MUSICA › “LA MAQUINA DEL TIEMPO”, DE EDUARDO MATEO
Un CD doble que acaba de lanzar Aqcua Records reúne canciones inéditas del músico uruguayo, grabadas entre 1971 y 1988.
› Por Cristian Vitale
Siempre fue un problema echar un manto orgánico sobre la obra de Eduardo Mateo. Puede dar cuenta el productor argentino Carlos Piriz, cuando lo trajo al país para grabar su primer disco solista –Solo bien se lame– y casi enloquece por su indisciplina. También los músicos que clavó en el estudio. Es que tanto como un genio irreverente, Mateo fue un indomable. Pudiendo “ponerse las pilas” y acoplarse a las generales del sistema para sistematizar una carrera, prefirió optar por el lado oscuro, el gusto agrio de la existencia.
Aquí radica el valor de La máquina del tiempo, un CD doble que acaba de lanzar Aqcua Records, con canciones inéditas grabadas entre 1971 y 1988. No están allí maravillosas creaciones como “Yulelé”, “Esa tristeza” o “Mejor me voy” sino lados B, rarezas en vivo, experimentos y cuelgues, que lo muestran en una dimensión desconocida. Gran parte de su obra no figura en sus –pocos– discos solistas, ni en los que grabó con otros, sino en manos de amigos y rastreadores anónimos. Tuvo que existir un libro de investigación (Razones locas, de Alencar Pinto), para que estas rarezas emergieran de la nada. Y tuvo que existir el empeño de restauradores cibernéticos para que éstas se tornaran escuchables.
Cada CD está dividido en cinco capítulos. 3er viaje, ida comienza con “Kin tin tan”, que suena como un bello presagio de Solo bien se lame (1972). El segundo capítulo registra tomas descartadas de su disco debut. La tierna “Amanece” y “Nene”, semejante a “Yulelé”. El tercero es de fines de los ’80. Un Mateo lastimado aflora en “El son de Cynthia de Pocitos”. Es la parte en que, salteando distancias, Mateo parece el Syd Barret de The Madcap Laughs. Pocas veces la desesperanza puede tornarse canción como en “El son”. O en “Sueño otoñal”, el desaliento minimal que Roos nombra en “Brindis por Pierrot” y “Laraira”.
El otro CD (Tercer viaje, vuelta) engloba registros desde 1983 hasta 1988, dos años antes de que lo destrozara un cáncer de estómago. En “Lo de doña Martinica”, resuena lo central que fue para Mateo la influencia de la bossa nova. Hay siete temas que los restauradores no pudieron salvar. Pero valen como hallazgo: pertenecen al Mateo desamplificado que hizo explotar La Máscara en 1985. Completan una escueta versión de “La zamba vieja” y “Amor”, tema eléctrico, con batería digital. “¿Amor, vos sos bobito?, ¿por qué estás metidito?, ¿amor allí dentrito?, amor no estés solito”, cantaba el último Mateo, dando pistas sobre su vida. Y eternizando una incógnita: ¿Habrá sido el desamor la causa de su existir genial y atormentado?
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