MUSICA › EL SEXTETO IRREAL SE PRESENTA HOY EN LA USINA DEL ARTE
El grupo integrado por Christian Basso, Alejandro Terán, Fernando Samalea, Axel Krygier y Manuel Schaller propone una larga jornada que empezará por las partes –cada quien haciendo lo suyo– y que culminará con el todo: la Fiesta Irreal.
› Por Cristian Vitale
Christian Basso resulta el más concreto al momento de definir lo de Irreal. “Es un sexteto de cinco”, dice el ex Clap, Fricción y La Portuaria, y la sentencia podría ser definitiva si no mediaran otras, claro. Si Alejandro Terán, por caso, no hablara del mundo real como “una zona incierta que visitamos lo menos posible”. Si Fernando Samalea no dijera que el grupo existe sólo en apariencia “a lo largo de esa hora u hora y media que nos encuentra sobre un escenario”. O si Axel Krygier, otro de los integrantes de este sexteto de cinco, no lo definiera como la antítesis del Quinteto Real de Horacio Salgán. “Somos lo opuesto a esa cumbre arreglística argentina”, sostiene el multiinstrumentista, desde su particular arista. Bajo tales coordenadas cierra entonces la primera impronta del Sexteto Irreal, que hará una nueva aparición esta tarde a partir de la 17 en La Usina del Arte (Caffarena 1), en una larga jornada que empezará por las partes –cada quien haciendo lo suyo– y culminará con el todo: la fiesta Irreal, cuya explicación, en boca de Terán, abre la puerta a otras improntas posibles: “Es un intento de desconexión de la ilusión del continuum espacio-temporal”, señala el director de la Orquesta Hypnofón.
–¿Coinciden?
Fernando Samalea: –Yo diría que la fiesta es extremadamente irreal, ya que incluso quienes han estado en alguna de esas fiestas tampoco lo han hecho realmente, porque ésta será la primera emisión (risas).
Christian Basso: –Sí, es la primera vez que hacemos un evento de estas características y esta magnitud. Seguramente la pasaremos muy bien.
Una fiesta que irá precedida, dicho está, por las propuestas de cada parte. Manuel Schaller, el quinto Irreal, abrirá la jornada a las 17.30 en el hall de la Usina, y tiene previsto darse un paseo por paisajes sonoros a base de instrumentos de generación electrónica. “Con Martin Minervini y VJ Colli vamos a basar el set en el uso de un sintetizador modular controlado por un theremin y una batería/sinte, en busca de beats y melodías que nos resuenen”, anuncia Schaller. Basso, cuya presentación (19 horas) sucederá a la del thereminista, estará centrado en la presentación de su último disco: Espiritista. “Son todas canciones en formato electrónico que alternan entre la electrónica, el afro beat, el rock y el pop”, desliza él. Hora y media después, harán su historia Terán y la Orquesta Hypnofón en la sala de Cámara “tratando de encontrar la disciplina que hace falta para no hacer nada” (Terán dixit) y a las 22 clavadas irrumpirá Krygier. “La idea es adelantar temas de Hombre de piedra, mi próximo disco”, anuncia él. “Todos pondremos nuestros perfiles individuales sobre la mesa, sí. En mi caso no he preparado un concierto extenso, pero me daré el gusto de tocar un par de temas de bandoneón con parte de Hypnofón, que no es poco”, completa Samalea, sobre su participación como parte.
Y a las once de la noche, tras la exposición de cada parte, será el turno del todo, cuyo basamento estético asume formas bizarras en la opinión de Terán. “Se trata de dar un aliento fresco a señoras abochornadas por el calor”, se ríe él, mientras Basso pone un poco de seriedad a la cosa. “Asumo que lo del sexteto es bastante novedoso: hay dub, afrobeat y house, todo en clave conceptual de jazz, aunque nunca suene a jazz”. “También hay soul, psicodelia, minimalismo, maximalismo, en fin, una propuesta que, a partir de la improvisación melódica y rítmica con pulso dance y tendencia a voluptuosos trances, encontró su mejor lugar en los clubes nocturnos”, agrega Krygier y vuelve Terán: “El todo se produce por la natural reductio ad nihil resultante de cinco personas hablando a la vez. La autonomía de cada uno dentro de este dispositivo puede ejemplificarse como la de los miembros de un cuerpo con el sistema nervioso en colapso”.
–¿Cómo harían para explicarle esto a un alienígena que llega a la Tierra y no tiene la mínima idea de nada?
F. S.: –(Risas.) Por lo pronto, habría que aclararle que somos solo cinco humanos entre millones que practican o han practicado una costumbre que en la tierra llaman música. En ese sentido, logramos encontrar un nombre consecuente y bien certero, ya que justamente no hay nada más irreal que lo musical, que no se ve ni puede palparse. Supongo que es a través de esa premisa que intentamos una relación sonora que acompañe al arte de nombrar.
C. B.: –Sí, claro, le explicaría al marciano que el Sexteto es un grupo de música. Luego, que la música es un lenguaje que se utiliza en la Tierra como forma de comunicación. Y que es una fuerza misteriosa, que no todos los humanos saben o reflexionan sobre este lenguaje. Es un poder invisible, que se asemeja al magnetismo, que tiene un efecto en quien lo recibe o lo practica. La música puede curar y también enloquecer, ¿no? Y el Sexteto, en este sentido, es un grupo que improvisa como todo ser parlante. Habla con música, no necesariamente siguiendo discursos lógicos o convincentes. Magia pura.
–¿Cómo han encontrado un todo entre las partes, digamos, y cuál es la autonomía que cada quien tiene dentro del sexteto?
Axel Krygier: –Es una manada de machos alfa amansados y con ganas de jugar con sus pares (risas).
F. S.: –Arrastramos un montón de pasado –en casos más académico, más roquero o ambos– y a la vez nos ingeniamos para transitar un terreno virgen, siempre mirando al futuro o al menos al hoy. Es obvio que nos hemos encontrado y elegido por simpatía clásica y ya no hay vuelta atrás: tocaremos hasta que la fantasía lo permita o hasta que comiencen las partes más cinematográficas del Apocalipsis.
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