MUSICA › BRIAN CHAMBOULEYRON PRESENTA “POR LA VUELTA”
El músico festeja sus quince años de trayectoria solista con un repertorio de piezas propias y versiones de sus referentes: Zitarrosa, Jara, Manzi y Cadícamo, entre otros.
› Por Cristian Vitale
No necesariamente la idea de “estar de vuelta” tiene una connotación negativa. Puede hacerlo en neutro, en tanto biología inevitable, o en positivo, si alude a un retorno donde alguna vez hubo esencia, sustancia o felicidad. En eso estaría pensando el inquieto Brian Chambouleyron cuando imaginó un nombre para su regreso a los escenarios porteños. “Me siento un poco ‘de vuelta’ de mí mismo. Me permito hacer lo que me gusta, y en este placer compruebo que todo es más fácil”, dice a Página/12, en la previa inmediata de –claro– “Por la vuelta”, el concierto que dará mañana a las 21 en No Avestruz, la sala de Humboldt al 1800, donde festejará sus quince años de trayectoria solista, con un repertorio que promete piezas propias con versiones de sus referentes: Alfredo Zitarrosa, Víctor Jara, Homero Manzi y Enrique Cadícamo, entre ellos. “Por más que tenga varios enfoques, el nombre del concierto también alude a ese hermoso tango de Cadícamo que acabo de incorporar a mi repertorio”, anuncia el cantautor argento-francés cuya voz fluirá acompañada por las guitarras de Lucho Guedes y Nicolás Ciocchini.
–¿Cuáles serían los “otros” enfoques, entonces?
–El de regreso, de vuelta a los escenarios argentinos, de los que me guardé por un tiempo... Las vueltas de la vida, ¿no? Y también tiene un sentido de ciclo, porque siento que di una vuelta: me encuentro en un lugar que ya conozco, pero que veo de otro modo.
Chambouleyron llega al ciclo –que se extenderá a los dos primeros jueves de julio– con quince años al ruedo y el flamante Canciones de oído, que también estará –en parte– en el repertorio, bajo el brazo. “Un disco muy expuesto para mí, en el que el título dice todo: acerqué la boca al micrófono y exploré nuevas maneras de colocar la voz, como un susurro dicho al oído”, define este “juglar criollo”, que además aprovechará la movida para estrenar Ocho videos, ocho canciones, una serie de videoclips que contempla la huella rioplatense y variopinta de su música. “Esta es otra vuelta interesante que nació de una constatación: era evidente que no tenía un buen registro visual, porque todos mis videos publicados adolecían en la imagen o en el audio, y me parecía que esto era una pena, hasta que di con estos ocho videoclips singulares, pensados y concebidos con un lenguaje cinematográfico”, cuenta él.
–¿Está de acuerdo con el mote de “juglar criollo” o le colgaron un sambenito?
–(Risas.) Creo que me define, a falta de otro nombre mejor. A pesar de la diversidad de mi repertorio, siento que es el cantar criollo de donde extraje las mejores cuerdas expresivas y la manera particular de decir y plantarme.
–Y seguir la huella de Gardel, como marcó desde su primer disco (Chambouleyron le canta a Gardel) o el espectáculo Los caminos de Gardel, que estrenó en 2011.
–Gardel es una luz guía para mí, claro. De alguna manera, él se cargó con toda la explosión del tango y su proyección internacional. Cuando hacía los videos que voy a presentar, más de una vez me imaginé a Gardel grabando con las posibilidades técnicas de ahora. Quizá no sería tan interesante, ¿no? A ver: creo que me asaltan paralelos con la vida del Zorzal, pero siempre los caminos de la vida han sido únicos, plenos de deseos, azares y circunstancias.
Francés de nacimiento e hijo del exilio argentino de la dictadura cívico-militar del ’76, Chambouleyron (con cinco discos a la fecha) impregnó con su estética la generación que nació del tango durante la última década del siglo pasado. Fue parte, en concreto, de una serie de “juntadas” que fueron configurando el minuto cero de su vida solista: Patio de tango y Glorias porteñas. “Fue todo azaroso. Estaba haciendo funciones de Glorias porteñas cuando me llamaron para participar de una fiesta a beneficio. Me entusiasmé mucho y a la vez me vi obligado a preparar un repertorio ad hoc que no tenía... Una vez más, la necesidad como madre de la creación. Entonces me planté solo en el escenario acompañado de mi guitarra, y me fue muy bien. Nacía entonces mi ‘juglar criollo’. Esto fue hace exactamente quince años: junio de 1999”, evoca.
–¿Cómo sería la secuencia amplificada?
–Bueno, enseguida empecé a tocar en el programa de Bares Notables, en ese entonces timoneado por una gran gestora cultural: Mónica Guariglio. Vez a vez, el repertorio se acrecentaba y yo, feliz. Empecé a encontrar otros elementos, como el contacto íntimo que crea este formato, la calidez en la economía de recursos y la síntesis al mismo tiempo. Lo que tenés para decir fluye de manera intensa y cara a cara. Realmente me encontré en ese formato de juglar: “Aquí se encajó mi canto, como dijera Violeta Parra”. Esa es una cita del tema de Víctor Jara, “Manifiesto”, que hago en “Por la vuelta”. Mi cantar y tocar arrancó con lo criollo y se completó en el juglar.
–¿Que hoy se subdivide en Cadícamo, Zitarrosa, Jara, Manzi?
–Que a simple vista parece un repertorio irreconciliable; sin embargo, hay poesía, mucha calidad musical y, en todos los casos, un sentido autobiográfico en la elección de las obras. Todo lo interpretado tiene algún correlato directo o indirecto con mi vida, bastante itinerante y azarosa, por cierto.
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