MUSICA › ALICE IN CHAINS EN EL LUNA PARK
› Por Mario Yannoulas
Los fans no estaban tan equivocados. Lo pudieron haber pensado las ocho mil personas que colmaron el Luna Park el sábado: primera oportunidad del público argentino de chocar con Alice in Chains y constatar que siempre fueron reales. De carne y hueso. Y sinceros.
El cuarteto que debutaba en suelo porteño no era el mismo que sorprendió al mundo en los primeros ’90 y ayudó a constituir la identidad grunge de ese tiempo, al menos no desde la formalidad inmediata. La muerte de Layne Staley –cantante excepcional y gran responsable de la cosmogonía que afectó a toda una generación–, ocurrida hace más de una década, obligaba a despedirse de la dupla explosiva que formó junto a Jerry Cantrell, un guitarrista esencial, de los más personales de su tiempo. Ya no es posible, entonces, ver en vivo a la supernova creativa del grupo. Después de un tiempo, Cantrell había resuelto reinstalar Alice in Chains y grabar dos nuevos discos –el último, editado este año, titulado The Devil Put Dinosaurs Here– con el no tan célebre William DuVall como vocalista central y Michael Inez en el bajo, lugar que originalmente ocupaba el también fallecido Mike Starr. Centrada en el bombo, la leyenda “LSMS” pretendió recordarlos con gratitud.
Los fans no estaban tan equivocados. Eso parecían pensar cuando el minuto cero de la noche regaló el riff de “Them Bones”, punto iniciático de Dirt, esa gema de 1992. Como reemplazar a Staley es imposible, DuVall se mostró relajado y cumplió muy bien su papel, tanto en lo vocal como en modo frontman. Y la guitarra de Cantrell... qué decir. Envolvente, verosímil. Siempre con el dedo en la llaga de la mediocridad. Demostrando por qué está entre los más influyentes de los ’90. La saga con “Dam That River”, track contiguo del mismo álbum, selló el idilio entre la banda y su gente. Se saltaba, se revoleaban brazos, se cantaba cada estribillo. ¿El sonido? Más claro, échenle agua. “Ah, la están rompiendo”, comentó un atinado.
La presentación de un par de temas de sus producciones recientes –“Hollow” y “Check my Brain”– no sólo no desentonó, sino que invitó a prestarles más atención. “No estábamos tan equivocados”, habrán pensado los que en estos últimos años pudieron chequear en vivo la experiencia grunge de Pearl Jam y la filo-grunge de Stone Temple Pilots. Por eso, así como en “Black” de los primeros y “Plush”, de los segundos, el coreo del riff de “Man in the Box”, primer y más importante hit del grupo, rubricó una relación amorosa entre el público argentino y este movimiento artístico.
“No sé si es necesario decir que vinimos desde muy lejos para tocar acá”, apuntó Cantrell en su primera interacción con la masa local y, casualidad o no, sonaron las notas de “Got Me Wrong”, canción del EP Jar of Flies que mucho dice sobre el sonido de las bandas de Seattle. El grunge: un movimiento que ha perdido a muchos de sus protagonistas más importantes –Cobain, Staley– y cuyos cinco años en la cima del mundo alcanzaron para quedar en la historia del rock. Un testimonio vivo del momento en que las corporaciones discográficas sustentaron un cambio rotundo en el mensaje para los jóvenes –con el ánimo de vender, claro–, sin necesidad de recurrir a demasiados personajes prefabricados.
Luego de la presentación de algunos otros temas más recientes –“Phantom Limb”, “Stone”–, intercalados con material de su era dorada –“It Ain’t Like That”, “God Am”–, el tramo final tuvo que ver, nuevamente, con Dirt, tal vez por ser el más directo y sencillo que hayan hecho, abarrotado de riffs y con la mira puesta en el groove. “Junkhead”, “Down in a Hole”, “Would?” y “Rooster” lacraron una noche angelada, una celebración en torno de himnos generacionales que había sido postergada durante demasiado tiempo. Faltaron más canciones para que el sentimiento fuera completo, quizás algo más de Facelift, álbum que empezó a marcar la historia antes de Nevermind. La gente ardía, pero los músicos fueron demasiado poco flexibles como para coronar una noche única con un merecido extra. Por lo demás, si un puñado de canciones depresivas deviene en tamaña fiesta, “no estuvimos tan equivocados”, habrán pensado los fans al salir de ese útero musical que Alice in Chains hizo del Luna Park.
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