MUSICA › EL HOMENAJE DE SUSANA RINALDI A CORTAZAR EN CLASICA Y MODERNA
La cantante y actriz sostiene que la idea del show es “recordarlo juntando sus textos con algunas historias que compartimos y con los tangos que prefería”. Y, como legisladora de la Ciudad, propicia un monumento a Cortázar en la plaza que lleva su nombre.
› Por Diego Fischerman
Es, sin duda, uno de los personajes más interesantes de la cultura argentina de los años recientes. Legisladora en la ciudad de Buenos Aires por la lista que encabezaba Aníbal Ibarra y apoyaba la candidatura de Daniel Filmus a jefe de Gobierno, vicepresidenta segunda de la Asociación Argentina de Intérpretes, actriz y cantante, sus discos de los años ’70 cambiaron el paradigma del tango de entonces. Un repertorio nuevo (Eladia Blázquez, Héctor Negro) y una mirada distinta para los tangos de siempre (agrupados, y pensados, desde los poetas y los poemas) cambiaron, también, la escucha que otros tenían del género. Y uno de los que escuchó a Susana Rinaldi fue Julio Cortázar, que escribió un texto para la edición europea del ya legendario “A un semejante”.
El exilio, durante la última dictadura militar argentina, la llevó a París. Y allí se convirtió, sencillamente, en la encarnación del tango argentino, con esa exacta combinación entre roña y sutileza que siempre caracterizó a los mejores. “La idea es sencilla, recordarlo juntando sus textos con algunas historias que compartimos y con los tangos que prefería”, dice Rinaldi acerca del espectáculo que viene presentando en Clásica y Moderna (Callao 892), cuya última función será hoy a las 21. “Queremos seguir haciéndolo, pero es un espectáculo que no quiero ni puedo hacer sin Juan Esteban Quacci (el pianista con el que comparte sus proyectos musicales desde hace años) y depende, por lo tanto, de que él pueda estar en Buenos Aires.” Ella siente, por otra parte, que el tango es muchas veces –y todavía– menospreciado y reivindica “la poesía que incorporó el tango-canción en los años ’40 y ’50, y después ni hablar, con Eladia (Blázquez), con María Elena (Walsh), con Héctor (Negro); el tango, como tanta cosa, es el estigma. Y así como hay gente que detesta al rock en sí mismo, y en conjunto, también sucede lo mismo con este género. Me di cuenta de qué era, ahí atrás, lo que me molestaba. Y era que, por mi formación de actriz, siempre había buscado exactamente lo contrario: la forma más apropiada de hacer participar al tango, de juntarlo con otras disciplinas, de pensarlo en conjunto con otras artes, con la historia, con el pensamiento, para que la cosa no se divida de una manera tan torpe”.
Rinaldi, como legisladora de la ciudad, propicia un monumento a Cortázar en la plaza que lleva su nombre, “para que los jóvenes lo vean allí, para que sepan por quién la plaza se llama así, para que no tengan que ir a buscar a ver quién era”. Y, como artista, busca que “Julio no sea sólo un monumento, que sea un hombre”. Y reflexiona, también, sobre el destino de Cortázar en la Argentina, donde fue “tantas veces ninguneado”. “Hay que ver –dice– el respeto que le tienen en Francia y en muchas partes del mundo. El único lugar donde se lo discutía era acá. Y él quería volver. Tenía el plan de hacerlo. Le daba una inmensa alegría ver, cuando se acabó la dictadura, la alegría de la gente. Pero después se enfermó y eso para él fue un adelanto de la muerte, fue terrible.” Cuenta que a Cortázar le gustaban también los tangos cómicos y que por eso incluye algunos en el espectáculo. De los poemas del escritor, sólo uno. “El mismo decía que no eran buenos, no le gustaban”, dice.
Para ella, la elección del repertorio siempre fue algo trascendental. “El teatro me dio una forma particular de relación con los textos. Y me permitió darme cuenta de que en el tango hay parejas de poetas y músicos que son inolvidables: Troilo y José María Contursi, por ejemplo; Cobián y Cadícamo, son inevitables. Son conjunciones extraordinarias. No puede mezclarse todo. Eso no es lo mismo que ‘Mano a mano’, y digo esto consciente del poco respeto que esa canción me inspira. No se trata de hablar mal de algo pero sí de diferenciar, de destacar lo sublime de lo burdo, de lo pacato, lo transitorio, lo que le saca el jugo al machismo y nada más que eso.” Habla del autoritarismo en algunas letras de tangos, del autoritarismo a secas y, claro, del autoritarismo en relación con el mercado musical. “A mi generación le hizo mucho daño. Esa alianza entre un pequeño sector de los comunicadores y un público muy cerrado fue, para aquellos que pensábamos que el tango tenía que poder evolucionar, algo terrible. Te sacaban de todas partes. Piazzolla lo sufrió mucho, por supuesto. Y si uno lo piensa hoy, en que su música es una de las que más cabalmente nos representa, esa falta de reconocimiento por parte de algunos no podría ser más injusta.” Ella, no obstante, como en aquella notable canción de María Elena Walsh, volvió, y volvió a irse y volvió a querer volver. “Para muchos, que no nos resignamos a vivir afuera, el volver aquí tiene que ver, también, con no despreciar a la gente que nos quiere; a la que pone su empuje, a la que tira para adelante, a la que a una la sostiene. Y este reconocimiento a don Julio, como yo lo llamaba, tiene que ver un poco con eso. Y yo sé que digo la verdad, que hablo de lo que me sorprendió, de lo que viví. Y sé que, a esta altura del partido, puedo decir lo que se me dé la gana.”
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