Dom 04.05.2014
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MUSICA › RAMIRO GALLO Y LA PRESENTACION DE SU NUEVO DISCO, EL CIELO NO QUEDA TAN LEJOS

Otros rumbos para el camino del tango

“El género no es solamente una manera de sentir, sino también la expresión de ello en términos musicales”, sostiene el violinista, director y arreglador, que en este disco busca contactar con un tango que tuvo siempre presente.

› Por Cristian Vitale

Un piano, una guitarra eléctrica, un violín, un contrabajo, un bandoneón, y silencio. Mucho silencio. No sólo entre pieza y pieza, cuando lo único que se escucha en el Café Vinilo es el crujido maderoso de las sillas –si es que alguien se mueve–, sino al interior de cada tema, como si fuera parte inherente de ellos. Ramiro Gallo necesita tal “efecto ambiente” para que sus músicas salgan tal cual las concibió. Puede que sean de las más introspectivas, en las que sonidos y silencio se llevan perfecto en eso de climatizar hacia adentro (como en “Barrio sur” o “Caballo solo”). O también aquellas abiertas, más lúdicas y rítmicas, en los que la misma sensación procede hacia afuera (“San José del Rincón” o “Un tango breve”). Pero todas gobernadas por secuencias de tensión-distensión que, en conjunto, no hacen más que ir a las entrañas de El cielo no queda tan lejos, disco que el violinista y compositor volverá a mostrar este jueves en la sala de Gorriti al 3700. “Vivo en Floresta, en un barrio de casas bajas, donde uno sube a la terraza y tiene el cielo al alcance de las manos, porque no siempre Buenos Aires es una ciudad asfixiante. Entonces mi hijo, una noche, me dijo que quería agarrar una estrella; le dije que sí, entonces estiró la mano, cerró el puño, y me la dio. El nombre del título obedece a esa metáfora perfecta, porque los niños efectivamente están en el cielo y bajan estrellas... recién ven las distancias y los imposibles cuando crecen”, introduce el arreglador y director santafesino, apenas consumado el recital.

–Pero usted es grande y no vio como un imposible “colar” un chamamé y un rasguido doble en un disco de tango.

–(Risas.) Es que vengo de ahí. Mi padre, que nació en pueblo rural cercano a San José del Rincón, fue músico de Millán Medina, y él fue quien me hizo conocer y admirar el chamamé... para mí el Cuarteto Santa Ana y Mario del Tránsito Cocomarola son una especie de Troilos del chamamé.

–Tranquilamente podría haber salido músico de chamamé.

–Tranquilamente, sí. Incluso con mi padre, mi madre y mi hermano teníamos un conjunto familiar y tocábamos folklore argentino, pero, casualmente, no tocábamos chamamé por una razón: la instrumentación, porque el violín les cae mucho mejor a las chacareras, las chayas y las zambas.

–¿Por qué el péndulo se corrió hacia el tango, entonces? Peteco Carabajal es violinista de chacarera, por tomar un caso.

–Porque en esos recitales que hacíamos había un momento, en pleno repertorio, que mi padre y yo nos quedábamos solos en el escenario a tocar tango. Siempre sentí una conexión fuerte con el género, hasta que un día, cuando yo ya vivía en Paraná, decidimos hacer un trío de folklore y tango. El tema fue que el tango volvió a sonar mejor que las otras cosas. ¿Por qué? Porque no tenía que pensar tanto cómo se tocaba, simplemente salía.

Uno de los integrantes de aquel trío que partió en el trayecto de Gallo fue el entrerriano Carlos Aguirre, a quien el violinista no sólo invitó a grabar –guitarra– en “Don Raúl”, chamamé dedicado a Raúl Barboza, sino a repetir la juntada en el recital presentación, un lugar que este jueves ocupará el dúo Fain-Manteiga, al que Gallo le dedicó otra de las piezas a estrenar: “Exelina”. “Este tema forma parte de los ‘temas sueltos’ de este disco que explora los bordes, porque creo que éste es un trabajo que, estilísticamente, va más por los bordes del género. En el anterior, en cambio, todos los temas recrean estilos clásicos. Este es más ecléctico.”

–¿Cuál sería la columna vertebral de ese eclecticismo?

–Mis delirios (risas). Creo que más allá de ser músico de tango, soy músico. Escucho y seguiré escuchando mucha música, y cuando uno escucha música no inventa. El aporte que puede hacer es una reestructuración del material sonoro... una selección de lo que uno escucha y que deriva en un estilo personal. Digamos que no se inventa nada, se reordena de acuerdo con las necesidades expresivas y estéticas de cada uno.

–En este caso, a través de esa parte de piezas sueltas que usted definió como “Otros colores”, y el nudo conceptual dado por tres colores principales: azul ciudad, verde pampa y marrón río.

–Sí, verde milonga, marrón litoral y azul tango, donde defino mi concepto de tango a través de una suite. Y lo defino porque hay que definir al tango; a veces se teme definirlo porque supuestamente si uno lo define lo encripta, pero yo digo que si el género no se puede definir, quiere decir que no existe. Si el tango no se puede definir, entonces cualquier cosa puede ser tango ¿no? Creo que el género no es solamente una manera de sentir, toda esa cosa lírica, poética y filosófica, sino que también es la expresión de ello en términos musicales. Esa filosofía ha bajado una información muy concreta a nivel musical, y eso es lo que muestro rítmicamente en “Mi tango”, la pieza que cierra la suite, y que dice todo desde el nombre.

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