Desde Ushuaia

Un zorro gris mira, con curiosidad, desde la orilla del turbal. El bosque de lengas sube hacia la cumbre del cerro Alkatén (cabeza pelada, en seknam). Un cóndor vuela, cerca del Monte Olivia. Y a pocos metros, en el auditorio del Hortel Arakur, sede central del Festival de Ushuaia, la notable cellista francesa Ophélie Galliard, que ayer tocó un programa integrado por obras de Claude Debussy, Leos Janacek, Dmitri Shostakovich y el “Grand Tango” de Astor Piazzolla, daba clase a un grupo de niños y jóvenes. La reserva natural Alarkén es parte del hotel. O lo contrario. Lo cierto es que resulta casi imposible separar la música y la extraordinaria acústica de una sala diseñada con un cuidado extremo de lo que las rodea.

La presencia de dos orquestas sinfónicas, la de Bahía Blanca y la de Entre Ríos, además de la que presenta, en un auditorio popular en Ushuaia y también en Tolhuin y Río Grande, el popular Drácula de Angel Mahler, sumados a los solistas y grupos de cámara que se presentan diariamente en el auditorio, dan una pauta de la variedad estilística por un lado y, también, del volumen de la apuesta que el festival conlleva, ya con diez años de continuidad en sus espaldas. Entre lo ya sucedido, se cuentan las actuaciones del trío del clarinetista Eloy Fernández Rojas, María Eugenia Castro Tarchini en violoncello e Iván Rutkauskas en piano, quien también fue solista junto a la orquesta de Bahía Blanca, dirigida por su titular, Gustavo Fontana, y de los pianistas Luisa Splett y Alberto Bohbouth, además de los recitales de Elena Roger y de la actuación de Bruno Gelber, como solista del Concierto Nº 4 de Beethoven –también junto a la orquesta de Bahía Blanca– con la que comenzó la segunda semana de actividades del festival.

Luego de un concierto en que Angel Mahler, junto a un cuarteto de cuerdas, tocó algunos pasajes de sus musicales, algunas piezas concebidas por fuera de ese formato –aunque con el mismo modelo estético– y sencillos arreglos de famosas músicas de películas, y más allá del montaje de su Drácula en varias ciudades de la provincia, el festival continúa hoy con un concierto del guitarrista Carlé Costa, quien, entre otras composiciones, interpretará una de las más bellas escritas para su instrumento en el siglo XX, Nocturnal, de Benjamin Britten. El pianista Giovanni Alevi dará un recital mañana y el jueves Luis Gorelik dirigirá a Carlé Costa, como solista, haciendo el Concierto para guitarra y orquesta de Villa-Lobos, en un programa que se completará con la Obertura de Rienzi, de Richard Wagner y la Sinfonía Nº 3 de Ludwig van Beethoven. El viernes actuará el grupo Escalandrum, haciendo sus versiones de temas de Astor Piazzolla. Este programa tiene el inmenso atractivo de ser, quiza por primera vez, una verdadera relectura de aquel material, apartándose del intento mimético y de la vana ilusión de tratar de sonar como el maestro (y en este caso, abuelo de uno de los integrantes, el baterista Pipi Piazzolla). Lo bueno es que en estas versiones hay tanto de un Piazzolla –y del excelente grupo que integra– como del otro. El sábado, como cierre, el director artístico del festival, Jorge Uliarte, se ubicará en el podio, en un programa que incluirá la Sinfonía Nº 9 de Antonin Dvorak y, con la actuación solista de Domenico Nordio, el Concierto para violín y orquesta de Piotr Ilich Tchaikovsky.