MUSICA › BARENBOIM Y LA VERSIóN DE TRISTáN E ISOLDA
› Por Diego Fischerman
“Tristán.” Esa fue la palabra que, dicen, dijo Franz Liszt antes de morir. Poco importa si la anécdota es verídica. Podría serlo. Esa palabra, la alusión a esa ópera de Richard Wagner que cerró una época y abrió otra, y que cambió para siempre el mundo de la expresividad en la música, alcanzaba para la invocación de un universo: el de lo sublime, el de lo que escapaba a sus propios límites.
Daniel Barenboim, en cada una de sus últimas visitas a Buenos Aires, ha generado, además de conciertos fabulosos, un clima de excitación y participación, de trascendencia, que logró, en cada caso, ir más allá del discreto y acotado planeta de los amantes de la música artística de tradición académica. Y lo hizo, desde ya, con las mejores armas: las sinfonías o las sonatas para piano de Beethoven, o, ahora, una serie de presentaciones que cubren una semana que comenzó con el gigantesco concierto del domingo, con Martha Argerich como solista, y continuó con una presentación espectacular de fragmentos de Tristán e Isolda, en versión de concierto, es decir sin representación teatral.
Barenboim eligió, como material de su concierto, el Preludio, el Acto II completo y el final, Muerte de amor. Tal vez haya sido discutible su inclusión en el abono de ópera, sobre todo teniendo en cuenta la historia de un teatro que, desde la creación de sus cuerpos estables, la representó completa (y con escenificación, desde ya) nueve veces, con directores como Erich Kleiber, Fritz Busch y Ferdinand Leitner, y con cantantes de la talla de Birgit Nil-sson y Jon Vickers. Pero lo cierto es que, más allá de su presentación un poco engañosa –no se trató de Tristán e Isolda sino de un concierto con una selección de fragmentos–, el segundo acto, con el preludio y el final de la ópera como marco, posee una coherencia interna abrumadora. Y, como música de concierto, no podría ser más maravillosa. Está claro, en todo caso, que lo que motivó esta presentación inusual no fue la imposibilidad del Colón de montarla completa, y con su propia orquesta, sino la oportunidad de mostrar otra cosa. La relación entre costos y beneficios, y la evaluación acerca de la pertinencia o no de su programación, podrá ser discutida (y sería bueno que lo fuera). Aunque el resultado artístico fue indiscutible.
La interpretación de la West-Eastern Divan fue absolutamente paralizante. Su preludio, el detalle de los planos, la manera en que los leitmotiv emergían del entretejido, esa cualidad de oleaje que lograron en las texturas grupales, con una conducción de impactante profundidad por parte de Barenboim, estuvo entre los puntos musicales más altos escuchados en mucho tiempo. El grupo de solistas fue asimismo ejemplar. El bajo René Pape es uno de los mejores Mark de todas las épocas. Y Ekaterina Gubanova, en su Brangäne, fue tan deslumbrante como perfecta. El argentino Gustavo López Manzitti, que completó el elenco para la breve aparición de Melot, cantó con seguridad y no desentonó con un conjunto de excepción. Peter Seiffert, que fue quien cantó el Tristán en la versión dirigida por Barenboim en el Met, en 2008, es un veterano en el rol. Su voz no es todo lo pareja que podría desearse, en su registro medio el timbre no es el más grato, pero en los momentos cúlmine es capaz de brillar como en sus mejores tiempos.
Waltraud Meier también hace años que canta el papel. Pero en su caso se trata directamente de una leyenda. Comenzó a personificarlo hace más de veinte años, en 1993, en Bayreuth y con dirección escénica de Heiner Müller. El conductor era, claro, Barenboim, con quien registró en vivo esta ópera en 1995. A los 58 años, la voz de Meier ha perdido homogeneidad en sus registros y su columna de voz no es siempre estable en los graves. Pero su intensidad interpretativa, el cuerpo de sus agudos, un timbre sobrenatural y un fraseo de sabiduría ejemplar, pasan por encima de estos problemas. Ella es, sin duda, una de las grandes Isolda de los últimos tiempos y su “Muerte de amor”, en el final de una noche memorable, fue conmocionante.
10-TRISTAN E ISOLDA
Preludio - Acto II - Muerte de amor (versión de concierto)
Orquesta West-Eastern Divan
Peter Seiffert, Waltraud Meier, Ekaterina Gubanova, René Pape y Gustavo López Manzitti
Dirección: Daniel Barenboim
Teatro Colón, lunes 4 de agosto
Nuevas funciones: hoy a las 20, domingo 10 a las 17 y martes 12 a las 20
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