Mié 19.02.2014
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MUSICA › GABRIEL “MININO” GARAY PRESENTARA SU DISCO ASADO EN CAFE VINILO

“Que no haya límites para la música”

El baterista, percusionista y cantor radicado en Francia grabó por primera vez en la Argentina junto a León Gieco, Kevin Johansen y Jairo, entre otros. “Esta visita tiene que ver con homenajear precisamente lo que nos identifica a los cordobeses: el cuarteto”, explica.

› Por Cristian Vitale

El baterista ocupa centro y frente del escenario. Y canta. A su lado, otro titán de la percusión (Facundo Guevara) confluye con él en un tándem poderoso, versátil, transpirado. Gabriel “Minino” Garay –el baterista, percusionista y cantor– está a sus anchas. Lo rodea una licuadora de sonidos que conjuga teclado, bajo, bandoneón, flauta traversa y guitarra bahiana, y en medio de tal maremagno, el guitarrista (el Zurdo Castagno) porta una remera cuya inscripción huele a identidad tunga-tunga: “¡Eh, culeao!”. “Lo que pasa es que en Europa, cuando dicen Argentina, dicen tango, y yo me acostumbré a marcar las diferencias, a decir que vengo de un lugar que se llama Córdoba, donde hay un humor y unas músicas diferentes... es como Marsella y París”, dirá Garay –pensando en tal leyenda y en Francia, donde vive y toca hace veintiséis años–, una vez consumado el show que repetirá esta noche y el 26 de febrero a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780). “Hago de todo, pero esta visita tiene que ver con homenajear precisamente lo que nos identifica a los cordobeses: el cuarteto”, extiende, ahora sí posicionado en tiempo y espacio.

–Pero no el cuarteto que se mezcla con el merengue, según acaba de decir y tocar en público.

–Tal cual. Reivindico la línea europea del género... la mezcla de pasodoble y tarantela. Ahora, desde que llegó el dominicano Jean Carlos, se está haciendo un merengue todo mal tocado. Me parece bien que el tipo lo haya traído, pero no que todo el mundo lo imite. Digamos que el único que puso en orden la percusión en el cuarteto fue Bam Bam Miranda, el peruano que estuvo con la Mona Jiménez. El aportó lo real del cuarteto típico, tradicional, el de Carlitos “Pueblo” Rolán, Aldo Kustin, Heraldo Bosio, el Cuarteto de Oro... En fin, ahora todos cantan como cantantes melódicos. No me gusta y lo digo así, de frente, y cuando fui a tocar a Córdoba, en septiembre, a algunos no les gustó.

La defensa del cuarteto “tradicional” que propone Garay está expresada en varios pasajes de Asado, su último disco a la fecha, y, claro, en su traspaso al vivo. Con una big band variopinta, que también le permite incursionar en otras aristas estéticas (latin jazz, diversos folklores latinoamericanos, world music), este cordobés de 48 años logra agitar cuerpos a través de piezas como “Suite gastro cordobesa”, que se regodea en palabras clave del género: choripán, vino, fernet y asado. “Lo que quiero, en última instancia, es que no haya ningún tipo de límite para la música, y es algo que practico. Todo el tiempo rompo barreras. Puedo tener una mirada clásica del cuarteto, sí, y hasta puede sonar contradictorio con el hecho de la mezcla, pero creo que lo popular y directo puede convivir con la improvisación y el vuelo. De hecho, en mis inicios, quería tocar con todos. Con Jacinto Piedra, a quien seguí por todos lados, y con el grupo Tambor, que era medio pop y donde yo tocaba percusión sobre secuencias”, sostiene Garay.

–Y con el Chango Farías Gómez, se intuye...

–En las épocas de MPA, sí. Quería tocar y los seguía por todos lados: peñas, toques. Después me entreveré con los Carabajal y sufrí la sensación de no ser santiagueño entre ellos, pero yo malo (risas)... Tenía conocimiento del bombo y me la banqué. No sé, era joven y tenía muchas ganas: una vez lo seguí tanto a Domingo Cura, que terminé tocando para él en el frente de su casa, para llegar a Mercedes Sosa. También lo fui a ver a Charly García, que vivía en Coronel Díaz y Santa Fe. Era la época de “Rap de las hormigas”, y como yo ya hacía percusión pop y latina quería tocar con él. Recuerdo corriéndolo por todas partes y pidiéndole tocar con él, y él diciéndome: “Qué acento tenés, asqueroso” (risas).

Minino emigró a París en 1988 y allí concretó varias de las ilusiones que la realidad le había negado en su país. Grabar discos (Minino Garay y los Tambores del Sur, Kilombo, Que lo parió! y Gabriel), tocar con Dee Dee Bridgwater, Richard Bona, Daniel Mille o el pianista Lalo Zanelli, recorrer Africa, tener el mérito de haber llevado e instalado el cajón peruano en Francia y, finalmente, bañarse otra vez con pinturas de su aldea en Asado, primer y único disco grabado por él en la Argentina, y coloreado por las presencias de León Gieco, Kevin Johansen, Jairo, Chango Spasiuk, Lito Epumer, Pájaro Canzani y Paola Bernal, entre un nutrido elenco de invitados. “Asado es, como su palabra indica, una reunión musical argentina sin ningún tipo de fronteras... Al fin se me dio”, redondea el hiperactivo Minino. Y se pierde entre las luces, hoy, de Palermo.

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