MUSICA › COMENZó LA NOVENA EDICIóN DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE MúSICA DE USHUAIA
El encuentro arrancó el sábado con una orquesta formada especialmente para la ocasión y dirigida por Jorge Uliarte, a quienes se unió el muy buen pianista croata Goran Filipec. También habrá conciertos este fin de semana, en el modernísimo hotel Arakur, que oficia de sede.
› Por Diego Fischerman
Desde Ushuaia
Hay lugares, y ocasiones, donde ciertas frases de uso común se convierten en casi literales. Pocas cosas tan improbables como que en un concierto pueda estar, en efecto, “todo el mundo”. Pocas cosas más aproximadas a la realidad, si el mundo, en este caso, es Ushuaia y de lo que se trata es de la apertura de la novena edición del Festival Internacional de Música. Y es que casi setecientas personas, llegando por un camino recién terminado, al auditorio de un hotel gigantesco –y aún no inaugurado–, situado a 800 metros de altura sobre la bahía, para ver y oír una orquesta sinfónica, en una ciudad pequeña y forzosamente aislada, hacen pensar que el mundo –por lo menos ese mundo– está, efectivamente, allí.
Esta nueva encarnación del festival tiene como novedad principal el cambio de sede central. Hasta ahora, ésta había sido el Hotel Las Hayas, que se vendió y cuyos nuevos dueños no se mostraron interesados en que se mantuviera esa función. El Hotel Arakur, ya una suerte de leyenda antes de comenzar sus actividades, fue el que tomó la posta. En construcción desde hace siete años y pronto a inaugurarse en el próximo noviembre, se jacta de tener la máxima tecnología existente en cada uno de los aspectos. La temperatura de la sala de conciertos, por ejemplo, era regulada por computadora, segundo a segundo, según la cantidad de personas que allí había, la medición del propio calor corporal de los asistentes y la apertura o no de puertas, liberándose además oxígeno cuando la cantidad de anhídrido carbónico existente así lo determinaba. El sistema será el mismo en cada habitación y, en cuanto a la sala de conciertos, una serie de dispersores colocados en forma de paneles en el techo se ocupan de que la acústica resulte casi milagrosa para un auditorio de esas dimensiones.
Jorge Uliarte, director artístico del festival, fue quien estuvo en el podio en la sesión inaugural, el sábado a la noche. La orquesta, formada especialmente para la ocasión con integrantes de varias de las mejores del país, interpretó la Obertura Egmont, la Sinfonía No 5 y, junto al muy buen pianista croata Goran Filipec, el Concierto No 5 de Ludwig van Beethoven. Con fuerza y sostén en las cuerdas graves y una excelente actuación de las maderas, entregó versiones comprometidas e intensas de obras clave del repertorio. Filipec, por su parte, con digitación impecable y exactitud en el tempo, transmitió impulso y seguridad a la orquesta. El papel de conductor, en esta edición del festival, en la que se tocará la integral de las sinfonías de Beethoven, además de algunos de sus conciertos y obras breves para orquesta, es por primera vez alternado entre varios y, en el concierto del martes a la noche, con las Sinfonías 4 y 8, estuvo en manos de Carlos Bertazza, quien usualmente se desempeña como asistente en la Filarmónica de Buenos Aires y ya había dirigido el domingo la primera parte del concierto de Facundo Ramírez, con una versión para cuerdas y piano –adaptación hecha por el solista del arreglo original para cuerdas de José Bragato– de las Cuatro estaciones porteñas, de Astor Piazzolla.
En la segunda mitad de ese concierto, Ramírez, junto a su cuarteto y con la cantante Mónica Abraham en el tramo final, hizo una serie de versiones de piezas de su padre, Ariel Ramírez, que, además de los temas inevitables –e inevitablemente esperados por la audiencia– recorrió piezas sumamente valiosas y prácticamente olvidadas, como “Agua de dos patrias” y algunos de los estudios para piano. Pianista virtuoso y expresivo, Ramírez, junto a Fabián Leandro en guitarra, Lucas Rosenwasser en bajo y Ulises Lescano en percusión, recrea estas piezas sin mimetizarse con su padre pero, al mismo tiempo, con notable fidelidad a su espíritu. En particular en el uso rico de la percusión recuerda las tempranas grabaciones de Ariel Ramírez con Domingo Cura, su temprana grabación de un dúo con un zapateador (“Cuatro rumbos”, de 1960) y aquel Folklore para un nuevo tiempo, un disco extraordinario registrado en 1966 junto a un grupo de percusión, el Conjunto Ritmus, que dirigía Antonio Yepes.
El lunes, Filipec dio un recital solista, con obras de Chopin, Liszt y Macek y ayer fue el dúo de pianos de Iván Rutkauskas y Marcelo Ayub el que se internó en atractivo repertorio, que pasó por Mozart, Shostakovich, Milhaud, Brahms, Piazzolla y Saint-Saëns. Hoy, la orquesta, conducida por Fernando Ciraolo, hará escuchar las Sinfonías 1 y 3 de Beethoven y, entre lo que sucederá en los próximos días se destaca el recital de violoncello que Eduardo Vasallo brindará mañana a las 20.30 en el bellísimo Hotel Los Cauquenes, con la Suite en Re menor de Johann Sebastian Bach y la Suite Op. 87 de Benjamin Britten. La segunda semana de festival comenzará el sábado 12 con un concierto benéfico, en el que la orquesta de presentará con Uliarte en el lugar del director, y con Keneth Renshaw, reciente ganador del Premio Yehudi Menuhin, como solista de violín, haciendo, de Beethoven, la Sinfonía No. 7 y el Concierto Op. 61. El domingo actuará la Orquesta de Cámara Municipal de Rosario, que dirige Pablo Dzodan y el lunes 14 Vasallo, esta vez junto a la pianista Cristina Filoso, comenzará por una de las sonatas originalmente escritas para viola da gamba y clave por Johann Sebastian Bach y concluirá con “Le Grand Tango”, de Piazzolla.
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