Vie 06.06.2014
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MUSICA › DANIEL MELERO PRESENTA DISCO EN EL MARGARITA XIRGU

“No sé si volvería a hacer un disco con tanta ironía”

El ex Los Encargados muestra hoy el álbum de música “movida-bailable” grabado junto a su banda, pero no es el más reciente de su cosecha: esta semana salió Cutaia-Melero, que se une en las bateas también a Disritmia, publicado este año.

› Por Roque Casciero

¿Qué disco publicará esta semana Daniel Melero? Ok, tal vez la frase anterior sea un poco exagerada, pero lo cierto es que la inquietud natural de este cantante, compositor y músico (aunque él hace años haya elegido nombrarse como “no músico”) en los últimos tiempos se ha trasladado a las bateas: en lo que va del año sacó los CD Disritmia, Disco y Cutaia-Melero. Y entonces se producen situaciones extrañas, como que esta noche presente Disco en el teatro Margarita Xirgu, cuando ese álbum ya no es el más reciente de su repertorio... ¡y salió hace sólo un mes! Por otra parte, los tres trabajos no podrían ser más diferentes entre sí: mientras que Disritmia (Ultrapop) fue trabajado en un editor de sonidos y es una suerte de visión particular sobre el dub, Disco (Untref Sonoro) es “movido-bailable” –según la definición de su propio autor– y grabado con su banda en sesiones a las que llegaron con el material mínimo. Y Cutaia-Melero (Ultrapop) –que llega 31 años después de la primera vez que Carlos Cutaia convocara al ex Los Encargados para el álbum Orquesta– partió del iPad del ex Pescado Rabioso y se convirtió en una obra completamente diferente en manos de Melero.

Pero es la bola de espejos destrozada en la tapa de Disco la que abre la charla con Daniel Melero. Porque, pese a ese chiste y al del título, además de varios elementos que remiten al género, no se trata de un álbum de música disco subido al revival reciente, vía Daft Punk. “Le veo más ese aspecto de cuando los rockeros comenzaron a hacer música new wave-disco: su retro está más por esa zona”, se desmarca Melero. “Lo que me gustó fue el chiste de ponerle Disco. A la vez, también habla de Public Image Limited, si pensamos en Album. Y fijate que PIL tenía cierto aspecto disco. Creo que es un disco de rock, pero cuando lo requiere es de lo que haga falta. Igual, los requerimientos generalmente son o lo desconocido o el pasado.”

–¿Y cómo es su relación con la música disco?

–Me la perdí. Estaba ocupado escuchando a los Talking Heads, a los Pistols, la new wave, Low (de David Bowie)... Sin embargo, con los años comprendí que la música disco tenía un aspecto muy dramático, sobre todo en la lírica. Por supuesto que estaba el “dancing, dancing, dancing”, pero había muchas canciones sobre sobreponerse a la decepción del amor, que es una zona que a mí siempre me interesó. Además, fue una época de gran investigación sonora, que no estaba sólo en el campo del rock: el progreso que aportan los discos de Chic es notable. Siempre me gustó escuchar lo que me perdí por haber tenido una posición (risas). Ahora hay música que elijo perder porque, si no, no me alcanzaría el tiempo de vida, pero es increíble ver cómo las posiciones que uno tenía cuando existía esa música hizo que me la perdiera, cuando si tuviéramos otro tipo de educación quizás escucharíamos diversidad. Sobre todo con música de otras épocas, yendo para atrás. Perderse a Bukka White porque no te gusta el blues es quedarte pensando que todo es B.B. King... Pero lo cierto es que no tenía una cercanía con la música disco.

–¿Tampoco Giorgio Moroder?

–No, porque yo fui más de la rama de los alemanes, entonces Moroder me parecía grasa. Sin embargo, creo que más allá de Donna Summer y todo eso, para mí Moroder es el disco que hizo con Japan, Quiet Life. Ahí está todo, ahí se ve el artista. Es impactante el hiperrealismo que tienen las baterías. Con mi banda no trasuntamos mucho por eso, es más una improvisación después organizada, mientras que la música disco es mucho más estricta. Es mucho más rigurosa que casi cualquier otra música, mucho más que el rock.

–Es que el groove debe fluir, pero a la vez ser preciso.

–Exacto. Para mí, el disco es “movido-bailable”.

–Es una buena definición... de la época de la música disco.

–(Se ríe) Claro, porque no tiene “lentos”. Es mi primer disco sin lentos.

–Pero qué extraño que justo un disco que necesita de tanta precisión haya surgido en el estudio...

–Sí, sí. Por ahí, si hubiéramos ido un mes después, habríamos hecho otra música. Fue la circunstancia de esa semana. Y me pareció que era buena música, que no era de esa que guardo y no edito. De todas maneras, llevó mucho tiempo de elaboración posterior. Se armó mucho más el equipo de productores, el laboratorio de música. Igual, aunque hubiéramos hecho otra música, probablemente se habría llamado Disco, porque es una idea que ya tenía.

–Otra particularidad que tiene es que arranca con “Vamos a un corte” y cierra con “Fin del espacio publicitario”. ¡Es una tanda!

–Sí, hay un juego con eso. Surgió en el armado, cuando empecé a armar un discurso. “Vamos a un corte” es como una excepción en el álbum, porque si bien es una improvisación, ocurrió en la grabación de (la banda sonora de la película) Muerte en Buenos Aires, el sobrelanzamiento del año. Nos habíamos olvidado de esa grabación y, sobre el final, Tomi (Barry) se acordó. Y ahí la editamos, volvimos a mezclarla, y a mí se me apareció la estructura de Low, como siempre, mi disco de la vida, que empieza con “Speed of Life”. “Vamos a un corte” cumplía con el requerimiento del supuesto disco de un cantante, empezando con un instrumental. Y me gustó mucho el desarrollo que tiene, porque es como un enorme popurrí que va encajando. “Vamos a un corte” se llamaba “Tanda”, en un principio. Y termina con “Fin del espacio publicitario”, que es cuando la televisión, después de que te aturdió con publicidad, te da un ambient antes de volver a aturdirte con un programa a los gritos (risas). Esa es básicamente la estructura. Y me parecía que estaba muy bueno porque la primera palabra que se escucha en el disco es “bienvenidos”, que es pronunciada por un tremendo hipócrita...

–El que habla en “Bienvenidos” suena como un vendedor de feria.

–Sí, un rematador de cualquier cosa; de gente, inclusive. Como estaba improvisando las letras, filmamos al personaje, es una actuación... de la mala (risas). Todo lo que estaba ahí adentro sirvió para armar la estructura de tres canciones: yo había cantado letras de lo mismo en otros temas, eran como módulos, todas incompletas. En el proceso de posproducción, “Dudas” tuvo la letra de “Saber volver”, que ahora es instrumental, y la letra de “Mirá mirá” es como la reunión de negocios de un grupo empresarial que va editándose de acuerdo con las conveniencias de un mercado que no existe... La idea es que la reunión de directorio son todos de distintas especies, no ya humanas, y en la exposición de cómo marchan los negocios se ve que sólo decaen, entonces el directorio se levanta y aplaude. Es esa especie de proyección imbécil que se hace del marketing sobrelanzado. Mis discos no están sobrelanzados, al contrario; me refiero al mercado y a la difusión. Pero jugamos con la ironía sobre nosotros mismos, sobre el emblema de hacer lo que te parece y fracasar en ese intento, aun habiendo logrado el éxito artístico. Al mismo tiempo tiene la ironía de la intención de un lanzamiento falso. El disco tiene muchas ironías internas...

–Y también externas, como la de la tapa.

–Claro, la bola de espejos rota... Por supuesto que el discurso no es completamente organizado, en principio porque es simbólico y además porque cuando jugás con la ironía, que es algo que no había hecho en los discos, empiezan a aparecer cosas como el sinsentido, generando un sentido de algo que tenía la candidez o la maldad de haber sido expresado. No sé si volvería a hacer un disco con tanta ironía... Es un disco de reacción, casi. A la vez termina siendo como una propuesta.

–¿Reacción contra qué?

–Hay algo de estar mirando tele y decir: “¡Pero la puta madre!”. Y después divertirte... Odio los programas de meta televisión, que ahora ya es el meta YouTube: para ponerse más rápida, la televisión tuvo que hacer programas con videos de YouTube, se nutre de eso. Tiene esa especie de inclinación e ironía que tengo con la media, aunque al mismo tiempo cada canción es un ente en sí misma. Por eso digo que como discurso no está totalmente organizado, porque en esa tanda está saliendo gente que dice que le sorprende la gente segura, llena de planes concretos. Eso debería estar afuera del corte publicitario, ¿no?

–Esa canción, “Gente segura”, dialoga con otra, “Dudas”.

–Exacto. Y a la vez, “Dudas” termina diciendo “no jodas, porque en cuestiones de amor soy un ninja”... Es una situación que es muy común a todos: cuando uno se va a dormir, sabe de sus debilidades, que son las que ejerció todo el día, pero durante el día tiene una fachada que es con la que se maneja. También tiene que ver con los criterios que había en Travesti, con esa idea de que travestis somos todos, de que es una impostura...

–Claro, “¿quién no está lleno de dudas?”...

–Exacto, pero, a la vez, ¡guarda conmigo! (risas).

–Lo interesante es que usted plantea: “Prefiero la certeza de nuestra promesa”.

–El compromiso es un tema que manejo hace muchos años. Estoy convencido de que los compromisos son de lo poco a lo que uno puede aferrarse en la vida. Cuando se rompen los compromisos, se rompe un montón de la estructura de cómo vivís. Los compromisos pueden renovarse, deshacerse... pero cuando se rompen, no va. Si se rompe el compromiso, es porque faltó el diálogo. Y ahí tiene que aparecer el ninja: es un poco mafioso, el criterio. Igual, a medida que crecés, las amistades van pareciéndose cada vez más a un código mafioso, por más que no te dediques a nada ilegal. “Club de músicos” también habla de cómo funciona este grupo... “A veces se encuentran.” Creo que nosotros ensayamos mucho por teléfono (risas) o por mail. A veces el mail parece un chat, pasa a ser una confusión en la que después de tres días ya no se sabe muy bien cuál es el tema del que estamos hablando. Entonces, alguno se pone a hablar del tema del que no se hablaba y resulta que da con una idea sensacional: el que no entendió es el que trae el aporte exógeno.

–¿Pero ustedes no tienen interés en el groove, como dice la letra de “Club de músicos”?

–Somos nosotros, pero a la vez es mentira (risas): “El club no existe, sería mentira”.

–La primera regla del Club de la Pelea es que no existe el Club de la Pelea.

–Claro, juega con eso. De esa canción tenía la letra, es de 2007. Llegué a grabar dos veces demos de esa canción. ¡Al menos teníamos una letra! Fue la única que llegamos a grabar y a mezclar directamente en el estudio. En realidad, estuvimos cinco días en el estudio ION, pero en sesiones en las que nunca se volvió atrás de lo que se había hecho, y un par de sesiones más para grabar voces en otros lugares, por ejemplo la de “El ritmatista”.

–¿Esa canción marca un contacto con el disco Disritmia?

–Cuando escribí “El ritmatista” estaba haciendo Disritmia. Y estaba leyendo sobre los procesos ritmáticos, ya no de la polirritmia africana sino de la disritmia africana. Aunque Disritmia está hecho en un editor, no en ProTools con muchos tracks sino en dos canales, después por ahí entra una batería que ni siquiera me interesa que se ajuste perfectamente sino que produzca tropiezo. “El ritmatista” tiene que ver con el estudio de los patrones; el ritmatismo es una rama medio abstracta, una zona en la que la alquimia se cruza con la matemática. Con lo cual, básicamente, llegás a gente que tiene grandes problemas mentales, porque ven ritmos enormes: su fractal es tan grande que su dilema ya no es quién creó a Dios sino quién es el primo de Dios (risas). El ritmatismo es como buscar los patrones en lo cuántico, en algo que es totalmente irregular. Y la canción “El ritmatista” terminó ocupando un lugar importante para mí en el disco, por eso está en el tercer lugar: tengo una teoría de que el tercer tema del disco es donde tiene que cerrar toda la gama, y después tiene que haber espacio para otras ideas y ramificaciones.

–Igual, qué raro que todo esto suceda durante una tanda publicitaria...

–Claro, porque estas empresas, en su afán, terminan construyendo un objeto artístico. No hay un producto claro que se esté vendiendo sino que es un estado de arte.

–Por eso aplauden el fracaso de las ventas.

–¡Claro! Tengo ganas de hacer ese video, pero me dijeron que se va a notar todo. Y es verdad, rompería el enigma: es mejor contarlo que hacerlo por ahí. Me imaginaba que haya cocodrilos humanos, una esfera llena de mitocondrias... Medio como Futurama cuando se juntan todos los papas del Universo...

–O la taberna de La guerra de las galaxias.

–Nunca fui amante de La guerra de las galaxias, por eso no la nombré; pero sí, sería eso.

–¿Cómo es que nunca le gustó La guerra de las galaxias?

–No, ni en su momento. Pero... es de hinchapelotas, también (carcajadas). Había leído Fundación, de Isaac Asimov, y él mismo te explicaba que era el Imperio Romano a escala galáctica. Entonces fui al cine y pensé: “Esta ya me la sé”. Prefiero Viaje a las estrellas: soy del Capitán Kirk, el Señor Spock, la Comandante Uhura... La idea de “los controles no responden” de Viaje a las estrellas después termina de manera más elegante en 2001. Odisea del espacio: Hal no responde porque está al control y no tiene ganas de responderte. La guerra de las galaxias es muy medieval en su estética: andás con un sable láser y te ponés una frazada... es medio raro. Además se me confundieron todas, con precuelas y demás. No la disfruté, pero creo que era también de ladino, de rockero maligno: “Si están todos ahí, no puede gustarme” (risas).

–Lo mismo que les pasó a muchos rockeros con la música disco y Fiebre de sábado por la noche.

–Pero Fiebre de sábado por la noche es una fabulosa película que tiene el drama de esa época: cómo un muchacho de clase media baja, que es el rey de la noche, no puede conseguir el amor. Incluso hay una sexualidad difusa... Muchas veces creo que cuando la gente define su sexualidad, pierde eso que por lo menos le daba algo en que pensar (risas). La idea de suicidarse, las primeras veces que conocés la pasión... La película me parece muy buena, y además a mí me gustan los Bee Gees. Es espectacular pensar que los Bee Gees mandaron esa música como demo y, como no hubo tiempo, lo pusieron así en el disco. Es demasiado. Y también ahí “How Deep is your Love?”: ahí hay una letra, ¿no? Es el lento de discoteca, que no hay en mi disco.

* Daniel Melero presentará Disco hoy a las 21 en el teatro Margarita Xirgu, Chacabuco 875. El jueves 12 tocará junto a Carlos Cutaia en la presentación de Cutaia-Melero en la Biblioteca Nacional, con entrada gratuita.

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