Dom 24.08.2014
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MUSICA › A TREINTA AÑOS DE LA SALIDA DEL DISCO DEBUT DE SODA STEREO

El primer paso para ser parte del jet-set del rock latino

El miércoles será el aniversario de la publicación de Soda Stereo, el disco que obró como respuesta generacional y abrió las puertas de la leyenda. “Teníamos ganas de experimentar otras emociones y de demostrar que había un mañana”, asegura hoy el baterista Charly Alberti.

› Por Yumber Vera Rojas

El 27 de agosto de 1984, un nuevo grupo de rock argentino, tras deslumbrar al primaveral under porteño, finalmente vio en la calle su epónimo disco debut, cuya última canción del lado A (eran tiempos del vinilo) cerraba con una sentencia tan lapidaria que en aquel entonces podía considerarse una blasfemia: “El régimen se acabó”. Si bien la Argentina se encontraba de fiesta por el desembarco de la democracia el año anterior, aún estaban abiertas las heridas por la guerra de Malvinas, mientras comenzaban a inventariarse las atrocidades cometidas por la dictadura militar. No obstante, “Dietético”, el tema en cuestión, además de proponer un cambio de chip en el imaginario nacional, se tornó en una respuesta generacional al bucolismo que embargaba a la escena rockera local: la letra hace alusión a la importancia en la sociedad moderna de tener una buena figura, aunque al final invita a dar, a partir de un juego de palabras, vuelta la página a la dictadura.

Por lo que este próximo miércoles no sólo se celebrarán los treinta años del primer álbum de Soda Stereo, sino de la aparición de un repertorio bisagra en la música popular argentina: el que oficializó el inicio de la leyenda del grupo de rock más influyente de América latina. “Veníamos de un período del país y musical bastante feo. Fueron años de mucha tristeza social, con represión y con otras cosas más que sucedieron en la dictadura. Incluso durante la Guerra de Malvinas, donde estaban muriendo chicos de nuestra edad, vivimos con el temor de que en cualquier momento nos pudieran llamar como reservistas”, recuerda Charly Alberti, baterista del trío, ante Página/12. “Lo que hicimos fue decirle ‘basta’ a ese llanto. Teníamos ganas de experimentar otras emociones y de demostrar que había un mañana. Así que nos aferramos a las canciones para tratar de ir hacia adelante, no para recordar el pasado. Nuestro primer disco es sumamente valioso para entender por qué Soda Stereo fue lo que fue, porque habla de una variedad y advierte nuestra intención de reinventarnos constantemente.”

Dos años antes de que el grupo entrara al estudio para grabar su disco de estreno, Alberti conoció a Gustavo Cerati, a quien los unió, además de la hermana menor del frontman, Laura, la coincidencia musical. “A mí me gustaba su hermana, a la que conocí cuando hacía waterpolo en River. En una de esas charlas en las que trataba de conquistarla, me contó que Gustavo era músico, que tocaba la guitarra y que la estaba volviendo loca con The Police. No lo podía creer, porque en esa época éramos cinco los que los escuchábamos en la Argentina”, evoca con entusiasmo el músico. “Así que un día llamé a Laura y como no me dio bola, le pedí que me pasara con su hermano. Le dije que quería armar una banda y que él me parecía que podía ser el guitarrista. Le pregunté si conocía a un bajista y me contestó que tocaba con un chico de la universidad que también escuchaba ese tipo de música. Les pedí que vinieran a mi casa, porque tenía una sala de ensayo, y de esa manera se armó Soda Stereo.”

Sin embargo, a pesar de que con el paso de los meses el grupo evidenciaba una simbiosis y una liquidez sonora tremenda, sus integrantes sentían la necesidad de sumar a un cuarto Soda. Después de probar a Ulises Butrón –quien prestó su guitarra para el primer demo del trío, que incluyó “¿Por qué no puedo ser del jetset?” y “Dime Sebastián”, al igual que un tema suyo, “Debo soñar”– por la banda pasaron un sinnúmero de candidatos para ocupar el puesto. El último de ellos fue Richard Coleman. “Otros posibles cuartos Soda, Eduardo Rogatti, que había sido mi profesor de guitarra, y Daniel Melero, durante sus respectivos períodos de prueba, dejaron mi nombre rodando por ahí. Así que en octubre de 1992, Charly Alberti me llamó a mi casa presentándose como miembro de la agrupación más moderna de la Argentina, en la que tocaba el mejor guitarrista del país. A lo que le respondí: ‘¿Y para qué me necesitás? Si ya tienen todo lo que precisan’. Una semana después, y luego de que me hablaran bien de la banda, le respondí, y fui a su sala de ensayo, que quedaba en Núñez, muy cerca de mi casa.”

Aunque luego de varios ensayos, y previo a su iniciación en los escenarios, en julio de 1983, en la discoteca Airport, Coleman se bajó de la nave. “A partir de nuestro primer encuentro en la sala, noté que sus canciones estaban cerradas. Lo que le faltaban eran decoraciones: texturas y tramados instrumentales”, rememora el ex líder de Fricción y Los Siete Delfines. “Sentía que estaba de más, porque aparte su cohesión era tan fuerte que funcionaban como un ente único, entonces les sugerí que salieran los tres y que me convocaran a tocar cuando quisieran. Desde entonces, se dieron cuenta de que era más fácil y dinámico ser un trío, se olvidaron del asunto y siempre tuvieron a un músico invitado”. A lo que Alberti

adhiere: “Nuestra mancomunión musical iba en crecimiento al tiempo que la necesidad de un cuarto músico iba decayendo, porque cada vez sonábamos mejor. Pero no teníamos en nuestra cabeza ser un trío sino una banda, porque pensábamos que un proyecto grupal debía incluir a un tecladista o dos guitarras. A principios de los ’80, las bandas tenían saxo y muchos otros instrumentos”.

A los pocos meses de su revelación, Soda Stereo se alzo como uno de los bastiones de una incipiente avanzada musical porteña que, a través de un sonido fresco y afín al que sacudía al resto del mundo, desafió al anacronismo del “rock nacional”. “El underground era una serie de tugurios, de bares, que estaban interconectados por una cosa común: la necesidad estética y expresiva”, describe Coleman. “No éramos ni los músicos ni el público del rock como había sido hasta ese momento. Esas influencias yanqui y europea existían, aunque ninguno de nosotros se quería parecer a ellas. Estábamos convencidos de que hacíamos algo único. Cuando esta escena llegó a los medios, comenzaron a aparecer las etiquetas y las comparaciones. Creo que por eso Gustavo quería convertir a la banda en un cuarteto, para que no dijeran que eran ‘los Police argentinos’. La verdad es que estábamos en contra el sistema, por eso el look era importante, pues se trataba de una declaración de principios.”

Raros peinados nuevos

Justamente ese identikit estético fue lo que cautivó la lente de la entonces novel fotógrafa Andy Cherniavsky. “En esa época trabajaba con Daniel Grinbank en la revista Rock & Pop, al tiempo que hacía fotos para otras publicaciones como CantaRock y El Musiquero, y para tapas de discos”, contextualiza una de las más célebres fotógrafas del rock argentino. “De toda esa nueva escena, Soda Stereo se posicionó como el grupo moderno del momento. Eran tres tipos súper producidos, que sabían laburar híper bien el tema de la imagen, aparte de que tenían una conciencia plena de la novedad y la creatividad, pero especialmente de la transgresión.” Esa misma impresión fue la que tuvo el conductor radial Lalo Mir al momento de descubrirlos, aunque añade: “Si bien el trío brillaba por personalidad, por intensidad y por conceptualidad, la sensación que me dieron los pibes es que sabían a dónde iban, sin siquiera imaginárselo. Fue una locura total lo que sucedió con ellos. Pegaron bastante rápido, además, porque el sonido Soda no es el del disco, sino que ya estaba definido un año antes”.

Pese a que el conductor radial bromea al achacarse el rótulo de ser “el primer comunicador que creyó en Soda”, la realidad es que los temas del trío penetraron el dial gracias a él. “Estaba en un lugar de noche, uno de estos de baile y de tragos, y Charly me dio un cassette, y me pidió que lo escuchara”, repasa Mir. “Estaba haciendo 9 PM, que era un programa de rock en las noches de Radio Del Plata. Entonces lo escuché, me pareció interesante, y se lo di a los musicalizadores del espacio, Gustavo Noya y Daniel Ladogana, y ellos se jugaron. Porque en esa época era así: o apostabas por lo nuevo o te quedabas con lo establecido. Si bien el cassette –que era un TDK rojo que debo conservar en alguna caja– tenía tres temas, ‘¿Por qué no puedo ser del jet-set?’, ‘Te hacen falta vitaminas’ y “Dietético”, los que más pasábamos eran los dos primeros. Una vez que comenzó a sonar en la radio, se viralizó, palabra que no existía en la época, por esto de los cassettes.”

El trío había registrado ese segundo demo en los estudios Buenos Aires Records, ubicados en el barrio de Palermo, al tiempo que crecía su agenda de recitales de Buenos Aires, donde ya era habitué en pubs y bares como el Café Einstein (propiedad de Omar Chabán), Stud Free Pub, y Zero Bar, en los que compartieron programación con la mayoría de los grupos importantes de ese período. “La Sobrecarga, Alphonso S’Entrega y Los Twist eran algunos de los compañeros de década”, enumera el baterista de Soda Stereo. “Pero, si bien nuestra única referencia era Virus, la mayor relación la tuvimos con los chicos de Sumo, porque éramos las dos bandas más convocantes del underground.” De aquellos años data el River-Boca que público y prensa intentaron sembrar entre ambos grupos. “Esas cosas se van armado a partir de la idiosincrasia de esta gran nación”, ironiza Coleman. “El gran Boca-River que había éramos no- sotros, los del palo de la new wave y del post punk, contra los hippies del rock nacional. Cuando le robaron los equipos a Soda, los siguientes shows Cerati los hizo con una guitarra que le prestó Ricardo Mollo.”

Un equipo para el éxito

A mediados de 1983, el empresario Carlos Rodríguez Ares, quien en los ’70 y ’80 se había dedicado a la explotación de música pop –organizando shows en el país de artistas como Julio Iglesias, Los Cinco Latinos y Trini López– para luego recalar en el rock, recibió el segundo demo de Soda Stereo. “Cuando Charly Alberti se acercó a mí para entregarme el cassette, porque le gustaba el trabajo que hacía con Virus, lo escuché y me gustó mucho”, afirma el productor y primer manager del trío. “Ellos se incorporaron en seguida a la agencia, de la que también formaron parte Los Helicópteros. Estas bandas estaban en una onda diametralmente opuesta al rock argentino de ese momento. Sufrimos mucho, no sólo por la indiferencia de la gente sino de una parte de la prensa, que consideraba a esta movida ajena a la música que se hacía en el país. Tuvimos críticas tan pésimas que comenzamos a captar más público.”

Quien también se interesó por el trío fue el “Gordo” Martínez, que fue a verla en vivo a partir de la recomendación de Víctor Gómez, empleado de la disquería Sam el Pirata, al que le cayó en sus manos uno de los tantos demos que estaban circulando por la ciudad. Al representante de CBS lo asombró de tal forma la performance del conjunto, que el 17 de agosto de 1983 ya estaban firmando el contrato para grabar su primer disco, con la sugerencia de que, considerando que era una agrupación desconocida para el mainstream, sumara un cover de Los Teen Tops. Pero ante la postergación de la grabación del álbum, la banda se peleó con él, en el verano de 1984, por lo que la mandó al freezer. Aunque, ante la insistencia de Charly y de Gustavo para que trabajara con ellos, Rodríguez Ares recogió el guante y los ayudó a destrabar su situación. “Creo que el éxito que tuve con Virus en el disco Agujero interior fue lo que me permitió meter a Soda Stereo en CBS y en las presentaciones, porque, para ser sincero, no había ningún interés de parte de la compañía en apoyarlos. Así que se encontraban descorazonados con ese tema.”

Antes de tomar la decisión de incorporarlo en la agencia, el otrora productor y manager –quien desde hace veinticinco años atiende su propia tienda en el Microcentro porteño, Elvis Shop, dedicada al “Rey del rock and roll”– invitó a Virus a ver un show de Soda Stereo en Zero Pub. “Una vez que íbamos en el auto, pregunté cómo se llamaba el grupo. Cuando me dijeron, contesté: ‘Olvidate, con ese nombre no llegan a ningún lado’, confiesa Marcelo Moura, actual cantante del legendario combo de pop platense. “No bien comenzó, nos gustó muchísimo. Al salir de ahí, Rodríguez Ares le preguntó a Federico si quería producir ese disco debido a que, a pesar de que el material estaba prolijamente hecho, había dos detalles para remarcar: era su primer álbum, por lo que estaba bueno que los apoyara alguien que tuviera experiencia, para evitar que cometieran los mismos errores por los que uno ya había pasado. Lo otro era, tomando en cuenta el auge de The Police, tratar de sacarle cualquier estigma que los relacionara con ellos. Así que la idea era meterle teclados para ayudarles a hacer relucir su personalidad.”

Después de que Soda Stereo aceptara las condiciones para grabar su primer disco, Rodríguez Ares acudió al sello para reactivar la realización de ese material. “La gente que manejaba el catálogo de artistas y repertorios me dijo: ‘Carlos, lo que vos quieras’. Tenía una excelente relación con el sello debido al éxito que tuvimos con Virus, entonces se me hizo muy fácil reactivar lo de Soda.”. No obstante, antes de ingresar al estudio, el trío allanó el terreno para consolidarse como la banda revelación del rock argentino de 1984. “Esa mala prensa que tuvo al principio pude revertirla cuando llegaron los carnavales de ese año. En Marabú, sala que tiene una historia riquísima en cuanto al tango, llevé adelante un ciclo en el que presenté a Virus y a grupos que estaban con Daniel Grinbank. Pero aproveché para meter a Soda a manera de soporte de todas las actuaciones. Afortunadamente, me fue muy bien, y en lugar de dos o tres fines de semana, el evento se extendió hasta abril. Y eso les sirvió muchísimo. El público llegaba para ver a Los Abuelos de la Nada y se encontraba con un trío impresionante que sonaba ríspido. Te cortaba con un cuchillo.”

Perdón, fue un error

“La calle enseña”, “Perdón, fue un error”, “Lisa”, “El héroe de la serie” y “Dime Sebastián” fueron algunas de las canciones de ese repertorio germinal que se descartaron de la grabación del disco debut de Soda Stereo. “Eran temas experimentales que formaban parte del proceso de desarrollo del carácter del grupo”, argumenta Coleman, quien estuvo presente en esas sesiones. “Incluso tenían uno llamado ‘Choripán’, mientras que ‘La calle enseña’ era muy The Police. También recuerdo que en ese momento Gustavo y yo escuchábamos mucho a Code Blue, banda maldita inglesa que sonaba como Police, pero era más rockera. Esa información llegaba gracias a que teníamos amigos con disquerías que importaban discos.” Alberti especifica: “Lo que pasó con esas canciones –y no sólo sucedió en el primer álbum, sino en otras etapas–, es que, a causa de que Soda Stereo componía en la sala de ensayo, quizá luego, porque no nos terminaban de convencer para meterlas en un disco, tomamos partes de estas para terminar otros temas o simplemente quedaron en el olvido”.

La relación del trío con Adrián Taverna, sonidista de confianza de Soda Stereo y de Cerati en su carrera solista, se remonta al primer disco. “Llegué a Soda de la mano de Federico, porque yo era el ingeniero de sonido de Virus. Cuando a él le propusieron ser el productor del álbum, me preguntó un día si quería ir a verlos en vivo. Así los conocí”, hace memoria este mago de las perillas, proveniente de las ligas del metal. “Después grabé el demo con las canciones del disco, que posteriormente sirvió de referencia, de las que quedaron todas, salvo una llamada ‘Detectives’, las cual al final no entró porque ya tenían varias parecidas en el repertorio. Me acuerdo perfectamente que era de la onda de ‘¿Por qué no puedo ser del jet-set?’ y ‘Te hacen falta vitaminas’. Ese material lo grabamos en un cassette común, desde una consola de seis canales, en la sala de ensayo del grupo. Hicimos una pasada a los temas porque realmente estaban armaditos.”

Si bien es cierto que la banda tenía afilado el conjunto de canciones que integra su LP epónimo porque lo tocaba desde hacía tiempo, la labor de Federico Moura se orientó a contener psicológicamente a los músicos, sobre todo a Gustavo Cerati. “Como sabía que no había mucho más para hacer, sugirió algunas cosas. Pero no participó en el sonido”, explica Alberti. “De hecho, el primer disco suena peor de lo que el grupo sonaba en vivo. La calidad técnica de ese material fue desastrosa. Lo que pasa es que nos afectó la burocracia, porque debimos grabar en un estudio del sello en el que de pronto estabas haciendo una toma con un técnico, terminaba su turno y luego lo reemplazaba otro ingeniero (fueron cuatro los que participaron) que no sabía lo que había hecho el anterior. Eso nos complicó y hasta nos mermó. A nosotros Federico nos daba, por lo menos, la tranquilidad de que en el cuarto de control había alguien que entendía lo que queríamos. Más allá de eso, su mayor trabajo fue sobre Gustavo, a partir de su experiencia como cantante, para que él pudiera hacer rendir mucho mejor su voz.”

Amén de Moura, quien aportó igualmente algunos teclados en temas como “Trátame suavemente” y “Ni un segundo”, en las sesiones de esa producción del disco, registradas en los ya inexistentes estudios de 16 canales de la CBS en Paraguay y Montevideo (“era nuestro Abbey Road”, dice Coleman), intervinieron también Gonzalo “El Gonzo” Palacios, de Los Twist, que prestó su saxo para el corte “¿Por qué no puedo ser del jet-set?”, y Daniel Melero, con algunos sintetizadores y programaciones. Aunque la historia oficial cuenta que el ex Los Encargados, frente al deseo de Soda Stereo de sumar un tema lento, cedió “Trátame suavemente”, Rodríguez Ares asevera que la propuesta fue suya: “Con Daniel tuvimos un trabajo muy cortito con Los Encargados y me pareció que esa canción, que me impresionó mucho al momento de escucharla, les venía bien a los Soda”, señala el productor y manager. “Así que le pedí su autorización porque, considerando que los chicos se comportaban de una forma muy punk sobre el escenario, podía agregar en su propuesta.”

El subsuelo de un Pumper Nic

La presentación del primer disco de Soda Stereo ante los medios, que coincidió con el cumpleaños de Zeta, el 1º de octubre, se realizó en el subsuelo de la cadena de hamburguesas Pumper Nic, en su sucursal de la calle Suipacha. Tras las buena acogida que tuvo ese evento, siguió el show oficial en el Teatro Astros, el 4 de diciembre de 1984. “Gustavo tuvo una idea muy interesante, aunque hoy parezca normal, porque el tema de la imagen era muy importante para ellos, y fue montar una estructura de televisores detrás de donde iban a estar tocando, que funcionaron a lo largo del espectáculo, en distintos lugares y canales. Y eso agregó muchísimo”, reconoce Rodríguez Ares, del que la banda se alejó antes de que entrara a grabar su siguiente álbum, Nada personal. “Los Soda trabajaron conmigo un año y pico. De manera que con el único disco que tuve que ver fue con el primero. Ellos después comenzaron una relación con Ohanian. No sé si se fueron en malos términos, pero tengo un muy lindo recuerdo tanto de Zeta como de Charly. Son muy buena gente.”

A tres décadas de su aparición, Charly Alberti ve al primer disco de Soda Stereo como la culminación de una etapa. “A la distancia pensás: ‘Tenía que aprender, era lo que me tocaba’. Casi todo primer disco es determinante porque fija tus tiempos, y en qué momento y con qué frescura vas a desarrollarte. No obstante, este álbum encierra un montón de situaciones y de momentos musicales que lo hacen diferente del resto, porque cuando hacés un primer disco se supone que venís ensayando, si sos una banda chica y nueva, desde hace ya varios años. Entonces te das cuenta de que algo pasó entre el primer tema que hicimos, ‘¿Por qué no puedo ser del jet-set’, y el último, ’Sobredosis de TV’. Sin embargo, están todos en el primer disco. ¿Por qué? Porque te lleva un tiempo mayor al que necesita cuando ya tenés una carrera, ya que el resto de los discos generalmente los hacés en un año. Entonces, el tiempo musical se encierra en un sonido, que en este caso fue mucho más amplio.”

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