Vie 22.08.2014
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MUSICA › MARCELO LOMBARDERO PRESENTA SU PUESTA DE DON GIOVANNI, DE MOZART

Una historia de poder, dinero y consumo

El director y régisseur resignifica un clásico de la ópera, dispuesto a encontrar nuevos públicos. Su Don Giovanni, explica, “no será un caballero de capa y espada, sino alguien de hoy”.

› Por Diego Fischerman

Es un hombre de teatro. Y no sólo porque los ha dirigido –y nada menos que al Colón y al Argentino de La Plata–, sino porque podría pensarse que allí vive y respira. Marcelo Lombardero, quien además tiene en su haber una importante carrera como cantante, bromea –o no– diciendo que, además, nació en un teatro. Hijo de artistas, anda por el escenario desde siempre y, en el Colón, fue, antes que solista, director de escena y director artístico, integrante del Coro de Niños y del Coro Estable. Será por eso que, cuando decidió irse del Argentino, y más allá de su actividad habitual como puestista de ópera en diversas salas del mundo, formó una suerte de compañía independiente, armó un espectáculo sobre canciones y arias de Claudio Monteverdi y otros autores de su época y revolucionó un ambiente generalmente caracterizado por la quietud representándolo en el bar de un teatro, literalmente entre las mesas.

Bromas y lamentos tuvo un éxito inédito para el género, las pocas funciones programadas originalmente se extendieron a lo largo de varios meses y la obra, que acaba de representarse a sala llena en el Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami y que girará por México en un par de meses, se reestrena este miércoles 27 de agosto, a las 21, en el Teatro Maipo Kabaret (Esmeralda 443). En una tónica similar, Lombardero está preparando una puesta del Mahagonny Songspiel, de Kurt Weill y Bertolt Brecht, que subirá a escena todos los sábados y domingos, a las 19, a partir de septiembre, en la Usina (Pedro Mendoza y Caffarena). Y hoy estrena, en el Teatro Avenida (Av. De Mayo 1222), su puesta en escena del Don Giovanni, de Wolfgang Amadeus Mozart, para el ciclo de Buenos Aires Lírica, la misma asociación para la que había presentado su recordada Carmen, de Bizet, en 2011. En cada uno de estos trabajos se percibe no sólo su pasión –o su necesidad– de que los viejos textos no pierdan su poder de comunicación y significado, sino la convicción de que con ello se relaciona algo que lo preocupa tanto como artista como cuando dirigió grandes teatros de ópera: el hecho de que si ese público no se renueva –y no se hacen espectáculos que estimulen esa renovación–, al género le queda poco futuro.

“Una de las palabras que me gusta usar es resignificación”, dice Lombardero a Página/12, en una pausa entre ensayos. “Hay cosas que, si no, hoy no tienen cómo contarse. Una escena en que el marido, recién casado, le dice a su flamante esposa que se vaya tranquila con Giovanni, tiene que ver con las relaciones de poder en el siglo XVIII, pero hoy es ridícula. O directamente impensable. Entonces eso debe, necesariamente, ser contado de otra manera.” Su Don Giovanni, explica, no será un “caballero de capa y espada”. Es, afirma, “alguien de hoy”. Para él se trata “de una historia de poder, dinero, consumo y de la insatisfacción permanente de un personaje que hace víctima a la sociedad y acaba siendo su victimaria. Es lo que la sociedad en gran medida provoca pero no quiere mirar. Y ese final donde el libertino es juzgado por la sociedad no tiene nada de ejemplificador; es, simplemente, hipócrita”. El director de escena, que como cantante hizo los papeles de Giovanni y de Leporello infinidad de veces, reflexiona: “Don Giovanni no es sólo una ópera, sino una puerta de entrada en el mundo de la modernidad, en el universo del Romanticismo. Está la obra y están las lecturas que se han hecho, sobre la ópera y sobre el personaje, entre las cuales las de Goethe, a quien no le gustaba la obra pero veía allí otra cosa, y la de Kierkegard, sobre todo, este Don Juan adquiere una característica prometeica. Uno puede hacerse el zonzo o meterse con el tema. Nosotros hicimos esto último”.

Con funciones, además de la de hoy a las 20, el próximo domingo 24 (la única que será a las 18), el martes 26, jueves 28 y sábado 30, la ópera será conducida musicalmente por el director chileno Pedro-Pablo Prudencio, la escenografía, totalmente virtual y realizada con pantallas LED, es de Diego Siliano, el vestuario es de Luciana Gutman y la iluminación de Horacio Efrón. Lombardero hace hincapié en que “todo el texto, y particularmente los recitativos, fueron tomados como un texto dramático y todo el tiempo se trabajó sobre cómo se decía cada cosa que se decía. Y tal grado de integración entre cada uno de los aspectos de la obra sólo es posible cuando hay, como en este caso, una gran afinidad con el director musical, con quien fuimos siempre en el mismo sentido, y se tiene un elenco como éste, con el nivel de entrega y generosidad musical que ellos tienen”. No es una casualidad, en todo caso, que el equipo técnico sea el mismo en cada una de las puestas que él dirige (y que, efectivamente, funcione como un equipo) y que en el elenco convocado para este Don Giovanni se repitan varios de los nombres de Bromas y lamentos, empezando por la magnífica Oriana Favaro, que en este caso será Donna Anna. Con Nahuel Di Pierro en el papel protagónico y el bajo venezolano Iván García como Leporello, el grupo se completa con Victoria Gaeta como Donna Elvira, Santiago Bürgi y Cecilia Pastawski, otras dos piezas claves en Bromas..., como Don Ottavio y Zerlina respectivamente, Mariano Fernández Bustinza en el papel de Masetto y el notable Hernán Iturralde como Commendatore.

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