MUSICA › SKINNY PUPPY EXIGE AL GOBIERNO ESTADOUNIDENSE UNA INDEMNIZACION
La banda canadiense de rock industrial descubrió que sus canciones eran utilizadas para torturar a los presos en la cárcel de Guantánamo. “Les enviamos una factura por nuestros servicios musicales”, señaló el tecladista con ¿ironía?
› Por María Daniela Yaccar
Entre las torturas que sufren los encerrados en la cárcel de Guantánamo hay una insólita: Nietzsche dijo que sin música la vida sería un error, pero esto no aplica para la gente que vive en ese campo de concentración enclavado en Cuba. Todo lo contrario. Son conocidas las reprimendas que sufren los supuestos terroristas que son arrojados ahí y que están, por decirlo sin vueltas, peor que muertos: los que hacen huelgas de hambre son obligados a comer y no los dejan vomitar, también pasan frío, los amarran en posición fetal, tienen las luces encendidas las veinticuatro horas y, por supuesto, son sometidos a las habituales palizas e interrogatorios que conlleva el vigilar y castigar. Por si fuera poco, los torturan con música. “No sólo estoy en contra de que utilicen nuestra música para causar daño, sino también de que lo hagan sin ningún permiso”, dijo el tecladista de Skinny Puppy, una de las bandas que los guardias de Guantánamo supuestamente equipararon a una picana eléctrica.
La de Skinny Puppy –banda industrial de Vancouver, Canadá– es una música que, reproducida constantemente, es tediosa, oscura, densa. Insoportable. Para contrastarla vagamente con buenos conocidos: supera en oscuridad a The Cure y aparenta ser un poco menos poética que Marilyn Manson. Los videos son todavía más controvertidos que los temas: en uno en vivo de la canción “Assimilate”, de 1986, en medio de gritos estruendosos de mujer, el cantante –pelos parados negro azabache– premedita unos minutos con una cuchilla en la mano hasta que se tajea el labio. Así, de una, luego de cantar siete minutos. El que lo vea se preguntará, seguramente, si eso es verdad o mentira: como sea, es expresionismo barato e impactante. En YouTube hay una lluvia de comentarios que adjetivan la secuencia como horrible, desagradable y perfecta para la tortura. Por algo, varios de sus videos fueron prohibidos para la televisión. Sangre, calaveras, muerte, crucifixión: de eso parece que habla “Cachorro delgado”, surgida en 1982 y pionera del subgénero electro-industrial.
El punto es que cuando los Skinny supieron por un ex guardia o por un ex preso –de acuerdo con la versión que se lea– que sus creaciones eran empleadas como instrumentos para torturar seres humanos pusieron el grito en el cielo y con razón. El que habló fue el tecladista, Cevin Key. El discurso es un poco raro. Porque, por un lado, parecen molestos por haber sido usados para semejante fin, pero por el otro se fastidian por no haber sido consultados. Un ser con conciencia social se preocuparía bastante más por lo primero (¿y daría importancia a lo segundo?). “No buscamos un beneficio económico”, aclaró, por suerte, el bueno de Key. Y también contó a CTV News los pasos a seguir: “Les enviamos una factura por nuestros servicios musicales, considerando que, con premeditación, utilizaron nuestra música sin nuestro conocimiento y la usaron como arma efectiva contra alguien”. Skinny Puppy hizo arte infernal con la cifra: 666 mil dólares es lo que pidieron como indemnización al gobierno en concepto de derechos de autor. A su vez, consideran presentar una demanda al Departamento de Defensa de Estados Unidos. En el Pentágono dijeron que todavía no les llegó ninguna factura. Insinuaron que esto podía ser una trampa de la banda para publicitarse y aclararon que en la normativa del ejército norteamericano no se promueve impedir el sueño.
Pero aquí viene lo que realmente importa. Ellos no son los primeros. Y esto se sabe. Hubo otros músicos y solistas que corrieron la misma suerte, que retumbaron entre las paredes de uno de los sitios más inquietantes de todos los tiempos. No se trata exclusivamente de gente con cadenas metalizadas y rostros ficticia o realmente ensangrentados, de gritones o amantes del morbo. La lista es variada y lo que añade a esta historia es que la música es parte de un método sistemático de tortura. Los medios por estos días dijeron que los presos de Guantánamo fueron sometidos a escuchar a Metallica, Rage Against the Machine, Queen, Eminem y AC/DC, pero también cosas más suaves como David Gray, Britney Spears y Christina Aguilera. Y aunque parezca mentira, también las melodías de Plaza Sésamo.
Los medios también dijeron otras dos cosas: que en 2008, un grupo de defensores de los derechos humanos armó una lista llamada “Los éxitos de Guantánamo”, con los nombres de artistas que fueron utilizados para taladrar mentes. La tortura psicológica puede ser más difícil de tolerar que la física. Eso le dijo uno de los hombres que pasó por la base estadounidense, Ruhal Ahmed, a The Guardian. Y Binyam Mohamed, otra persona que estuvo en Guantánamo, contó que los meten en una habitación oscura, los atan, los dejan varios días sin dormir, y cuando tienen las piernas hinchadas y las manos entumecidas la música empieza a sonar. Fuerte. A él lo torturaron con Eminem y Dr. Dre. Veinte días. En general les ponen una canción, o el estribillo, lo repiten mil veces sin interrupción y todo muy fuerte y así los hacen desesperar. También los meten en contenedores, les ponen canciones, para luego interrogarlos.
Tom Morello fue más incendiario con su discurso que los Skinny cuando a él le pasó lo mismo. “Nos gustaría que metan a Bush en una de esas pequeñas celdas y le pongan nuestra música hasta dejarlo sordo”, sugirió el guitarrista de RATM. Sorprende la falta de ética con la que reaccionaron los de Metallica: “Hemos torturado durante años a nuestros padres, esposas y amigos con nuestra música. ¿Por qué los iraquíes iban a ser distintos?”, dijo James Hetfield. En 2008 varios artistas –incluyendo a Metallica, que por lo visto se arrepintió de su indiferencia– se organizaron en una suerte de red, Zero dB (Cero Decibeles), con la intención de terminar con los abusos musicales.
El método “conduce al cerebro al mismo nivel de ansiedad que puede causar el síndrome de estrés postraumático”, apuntó el psiquiatra Stephen Xenakis, general retirado del ejército de Estados Unidos, a la cadena árabe Al Jazeera. A los torturadores les sirve porque pueden disfrazarlo, no deja marcas, y porque la música es lo menos parecido a una tortura. Dicen que Pinochet elegía a Julio Iglesias para volver locos a sus prisioneros. Que los británicos usaron el sonido en Irlanda del Norte y los israelíes hicieron lo mismo, con los palestinos. El primer antecedente público de Estados Unidos se remonta a 1989, en su invasión a Panamá.
La información está dispersa. Uno de los análisis más serios es el que elaboró la musicóloga residente en Nueva York Suzanne Cusick, La música como tortura/ La música como arma, disponible en Internet. Allí expone que esto no es para nada reciente como lo refleja la prensa popular: “Lamento informar que mis lecturas sugieren lo contrario. No es un comportamiento casual o malintencionado de algunos interrogadores o miembros de la policía militar que son particularmente sádicos. Es, en cambio, un componente de un conjunto de prácticas estándar para interrogaciones desarrolladas por la CIA durante la segunda mitad del siglo XX”.
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