MUSICA › OPINION
› Por Gustavo Veiga
Jueves 1º de mayo, 16.30, Avenida del Libertador a la altura del hipódromo. Adelante sólo se puede ver una masa inmóvil de autos. A los costados, más autos. Por detrás, más y más autos. El clásico embudo de tránsito de una ciudad colapsada. Es el Día del Trabajador pero no hay trabajadores que lo festejen en la zona. Ni actos previstos, como están en Plaza de Mayo, Plaza Once, el Obelisco y el microestadio de Racing. Zafar del embotellamiento resulta muy complicado. Segundos antes de hacerlo puedo ver algo que semeja un arco, pero a unas cuatro cuadras en dirección al centro. También muchos policías de tránsito, vallas, peatones que cruzan apurados.
Un padre que escapa de una situación incómoda cuando va a buscar a sus mellizos chiquitos no se hace preguntas. Calcula que llegará media hora tarde. Insulta en voz baja por la imprevista situación de caos en un feriado disfrutable. Las preguntas vienen después, ignorante de las causas, cuando ya pasó todo.
Averiguo y me dicen que es por un recital de Violetta con doble te. ¿Quién es Violetta?, pregunto. Admito que la ignorancia me puede exponer al ridículo ante mi sobrino adolescente que me da la respuesta. Con ese dato, empiezo a comprender mejor el uso del espacio público que declama el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. Recuerdo la parodia de carrera entre Usain Bolt contra el metrobús con la 9 de Julio cortada. El SuperTC2000 compitiendo por Libertador y Figueroa Alcorta con esas avenidas también cortadas. O la negativa de Macri a montar Tecnópolis en 2010 porque sería “un colapso absoluto” en la misma zona donde cantó Violetta.
La concepción del espectáculo en el espacio público que controla el macrismo requiere de estos escenarios: una avenida abierta y ancha como Libertador, la plaza de la República, la señorial Figueroa Alcorta. Tan tradicionales como céntricos. Nada de llevar la cantante a la zona sur de la ciudad, a la empobrecida comuna 8, que posee la mayor proporción de espacio verde por habitante junto a la 1, donde está la Reserva Ecológica. Esos amplios espacios vacíos a lo sumo pueden recibir la Copa Davis o un Centro de Transferencia de Cargas.
Al jefe de Gobierno le interesa visibilizar ciertos entretenimientos que alimenten los mass media. Y discrimina. Por eso, los piquetes, trapitos y cartoneros no deben –según su concepción clasista y excluyente– compartir los mismos escenarios. A ellos ya se plantea quitarles los planes sociales porque molestan en el espacio público del que se cree dueño.
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