MUSICA › PEDRO CHEMES HABLA DE SU DOBLE CD Y DVD TANGO Y ORIGEN
El guitarrista aporta con este trabajo su visión sobre el inicio y el devenir del 2x4, que va desde “El Queco” y “Bartolo” hasta la renovación de Astor Piazzolla. Y, además de temas muy transitados como “La Cumparsita” o “Volver”, rescata joyitas ocultas.
› Por Cristian Vitale
Pedro Chemes sopesa lo atrevido del título Tango y origen con la admisión de un límite: “Por supuesto que se pueden hacer mil recortes, porque no hay una sola lectura. Esta no es ‘la’ historia del tango sino un relato”, introduce él sobre su flamante obra y despeja cualquier intención de desmesura que podría suponerse a priori. Tango y origen (disco doble + DVD) implica entonces apenas una visión –la suya– sobre el origen y el devenir del género porteño por antonomasia. Un “peregrinar” por los distintos momentos del tango, como dice él, que reconoce en la díada “El Queco”/”Bartolo” un probable inicio en las “Décimas del Martín Fierro”, un posible antecedente poético, y en “La Cumparsita”, el primer “hit” del disco, un quiebre sin vuelta atrás. “Digamos que es el punto de inflexión: se pasa de los dos tiempos a los cuatro, en un cambio que se dio porque los primeros bandoneonistas no tocaban tan rápido como los flautistas, y todo se hace más lento... Es una tesis de la época”, desarrolla este guitarrista formado entre los dedos de Horacio Salgán y Aníbal Arias, en un intento por diseccionar los núcleos duros de su obra.
El recorte del relato sonoro propuesto por Chemes implica una rigurosa cronología que empieza por el tango de la guardia vieja y sus antecedentes (1880-1920), basado en trío de guitarra, flauta y violín; prosigue en la transición de la guardia vieja a la escuela decariana (guitarra + bandoneón + violín + contrabajo); la mismísima escuela decariana, la década del ’40 y la segunda revolución del tango que encabeza Astor Piazzolla. Cada etapa, claro, graficada con sus piezas más significativas. “Tengo hijos y siempre me ha gustado leer cuentos”, explica. “Entonces, me pareció importante retratar los tangos no desde un lugar estrictamente musicológico sino didáctico, porque veo que en la generación de mis hijos –uno tiene 9 y el otro 13– no existe el tango, directamente. Me pareció bien hacer un relato, mostrar que el tango tuvo diversas facetas, que tiene un origen, que tuvo distintas instrumentaciones y colores, y que es un elemento importante que puede ayudar a enriquecer otros géneros. O a transformarse, ¿no? El tango es algo que al menos merece ser conocido.”
Chemes, que además es pianista y compositor, contempla en su relato a los grandes músicos y poetas del tango (Alfredo Le Pera, Enrique Cadícamo, Carlos Gardel, Julio De Caro, Homero Manzi, Aníbal Troilo y Astor Piazzolla, entre otros) y no sólo recrea, junto a un interesante salpicado de músicos, clásicos del género como “Mi noche triste”, “Volver” o “La yumba”, sino también gemas semiescondidas como “19 horas” o la extraordinaria “Fuga 9”, de Piazzolla. “Es como si me sentase a contarles una vivencia a un amigo, a un colega o a un hijo. Por supuesto que la contaría desde una subjetividad total, tratando de ser lo más sincero posible”, sostiene uno de los fundadores del Cuarteto de la Ochava.
–¿Y dónde se hace visible esa subjetividad en su caso?
–En lo importante que ha sido lo criollo en el tango. Hay una elección estética, digamos, relacionada con lo que he transitado. Es una cuestión de gustos, que no quiere entrar en el detalle del detalle sino mostrar un panorama. Como dije antes, no tiene ninguna pretensión de ser “la” historia. Hay un concepto que tiene que ver con respetar las distintas épocas en los arreglos... Quise que tenga una unicidad, que no sea algo pesado.
–¿Qué puede haber de nuevo para mostrar sobre “La Cumparsita”?
–Si bien existen los autores, veo el tango como una gran creación colectiva. No sé, hay tantas versiones de algo chiquito y humilde como “La Cumparsita”, que cada músico ha querido poner en ella todo lo que sabe, y hasta incluso se ha querido lucir con ella. Eso es lo que pasa con todos los tangos importantes, donde para mí hay que respetar las ideas centrales. No sé, en mi caso lo que hice fue arreglarla, darle mi impronta, pero respetar cada época. El color de la época, y no sólo con “La Cumparsita”. Una de las cosas lindas que tiene el género es que cada uno ha hecho su camino con algo que es común a todos.
–¿La versión de “Jacinto Chiclana” la tomó de la que grabó Astor Piazzolla con su orquesta del ’48?
–No. Tomé la que hizo con Edmundo Rivero, con la participación de Jorge Luis Borges, con quien se peleó mucho (risas). De Astor también recreo “Fuga 9”, porque, vamos, ¡hay mucha vida después de “Adiós, Nonino”! Además, con ese tema quise reflejar una idea de ciclo, porque la pieza tiene mucho que ver con lo que pasó en el tango en su primera época. Tiene que ver con lo criollo, algo que Piazzolla retoma, cambia... Toma, digamos, un elemento del ayer y hace boommm, para adelante.
–Su versión de “La yumba” revela ciertas audacias.
–Sí. Empecé a transcurrir por varias tonalidades, pero le gustó a Leopoldo Federico y eso me tranquiliza (risas). La verdad es que lo hice con respeto, el tema está totalmente expuesto y le hice variaciones chicas. Por supuesto que no quise copiar la versión de Pugliese, porque no sería mi relato sino el suyo.
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