?
–Te lo cuento cronológicamente, porque es cómico, parece un chiste. Cuando se terminan Los Gatos, yo grabo mi primer disco como solista, pero no lo querían sacar, porque decían que Litto Nebbia no era un nombre comercial, que no pegaba. Y yo les decía: “¿que querés que me ponga, Batman? ¡Si yo me llamo así!”.
–Finalmente sale y vende muy bien, con el éxito del tema “Rosemary”.
–Pero los tipos no lo movían ni vendiendo millones. Nosotros con Los Gatos ya habíamos vendido en ese momento un millón y pico de discos, y vos ibas a la mañana al sello y no te dejaban entrar, te trataban como el culo, en vez de hacerse amigos, ya que uno les hace ganar tanta plata. Entonces yo sigo y redoblo la apuesta; el segundo disco es menos comercial que el primero y el tercero es Nebbia’s Band, que es peor todavía, con temas de once minutos. Ahí directamente me dicen: “eso no lo va a entender nadie”, y no editan el disco. Entonces me voy a Trova y le digo al tipo (Alfredo Radoszinsky) que no estoy más en RCA, porque considero que si vos no me querés sacar un disco, entonces ya no estoy. Pero además se me ocurrió una cosa: no le vamos a poner Litto Nebbia en la tapa sino Huinca, y yo aparezco caminando de espaldas, al fondo, entonces no le podían hacer un juicio. Cuando terminó Huinca, estábamos todos contentos, se vendió bien, pero el grupo se desarma porque los otros dos músicos se van a Canadá, entonces empecé a grabar Despertemos en América, que era otra cosa completamente diferente. Ahí sí, el de Trova recibe un llamado de la RCA diciéndole que tengo que volver, que tenía contrato, y que si no les iban a armar un quilombo a él y a mí. Yo para defenderme argumento que me vine a grabar ese disco porque no me sacaban Ne-bbia’s Band, entonces lo publican, y al mismo tiempo se editan Nebbia’s Band y Despertemos en América, pero a éste enseguida lo prohíben, simplemente por el nombre. Salen dos discos en una semana, para dos sellos distintos, pero yo no tengo nada, porque Nebbia’s Band ya no existía y al otro lo habían prohibido. Entonces, en medio de ese franeleo de que te apreciamos, volvé acá, y toda esa mierda que te dicen, firmo para grabar un disco nuevo en RCA, que sería Muerte en la Catedral.
–Y ahí es cuando se encuentra con González y Astarita.
–Sí, funcionamos bien porque no hacemos ni rock propiamente dicho ni jazz, salen rítmicas nuevas, que tienen que ver con Brasil y con el jazz, hay mucha acordística, y en vivo hacíamos zapadas e improvisaciones que duraban como una semana (risas). Hay de todo, era una cosa medio rara, bastante avant-garde. Pero lo bárbaro era que tenía una química que llegaba a todos los jóvenes del rock, estábamos en los festivales, en todos lados, estuvimos juntos seis años y pico, y llegamos a grabar una pila de discos. Ellos ya tenían su experiencia de trío, con (el pianista) Baby López Furst, con el que estuvieron casi 20 años, o sea que tenían una formación de grupo.
–El álbum también marca el inicio de su colaboración con Mirtha Defilpo.
–Sí, hay dos canciones que son las primeras que hicimos con Mirtha Defilpo. Una se llama “La Operación es Simple”, que me gusta mucho, y la otra “Mendigo de la Luna”. Después nos gustó el hecho de componer canciones juntos y empezamos a hacer más. Ya en el disco siguiente, que es Melopea, alrededor del 80 por ciento de las letras son de ella.
–Si bien los temas son diversos, Muerte en la Catedral tiene una cierta unidad que lo recorre, como una especie de obra integral.
–Ahora lo he estado revisando para la presentación en vivo, porque pienso tocar el álbum entero con las canciones en el mismo orden que están en el disco, y me doy cuenta de que tienen un entretejido. Comienza con un tema que pareciera que va a abordar la proyección folklórica, “Vals de mi Hogar”, pero ya de movida el tema que sigue es medio funky, “El revólver es un hombre legal”, con una armonía compleja y arreglo de vientos. Después va un acústico, “Señora Muerte”, con muchas guitarras, psicodélico, y después viene “Mendigo de la Luna”, que es bien McCartney, aquella onda inglesa. Me parece que el disco tiene una unidad, pero muestra un montón de caminos en los que yo me manejo con la composición, que puede ser la parte más acústica, más folk, o la parte más jazzera, y también quise meter dos temas con los arreglos de cuerdas de (Rodolfo) Alchourrón, donde tocan varios de los músicos de Piazzolla, como Antonio Agri, Reinaldo Nichel, Fernando Suárez Paz. Uno de ellos es “El otro cambio, los que se fueron”, que pusimos al final del lado uno del LP porque no sabíamos dónde meterlo; todo el mundo me decía que estaba loco, cómo iba a grabar una cosa así, que era muy difícil, que nadie lo iba a escuchar. Y, sin embargo, finalmente es el tema que más se desprende (ver recuadro).
–El disco está cruzado por muchas de las corrientes musicales que confluían en ese momento, el jazz-rock, el rock progresivo.
–Hay un lindo solo de viola de Roque (Narvaja) en “El revólver es un hombre legal”, hay un par de temas, “El revólver...” y “Mendigo de la Luna”, donde están los vientos de Alma y Vida, que son Gustavo Moretto y Bernardo Baraj en trompeta y saxo tenor, yo les pasé algunas melodías que estaban inspiradas en el hermoso disco de Laura Nyro, New York Tendaberry. En “Dios en más” toca Ciro (Fogliatta) el órgano y Moro la batería, es el más rockero. También hay un tema muy lindo que es “Señora Vida”, que originalmente era el lado B del simple “Vals de mi hogar”, y lo pusimos en el CD como bonus track. Y hacíamos todo eso sin nada de equipamiento, yo toco un órgano que era de la RCA, piano, las rítmicas con mi (acústica) Repiso, y las eléctricas con la Gibson 335.
–Llama la atención que fue grabado en sólo 40 horas, poquísimo para los standard actuales.
–Eso habla de que nosotros ya teníamos experiencia, porque yo grabé el primer disco cuando tenía 15 años, con Los Gatos Salvajes, entonces en ese momento ya tenía varios discos encima. Además no podías delirar mucho porque se grababa en ocho canales. Las bases de trío las grabamos todos juntos, estábamos muy bien ensamblados, después cantaba en una toma. Las dos canciones con cuerdas también están tocadas junto con la orquesta, con auriculares para oírme mejor, no te olvides de que la sala era muy buena.
–“Muerte en la Catedral” es como una pequeña sinfonía, dura casi nueve minutos.
–Sí, es muy importante porque es el tema que da título al álbum, y tiene que ver con la letra. La idea central en “Muerte en la Catedral” es que nadie tiene más fe, porque eso es lo que pasaba en el país en ese momento, por los milicos, por el sindicalismo, por lo que fuere, había un descreimiento total. Entonces es un tema que recorre las letras del álbum, porque “El revólver es un hombre legal” también habla de eso, es como decir que una expresión de violencia se acepta que está bien, como si fuera una moneda corriente.
–Hay una presencia de la muerte en varias de las letras, “Señora Muerte”, “Muerte en la Catedral”, también aparece en “Mendigo de la Luna”. ¿Tiene que ver con la violencia política que empezaba a aparecer en el país?
–Yo creo que ese pensamiento está hablando en casi todas las canciones de un cambio personal, de evolución, de crisis, de decir ahora ya soy más grande y no voy a hablar de cotillón, ni del campo, voy a hablar de cosas más pesuti. Y lo primero es darme cuenta dónde estoy parado, cómo es la vida, y pensar escalonadamente cómo son las dos cosas, lo que vivís y adónde vas. No le tengo que huir como teniéndole miedo, ni tampoco pensando que es algo que nadie quiere oír, porque le da miedo tocar ese tema. Al contrario, yo creo que uno habla y exorciza con la palabra el temor que pueda tener alrededor de esas cosas. Ok, nadie se quiere morir, ¿pero cómo no vas a poder hablar de eso?
Litto se entusiasma hablando de la reedición de Muerte en la Catedral, que incluye un libro que es una pieza de colección. “El libro no salió con el disco, se vendía aparte. Se hicieron dos ediciones, se agotó y no se reeditó nunca más. Traía poemas, muchas de las canciones escritas a mano, con dibujitos y los tonos para guitarra, todo hecho con tinta china, algunas fotos, mi discografía de esa época y otras cosas. Pero lo más cómico es que comienza con una especie de ensayo que hago sobre la música popular, en 1973, y parece que lo escribí esta semana. Lo leés ahora y es todo más o menos igual, pero con otras caras. Le agregamos un comentario actual que hizo el historiador Mario Antonelli, y un comentario realizado en ese momento por Jorge Andrés en La Opinión –que era como el Página/12 de esa época–, que está bueno porque el tipo habla de la falta de creatividad y todo eso, y que este disco es un hallazgo dentro de todas las porquerías que salen”, explica Nebbia.
–La tapa del disco es muy recordada.
–Sí, sucedió que me encuentro por la calle con Pérez Celis, me cuenta que siempre ponía discos míos cuando pintaba, y me preguntó qué era lo que estaba haciendo. Le conté, y me dice: “Entonces yo te voy a hacer la Muerte en la Catedral”. Estuve en su atelier en La Boca, le toqué algunas canciones y él hizo ese cuadro, que además tiene como unas veinte continuaciones y variaciones, siempre con ese motivo.
Nebbia también se prepara para apoyar este aniversario con cinco presentaciones, donde va a interpretar el disco en su totalidad. Estas serán el 26 de julio en el Teatro 3 de Febrero de Paraná y el 27 del mismo mes en el Parque España de su ciudad, Rosario. El 3 de agosto será la presentación en Capital, en La Usina del Arte, La Boca; el 22 de agosto en el Teatro Municipal de Lomas de Zamora y el 29 de ese mes, en el Teatro Niní Marshall de Tigre, donde además se le concederá una distinción como ciudadano ilustre del barrio en el que reside hace seis años. Lo acompaña una formación de su grupo actual, Aire Fresco, que incluye a Juan Ingaramo en la batería y percusión, Leopoldo Deza en flauta y teclado, y Ernesto Snajer en guitarra. “Igual pienso seguir todo este año tocando buena parte de este disco, porque ya estuvimos ensayando algunos temas, y parece un material hecho hace poco. No es que me preocupe si es viejo o joven, sino que las canciones están bien hechas”, aclara Litto, para continuar diciendo que “además me pasa otra cosa, que actualmente los toco un poquito más sosegado, y por la manera en que los canto, con toda sinceridad, me parece que están mejor ahora, porque tengo otro relax para tocar. A esto sumale que los pibes que me acompañan, algunos de los cuales no habían nacido cuando lo grabé, están contentos. Además vamos a hacer el DVD, con tres cámaras, para editarlo el año que viene. Porque cuando hicimos el disco no había ni videohome, no hay nada filmado. Por lo menos el que lo escuche ahora va a tener la imagen de cómo suena eso 40 años después. Y mi hija Miranda, que dirige el DVD, va a hacer entrevistas con gente de la época, como Astarita y González, reconstruyendo un poco la historia”.
–¿El hecho de volver a sacar los temas le provocó alguna reflexión en especial?
–Me parece que el disco está bueno, que resiste el paso del tiempo. A veces me hace reír, pensando las locuras que uno hacía en esa época, ¡y había miles de tipos a los que les gustaba!
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