Vie 23.08.2013
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MUSICA › SOFIA VIOLA PRESENTA ESTA NOCHE EN EL CAFF JUBILO, SU TERCER DISCO

“Tanta información te desnaturaliza”

Con un trabajo paciente pero metódico, la cantante fue abriéndose paso en la jungla urbana a través de discos artesanales como Parmi y Munanakunanchej en el Camino Kurmi: canciones nacidas entre la ciudad y la fascinación por la naturaleza.

› Por Sergio Sánchez

Sofía Viola pasó de Remedios de Escalada a Núñez, pero su personalidad barrial se mantiene intacta. Su forma de hablar, su idiosincrasia y su fascinación telúrica se conservan a pesar de no vivir más en el conurbano bonaerense. Aunque ahora confiesa estar más hogareña y no tan vagabunda. De todas maneras, los viajes siguen siendo el motor de sus canciones: los paisajes y los personajes mundanos siguen ocupando un lugar central. La urbanidad y la naturaleza conviven en armonía en sus composiciones. “Quiero estar en un hábitat como los que describo, porque viajé y conocí lugares que me hicieron valorar la naturaleza”, resalta Viola. “Cuando te das cuenta de lo que es la naturaleza, no querés ver un edificio ni un ladrillo. La urbanidad es

inevitable cuando se vive en la ciudad, a menos que esté todo el día dentro de casa. He callejeado muchísimo. De trenes, colectivos y de calles salieron un montón de canciones”. Pero ¿quién es Sofía Viola? Es una cantora y compositora de 24 años que hace tiempo viene girando por el under con dos discos caseros bajo el brazo. Ahora acaba de publicar su tercer trabajo, Júbilo, que contó con minuciosos arreglos y producción de Ezequiel Borra. Y lo presentará oficialmente hoy a las 21 en el CAFF, Sánchez de Bustamante 764.

Coherente con su tiempo, en la canción de Viola parece caber de todo: folklore andino, chanson francesa, cumbia, vals, tango, canción rioplatense y una paleta amplia de colores y sonidos. Si bien eso ya había quedado claro en Parmi (2009) y Munanakunanchej en el Camino Kurmi (2010), ahora termina de definir su estética. De hecho, en Júbilo la instrumentación también es abundante: hay vientos, teclas, percusiones (caja africana, caja chayera, bombo legüero, redoblante) y muchas cuerdas (bajo, contrabajo, guitarra eléctrica, acústica y criolla, charangón). Y hasta hay un arpa paraguaya y dos canciones en guaraní. Su mérito, quizá, radique en su particular modo de interpretar y pararse en un escenario. Sofía Viola es muy escénica y su voz no pasa inadvertida. Es una juglar contemporánea. Su música tiene humor, calle, irreverencia, desfachatez y riesgo. “Mi viejo es muy chistoso y mi mamá también”, cuenta Viola. “Hice también como cuatro años de teatro con Raquel Pardo y quizá por ahí también viene el humor. Aunque siempre me salió solo. No quiero sobreintencionar las canciones, sino que trato de que sean naturales y frescas; no forzar nada. En este disco me comprometí más con la música que con el chiste. Quería un repertorio alegre aunque, por ejemplo, ‘Me han robado el mar’ es un drama”. La canción que cita Viola fue furor en YouTube: se recomienda su escucha.

–¿La ciudad le genera conflicto o encontró una armonía?

–Somos un montón de gente habitando este cuadradito y tenemos que empezar a irnos a alguna parte porque no entramos más. Me apabulla cuando tengo que ir a algún lugar y tengo que contar con dos horas más para poder llegar puntualmente. Que anden tan mal los medios de transporte me pone un poco loca. A la vez, me la banco porque nací en Buenos Aires. Con respecto al ruido, no puedo asistir a lugares nocturnos de música alta y gente fumando. Me convierto en una antisocial antitabaquista. Voy a conciertos, pero no soy de salir mucho. Si viene Fernando Cabrera, voy a verlo. Me pasa también con Leo Masliah o Rubén Rada. Al haber tenido tanta noche desde chica, ahora con apenas 24 años no quiero saber nada.

–¿Desde chica quiso recorrer la calle y viajar?

–Sí, desde que me dieron libertad para ir a la casa de alguien y volver sola. Se me fue de las manos. No podía pasar por casa. No sentía que mi casa ésa fuera mi casa. Mi lugar era más la calle y la casa de los demás. Me gustaba caminar y andar vagabundeando. Me costó en ese momento permanecer quieta. Mi viejo me reprochaba que saliera todos los días. Tenía una especie de ansiedad de vivir cosas y quería hacerlo todo ya. Después de que viví tantas cosas intensas, me tocó el momento de bajar un cambio. Ahora me gusta mucho cocinar, cuidar las plantas y disfrutar la casa. Creo que es otra etapa. Pero hay cosas de las etapas que hay que agarrarlas. Ser hogareña me sirve, porque me gusta que haya una armonía en el espacio, porque sé que puedo trabajar mejor así. No siempre hace falta tener un campo para sembrar y estar en contacto con la tierra. De hecho, caminando por la calle, veo un árbol lindo y suspiro. A veces tanta información te desnaturaliza.

–¿Y en qué momento aparece la canción?

–Hay disparadores. Al principio inventaba historias. Como hacía teatro, como una imaginación inmediata. Después empecé a escribir acerca de cosas que les pasaban a otros y tardé un poco más en decir lo que me pasaba a mí. No quería que supieran lo que me pasaba. Pero después empecé a ser parte del personaje que soy en la vida real. Me he enamorado muchísimas veces y cada enamoramiento disparaba un montón de canciones. Hay mil maneras de decir lo mismo, pero con distintos géneros y palabras. Antes me daba vergüenza decir “corazón” y “amor”, entonces decía “páncreas” e “hígado”. Por eso el primer disco tiene algo punk. Es que me parecía muy cursi hablar de amor. Sobre todo porque la música que escuchamos en la radio habla todo de lo mismo y yo no quería ser parte de lo mismo. Después, me inspiran situaciones de la calle. “Pancho en Constitución” la escribí en el tren, viajando desde Témperley. “Tío Conrado” es un personaje que conocí en San Marcos Sierra y merecía una canción.

–En su música hay una paleta amplia de géneros y colores. ¿Cómo busca lo que precisa cada canción?

–Es que escucho mucha música. Si escucho el folklore de El Cairo termino haciendo música egipcia, porque soy bastante esponja. Me influye un montón lo que escucho y lo que leo. Empecé a leer libros hace poco. Empecé a leer a Henry Miller y me voló la cabeza. Por otro lado, tengo muchas cumbias porque me encanta la música colombiana. Cuando me viene una canción, viene con ritmo de cumbia. Lo mismo con la música uruguaya y con el tango. Lo poco que escuché de música francesa se me adhirió. Está bueno dejarse influir por distintas cosas para no terminar siendo un cuadrado. De escuchar tanta música hace que a la hora de componer me aparezca cualquier ritmo. Mi viejo me pasó algo de jazz, pero mi vieja escuchaba más música. En casa se escuchaba mucha salsa y merengue, música muy arriba. Mi viejo, por ejemplo, me recomendó Manu Chao y El Chango Rodríguez. Mi mamá un día nos hizo escuchar a mi hermano y a mí Chuck Berry y Little Richard, y nos quedamos con la boca abierta. Y salimos corriendo a comprar discos. Y una vez mi abuela puso un casete de Tita Merello y me cambió la vida. Cuando viene una cosa muy grosa, me modifica. Ahora estoy escuchando mucho Cabrera y Daniel Melingo. Hay que prestarle atención a la música. Se escucha mucha música de fondo y eso no es escuchar música.

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