MUSICA › LA VIOLONCELLISTA SOL GABETTA ACTUARá HOY Y MAñANA EN EL TEATRO COLóN
Junto a la Orquesta de Cámara de Basilea, la intérprete argentina radicada en Europa se presentará dentro del ciclo del Mozarteum. Ejecutará obras muy diferentes: el Concierto Nº 1 en La Menor, Op. 33, de Saint-Saëns, y el Concierto en La Mayor, Op. 129, de Schumann.
› Por Diego Fischerman
Es una de las estrellas del mundo de la música clásica actual. Y, al mismo tiempo, no podría ser más diferente de ese estereotipo. Nacida en Córdoba y radicada en Europa desde los 9 años, cuando ya era una violoncellista consumada, Sol Gabetta casi nunca habla de ella. O, mejor, jamás de ella sola. Para ella la música es algo colectivo y, de hecho, cada vez que menciona alguno de sus proyectos, los repertorios que aborda o las modalidades interpretativas, se refiere también, inevitablemente, a otros músicos. En Buenos Aires para tocar, hoy y mañana, junto a la Orquesta de Cámara de Basilea, conversa con Página/12 y no cambia esa postura.
“Los conciertos que haré en Buenos Aires son dos extremos, exploran mundos totalmente diferentes y la elección de estas obras tiene que ver, por supuesto, con lo que conversamos con Giovanni Antonini.” El fundador de Il Giardino Armonico será quien conduzca las dos presentaciones en el Colón, pertenecientes al ciclo de abono del Mozarteum Argentino, en las que Gabetta interpretará, respectivamente, el Concierto Nº 1 en La Menor, Op. 33, de Camille Saint-Saëns, y el Concierto en La Mayor, Op. 129, de Robert Schumann. Los programas se completarán con el Noneto para vientos y contrabajo, de Bettina Skrzypczak, y la Sinfonía Nº 7 en La Mayor, Op. 92, de Ludwig van Beethoven (esta noche), y el Octeto para vientos, de Stefan Wirth, y la Sinfonía Nº 4 en Si Bemol Mayor, Op. 60, de Beethoven (mañana).
“El Concierto de Saint-Saëns es una obra que me acompañó muchísimo, lo toqué en mi primera actuación con orquesta en Europa, en Basilea, cuando tenía 11 años”, dice Gabetta. “Es una obra muy juvenil, muy fresca; no tiene nada que ver con Schumann y eso es lo que me gustó de hacer estos programas, de un día para el otro hacer dos polos opuestos: un contraste increíble en obras que pertenecen a períodos no tan lejanos. Y lo que es muy interesante es trabajarlos con Antonini. A él se lo conoce más como alguien que viene del Barroco, inclusive como instrumentista. Es un intérprete notable de flauta dulce. Pero tanto el Saint-Saëns como el Schumann, a pesar de esos mundos antagónicos que presentan en lo expresivo, son obras mucho más minimalistas que lo que habitualmente se piensa. La visión de Antonini, en ese sentido, es esencial para iluminar esos aspectos. El es la persona ideal para entender a Schumann, porque se trata, como él, de una persona compleja. Y, por algún motivo, me llevo mejor, siempre, con las personas complejas.”
Gabetta interpreta un repertorio amplísimo, desde los conciertos de Vivaldi hasta Shostakovich o Ginastera. Su versión del Concierto, de Edward Elgar, es una referencia obligada –y tal vez se trate de la única versión capaz de conferirle a la obra una cualidad de introspección que en general pasa desapercibida– y hace referencia, más de una vez, a su aprendizaje como música, a lo que cada obra aporta a su crecimiento como intérprete, a la curiosidad y a la necesidad de estudiar incesantemente. “Tocar música barroca, y lo hecho con instrumentos antiguos y con cuerdas de tripa, me mostró algo sumamente importante respecto del vibrato. Y de la idea de que el sonido se construye desde el arco. Los cellistas modernos ‘armamos’ el sonido mucho más desde la mano izquierda, desde el vibrato. Sin él es un sonido muerto y, con vibrato, vive. Pero no es así. Si el sonido nace y se trabaja y tiene matiz desde el arco, el vibrato se convierte en un recurso expresivo; en algo que le agrega algo al sonido, cuando se lo necesita, pero que no es el sonido mismo.” Ha tocado con muchos de los más grandes directores en actividad en los últimos veinte años y, sorprendentemente –o no– dice que no valora en especial “aquellos con los que me sentí más cómoda”. Para ella “un poco de incomodidad, de desafío, siempre es más interesante. Lo otro es maravilloso, desde ya, porque se hace muy fácil. Recuerdo, por ejemplo, a Zubin Mehta. El tiene una gran experiencia dirigiendo ópera y acompañando a cantantes. Y los cantantes se pierden, se quedan por allí, alargan o acortan una nota y el director los sigue. Con Mehta no hay que hacer nada. Hay que tocar y confiar. La orquesta siempre va a estar con una. Maazel, que murió hace poco y con quien teníamos varios proyectos, era alguien mucho más difícil. Por ahí me gustaba por eso. Trabajar con él era maravilloso. No es que fuera fácil, o cómodo. Era un trabajo, una aventura, algo fantástico.”
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