MUSICA › RECITAL DE LA BANDA ESTADOUNIDENSE CALEXICO EN NICETO CLUB
Menos explosiva, pero más sofisticada que en sus anteriores visitas a Buenos Aires, la banda liderada por Joey Burns y John Convertino volvió a mostrar, detrás de su epidermis folk, country y tex-mex, el espíritu de la frontera entre los Estados Unidos y México.
› Por Yumber Vera Rojas
Antes de que disparara el primer acorde, Joey Burns apostó por el desconcierto en el regreso de Calexico a Buenos Aires al saludar al público con la bien criolla arenga: “¡Aguante todo!”. Incluso en el tránsito de “Epic” (canción con la que el grupo estadounidense inauguró el setlist de su recital de la noche del miércoles en Niceto Club) hacia “Across the Wire”, el recinto aún no salía de su asombro por la tan peculiar introducción, que el músico canadiense rescató en el camerino en la previa del show. No obstante, aunque la escena era propia del arrebato carismático y hasta exótico que suelen manifestar los artistas norteamericanos o europeos que actúan en el país, la mimetización y la hibridación cultural siempre fueron los principales argumentos conceptuales de la agrupación. Detrás de su epidermis folk, country y tex-mex, Calexico contiene musicalmente la idiosincrasia de la frontera entre los Estados Unidos y México. Propuesta que además supieron universalizar al despojarla del matiz antropológico para adaptarla al ritmo de la globalización.
Justamente en eso consiste el último álbum de estudio de Calexico, Algiers, que trajo de vuelta a la capital porteña a la banda que también encabeza el baterista Joey Convertino. Por eso, a diferencia de su debut local hace siete años, en el que ofrecieron un show bordeando lo explosivo debido a que se encontraban explorando los cruces entre su ADN fronterizo y el pop (registrado en su álbum Garden Ruin, de 2006), los de Tucson apelaron a la sofisticación por sobre el frenesí. Por lo que el recital se transformó en un viaje al fondo de la bohemia de Nueva Orleans, ciudad en la que la agrupación se instaló en 2012 para grabar su séptimo disco, más precisamente en el barrio que le da título a esta producción (en el que conviven la cultura francesa y argelina), a través de sus sonidos. Si bien el ya mentado “Epic” y “Maybe on Monday”, incluidos en este trabajo, significaron algunos de los pasajes más sensibles del show, el rockabilly “Splitter” y el rumbero “Puerto”, también de este repertorio, fueron dos de sus puntos más altos.
Y es que otro de los rasgos que distingue al conjunto creado en 1996 es el equilibrio de las fuerzas. O al menos es lo que siempre procuró. Lo que en esta ocasión quedó patentado en la elección de un cancionero coherente y variopinto, al igual que ecuánime, que acompañó el temperamento conceptual de Algiers, de matiz sombrío y melancólico, pero con el que también repasó su cada vez más prolífica obra. Así que su último material estuvo sostenido por el tenor de temas como el mariachi “Minas de cobre”, de The Black Light (1998), considerado su mejor disco junto a Carried to Dust (2008), del que tomaron el son montuno “Inspiración” y “Two Silver Trees”, en el que recrean el perfil crepuscular de Roy Orbison. Mientras que “Crystal Frontier”, de Hot Rail (2001), conjuró al Calexico más clásico, el que se sacude el polvo que corre por ese sur estadounidense, donde México sigue siendo amo y señor cultural de esos dominios. Al tiempo que “Roka (danza de la muerte)”, incluido en Garden Ruin, denotó nuevamente la debilidad de Burns y Convertino por la música afrocaribeña.
A pesar de que Amparo Sánchez, con la que la agrupación estableció una sociedad de larga data, le inyectó su personalidad a “Roka”, Jacob Valenzuela, a falta de la cantante española para interpretarla, también le despachó su impronta. La segunda voz y trompeta de Calexico no sólo se convirtió en un importante sostén para Burns a lo largo de la presentación sino que incluso captó el protagonismo en aquellas canciones que requerían una legitimización de origen latino, frente al riesgo de que se desvanecieran en la mera aventura musical yanqui. Pero si “Not Even”, de Stevie Nicks, se tornó en un cover oficializado al incluirlo en su álbum Feast of Wire (2003), “Big Mouth Strikes Again”, de The Smiths, fue la sorpresa de la noche. Aunque fueron osados al esbozar a su imagen y semejanza el hit coescrito por Johnny Marr, que en marzo pasado lo tocó en la misma locación, tras su actuación en el Lollapalooza, el ensayo lamentablemente le restó intensidad al tema.
Luego de que los cinco músicos regresaran al escenario para dejar el resto, atraídos por la ovación de una audiencia compuesta por fans del indie, del garage rock y del folk (que recibió con beneplácito uno de los nuevos temas del grupo, “Bullets and Rocks”), el espectral “Dub Latina” dio paso a “Stray”, en el que Burns reemplazó la letra original por un balbuciente “Vamos Argentina”. Sin embargo, tras esa dosis de delirio, “Güero canelo” retomó la fiesta que la banda había prendido anteriormente con “Crystal Frontier”, para la que Valenzuela (quien durante la tarde del miércoles junto a Convertino registró en Twitter sus aventuras por Buenos Aires, con escala en la Pizzería Güerrin) convocó el efectivo estribillo de Manu Chao de “Cuándo llegaré”. Al final, a través del abrazo colectivo, alegre y efusivo, Calexico reflejó que, a pesar del paso de los años, y de sus diversas reencarnaciones sonoras, es capaz de seguir alimentando el culto ganado en la Argentina. Por lo que ese “¡Aguante todo!” inicial ahora cobraba sentido.
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