Sáb 30.11.2013
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MUSICA › LA VIDU PRESENTARA MAÑANA SU SEGUNDO DISCO, REMANDO LA HISTORIA, EN EL MUSEO DE BOCA JUNIORS

Entre tangos, Hermética y los Redondos

Esta orquesta típica nacida en Florencio Varela mezcla sin prejuicios milongas tradicionales, dos por cuatro de factura reciente y versiones de canciones rockeras.

› Por Cristian Vitale

Cuando La Vidú lanzó su primer disco, tres años atrás, dos intenciones quedaban expuestas: una identidad barrial pegada a los suburbios de Florencio Varela, cuna de la orquesta, y una estética que por arraigadamente tanguera no desdeñaba riesgos. La primera, esbozada en una tapa que, vía muerta, arcos construidos con pedazos de rieles y perros callejeros mediante, contaba bien sobre la reivindicación de un lugar en el mundo. La segunda, atravesada por versiones de tangos viejos y ajenos (“Tu pálida voz”), nuevos y propios (“El mañanero”) y una visita en clave afín del “Blues de la artillería”, de Los Redonditos de Ricota. “Recuerdo escuchar al Indio decir ‘vamos a hacer un tanguito’ antes de tocarlo”, arranca Gabriel Bartolomei, fundador, director, compositor y violinista de esta orquesta típica que ahora fue por más, sin correrse de la senda. Remando la historia, el nuevo disco que la agrupación mostrará mañana en el museo de Boca Juniors, en el marco del Festival de Tango Independiente, repite la secuencia anterior: “Ojos negros” (viejo y ajeno), “Dios” (nuevo y propio) y dos “pases” de rock a tango.

–Uno es “Gil trabajador”, de Hermética. ¿Por qué?

–Por una historia fuerte. Tengo un amigo que, mientras yo escuchaba Spinetta o Vox Dei, él iba a ver Hermética y me decía “escuchá esto, Gaby”. Soy sincero: no entendía nada, no podía cazar ese ritmo tan para adelante, hasta que me regaló Acido argentino en vinilo y me enamoré de ese disco. Esto como marco. Respecto del tema, la letra tiene mucho que ver con todo lo que vivimos durante años. Mi viejo, por ejemplo, tuvo dos laburos durante veinticinco años para bancarnos a nosotros: se iba a las 9 de la noche, venía a las 3 de la tarde y dormía cuatro horas.

–¿Cómo fue el proceso de adaptación de la versión?

–Me senté a escuchar el vinilo varias veces, después agarré la guitarra, saqué toda la armonía, escribí toda la melodía, y empezó a salir solo. La verdad es que para mí nunca existió el corte de la poesía entre el tango y el rock, siempre hubo un hilo conductor, desde Manal, Vox Dei y Almendra hasta Los Piojos, Hermética y Los Redondos. No hay un corte.

La otra versión que Bartolomei y sus catorce laderos corrieron para el lado del tango es “Esa estrella era mi lujo”, de Solari y Beilinson, que en el disco figura como yapa de las once piezas anteriores. “La idea de hacerla surgió de una invitación que tuvimos para tocar en Mundo redondo, el espectáculo que hacen Sergio Dawi y Semilla Bucciarelli, y la verdad es que este tema no tiene la energía tremenda del ‘Blues de la artillería’. Es más sutil, más armónico, y eso nos pareció que valía un montón para ofrecer como regalito en el disco”, refleja este inquieto músico parado entre el rock and roll y el tango, que debe tal cruza también al padre. “El es un melómano de Osvaldo Pugliese y un fanático total del tango. Escucha dos o tres compases y te dice qué orquesta es y qué cantor, y a mí me costó un montón poder reconocer estilos y orquestas, pero él me taladró la cabeza, nunca aflojó”, se ríe. “Incluso una vez me dijo ‘mirá, acá tengo las entradas para ir a ver a Spinetta, que presenta Don Lucero en Obras, pero antes vamos a ver a Pugliese. ¡Hicimos Pugliese y Spinetta el mismo día! Creo que eso explica bien las intenciones de La Vidú.”

Entre las doce piezas que pueblan el disco figura también un emotivo homenaje al guitarrista piojo y pelotero Tavo Kupinsky, muerto hace dos años en un accidente de tránsito (“Zurda piojo”); una atrevida incursión de percusión afrolatinoamericana a través del grupo Palenque en la milonga “Cuarto oscuro”; y una milonga campera atravesada por la pluma de Barolomei (“Julián”), en la que interviene Gustavo Ginoi, guitarrista de la Mississippi. “Se la dediqué a mi hijo y es una gran zapada, la primera de tango que se grabó en la historia, creo, porque hay muchas improvisaciones del género grabadas, pero la impronta que tiene ésta carga con ese espíritu que teníamos cuando nos juntábamos en el garaje a zapar”, arriesga el compositor, “y también destacaría a ‘Dios’, porque tiene una poesía bien Vidú: pinta un mundo oscuro, pero abre una puertita allá, con luz, por la que se puede salir para seguir”.

–¿La impronta es autobiográfica también?

–En parte sí, porque no la he pasado bien muchas veces. Fui guitarrista callejero. Toqué en trenes, subtes y bondis; caí preso varias veces. Hice artesanías, pero era un desastre como vendedor (risas), hasta que al final rumbeé: toqué en quintetos, en cuartetos y en tríos, hasta que se me metió en la cabeza que tenía que armar una orquesta en mi lugar, el barrio Belgrano, de Varela, y no paré hasta concretarlo.

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