Mié 23.04.2014
espectaculos

MUSICA › RUBéN BLADES SE PRESENTARá EL MIéRCOLES 30 EN EL GRAN REX

“La salsa sirve para plantear propuestas, no sólo protestas”

El cantante, político y actor traerá su espectáculo junto a la orquesta de Roberto Delgado, también en Neuquén, Bahía Blanca, Córdoba y Rosario. “Haremos lo que hemos hecho durante cinco décadas y siempre ha funcionado: música, letra y anécdotas”, adelanta.

› Por Cristian Vitale

“Lo que hemos hecho durante cinco décadas y siempre ha funcionado: música, letra y anécdotas”, responde Rubén Blades, histórico y concreto, cuando la pregunta pide explicar de qué irá su show en Buenos Aires, previsto para el miércoles 30 de abril a las 21.30 en el Gran Rex (Corrientes 857). “Documentar la vida en la urbe al ritmo de la música afrocubana, básicamente”, redondea, en total sintonía con “En cantos y cuentos urbanos, un recorrido de canciones y de historias de nuestra vida y Latinoamérica”, el largo nombre que le ha dado al espectáculo que, junto a la orquesta panameña de Roberto Delgado, expondrá la intención con doce músicos en escena. “Son excelentes exponentes del género afrocubano, además de ser una de las mejores bandas con las que he trabajado, no sólo por su calidad musical, sino también por el compañerismo. Me siento dichoso de tener la oportunidad de compartir escenario con ellos”, reparte flores en plural el panameño, cuya gira argentina proseguirá durante mayo por el Parque Central de Neuquén (viernes 2); el Centro Cultural Don Bosco, de Bahía Blanca (sábado 3); el Espacio Quality, de Córdoba (viernes 9) y el Teatro el Círculo de Rosario (domingo 11).

La venida del músico, político, actor y abogado se produce tras su retorno a la música, luego de una gestión de cinco años como ministro de Turismo de su país, y conlleva, más allá de la consabida salsa centroamericana, anécdotas y vivencias personales. Pasajes de su vida, al cabo, que cuentan el trasfondo de un artista que va siempre a más. Que lleva una veintena de discos grabados, treinta y cinco películas filmadas en Hollywood, ocho premios Grammy y una experiencia política como funcionario del gobierno de Martín Torrijos –hijo de Omar–, en la que se estableció la primera ley de turismo en la historia de Panamá. “Nadie puede acusarme de que en esos cinco años me aproveché del puesto para negociados o para adquirir dineros mal habidos, o ventajas para mí o para terceros... y con eso ya es suficiente, ¿no? Pero de paso cuento que presentamos un plan para el desarrollo de la actividad turística a veinte años y la contribución del renglón turismo al PBI nacional, que en el 2004 (año de su asunción) era de unos 560 millones de dólares, ascendió en nuestros cinco años a casi 1100 millones, de acuerdo con los análisis financieros de entidades internacionales”, se autolegitima Blades.

–¿Cómo conviven el músico, el abogado, el actor y el político en un mismo traje?

(Risas.) –En realidad, no hay antinomia. Soy una persona que se desenvuelve en distintas áreas y nunca me despojo de lo que soy para adoptar una de ellas. Sólo uso mi tiempo juiciosamente y no lloro por las oportunidades que se pierden cuando, por abrazar una dirección, desatiendo otras.

–¿Y qué es lo que piensa el Blades político acerca de la posición que tienen ciertos funcionarios panameños sobre el gobierno venezolano?

–Sobre Venezuela escribí dos posiciones y no tengo más nada que agregar. Respecto de los incidentes diplomáticos que sucedieron en los últimos días, no tengo información de primera línea más allá de lo que ha sido reportado y me parece insensato opinar sobre lo que verdaderamente produjo la tensión, cuando existen versiones completamente distintas de los hechos.

–¿Qué opinión tiene acerca de la división que se viene dando entre aquellos países que siguen apostando a la unidad latinoamericana, con cierta autonomía respecto de Estados Unidos, donde se podría ubicar, a grandes rasgos, a Venezuela, Cuba, Argentina, Bolivia y Ecuador, y aquellos que, desde el poder político, están empezando a mirar con cariño al Pacífico, alianza en la que se podría contemplar a Colombia, Perú y Chile?

–Tenemos que dejar de pensar como tribus y eso es difícil. Personalmente, creo que las alianzas deben darse dentro de un marco estratégico determinado por aportes y beneficios claros. Tiene sentido la idea de crear un Banco Latinoamericano, con intereses preferenciales que sirvan para estimular obras, desde la educación a la infraestructura, y que nos ayuden a evitar la rigidez y control de las asociaciones internacionales que atienden y velan por los intereses del llamado Primer Mundo. De todos modos, soy escéptico respecto de reproducir del modelo europeo en América.

–Como actor, usted se ha movido con soltura tanto en la industria hollywoodense como en el cine independiente. ¿Se puede jugar a dos puntas? ¿Tenía prejuicios sobre Hollywood?

–Creo que es Hollywood quien tiene prejuicios sobre nosotros y nuestras posibilidades (risas). Por lo demás, he tenido mucha suerte porque no he hecho del cine mi carrera principal y sin embargo he trabajado en más de 36 películas, con gente de gran calidad, como Norma Aleandro, por ejemplo, que es una extraordinaria persona y artista.

Entre el cine, la música, la política y la abogacía, ha transcurrido entonces la vida de este panameño completo, nacido hace 66 años en el barrio de San Felipe, ciudad de Panamá. En trazo grueso, puede hablarse de su rol central durante el período del boom de la salsa –fines de los ’70 y principios de los ’80–, acompañado por la orquesta de Willie Colón, de los premios Grammy que recibió, del tercer puesto al que llegó como candidato a presidente de Panamá en las elecciones de 1994, del suceso que implicó en su tiempo “Pedro Navaja”, de las épocas del Seis del Solar, su propio proyecto; de su vuelco a lo independiente y la edición de Todos vuelven, disco doble en vivo publicado en 2011, en el que no sólo recorre sus piezas más exitosas, sino también le brinda un reconocimiento a una de sus musas principales (José “Cheo” Feliciano), a quien invitó a participar de “Juan Pachanga” y luego a grabar un disco entre ambos (Eba say ajá). “Este disco es mi oda a Cheo, mi público reconocimiento a su calidad y a su influencia en mi desarrollo como cantante del género de salsa”, afirmó Blades, poco antes de enterarse de la muerte del cantante de salsa y bolero, ocurrida el jueves pasado (ver aparte).

–¿Cómo compararía Eba say ajá con Cantares del Subdesarrollo, el disco en estudio inmediatamente anterior?

–Cantares es completamente distinto. Creo que demostró que cualquiera puede hacer un disco en su casa y puede plantear la misma calidad que si se hubiese grabado en el estudio donde graban “las estrellas”. Lo grabé en el garaje de mi casa en Los Angeles.

–Y en forma absolutamente independiente...

–Claro, porque a las compañías tradicionales parece no interesarles lo que hago. En verdad, no he tenido buenas experiencias con ellas. De todas formas, nadie es realmente “independiente”; lo que quizá sugiere ese vocablo es la inicial capacidad de escoger una dirección que no es considerada rentable por los que ven al arte exclusivamente como un medio para hacer dinero o para escapar.

A la hora de pensar sus mejores discos, Blades recala en Siembra, publicado en 1978, e impregnado por un contenido social, político y estético que le valió ser el disco de salsa más vendido de todos los tiempos. El que contiene “Pedro Navaja”, su gran hit, escrito tras una aguda observación de personajes marginales de Nueva York, donde Blades pasó parte de su vida, tras su forzado exilio. “Ese disco impactó mucho porque despejó la noción de que la salsa es un género que sólo sirve para escapar”, señala Blades, que también opta por el innovador, arriesgado y reflexivo Maestra vida, el tercer disco (doble, en este caso), hecho junto al productor y trombonista Willie Colón, y publicado en 1980, y por Tiempos y Mundo, el primero grabado en 1999 y atravesado por un enfoque experimental, y el segundo, registrado tres años después, nutrido por una fusión de ritmos y géneros europeos, africanos y, claro, latinoamericanos. “Pienso en Maestra vida, por demostrar que el público estaba dispuesto a enfrentar una propuesta distinta al formato de salsa tradicional, y en Tiempos y Mundo, porque son producciones que me conmueven especialmente por la espiritualidad de los arreglos y lo afortunado de las letras”, se expide el poeta de la salsa, que, como contraparte, entiende a The last fight, como el peor disco de su trayectoria. “Es el último disco de los cinco años que estuve con Colón y nunca me gustó, porque fue utilizado como el fondo para una película, bastante mala también, en lo que fue mi debut como actor”, resuelve Blades, sobre la placa que quizá tenga en “Yo puedo vivir del amor” y “What happened”, las excepciones que confirman la regla.

–¿Qué balance hace, a la distancia, del período que atravesó junto a Colón, que implica, tal vez, el momento más exitoso de su trayectoria?

–Aquel período junto a Colón fue corto, pero lleno de productividad. Willie fue un excelente productor, sabe cómo obtener el sonido correcto en el estudio y tiene muchas ideas para arreglos, pero nunca escribió letra y música para ninguno de nuestros álbumes originales. Eso nunca lo entendí.

–¿Está de acuerdo con aquellos que consideran a su música como “salsa intelectual”?

–No, para nada. ¿Acaso la otra salsa es “bruta”? No me agrada ese apelativo, no aclara, sólo divide al género. La salsa es una música urbana, que sirve para escapar y/o para enfrentar, para documentar, para exorcismos de estereotipos y desinformaciones y para plantear propuestas, no sólo protestas.

–¿Cómo se lleva con los premios? Ha ganado muchos Grammy...

–Todos los premios están en un centro de depósito, en cajas. El otro día encontré uno que no me acordaba por qué me lo habían otorgado. En verdad, los agradezco, satisfacen mi vanidad, pero no me engañan. Son importantes en la medida en que la industria y la gente te reconozca por eso, asumiendo que eres talentoso porque ganaste un premio, algo que en la realidad no resulta necesariamente cierto. Borges no ganó el Nobel, Carlos Fuentes tampoco, Benedetti tampoco... y lo merecieron, sin dudas.

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