Mié 10.12.2014
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MUSICA › BERNARDO BARAJ PRESENTA EN VIVO SU úLTIMO DISCO TAL PARA CUAL

Recuerdos de barrio proletario

El saxofonista y compositor recorre un repertorio de “tangos y canciones”. Allí se filtra su experiencia en el jazz pero, también, la de haber bailado tango durante los últimos quince años. “Bailar es una manera de escuchar”.

› Por Diego Fischerman

“Viví toda mi infancia en un barrio proletario de la provincia de Buenos Aires, en Bernal. Y la música que se escuchaba, la que sonaba todo el tiempo, en todas partes, en la calle, en la radio, era el tango; la gente iba por la calle silbando tangos”, cuenta Bernardo Baraj. El saxofonista que fue parte activa en más de un punto de inflexión de la música popular argentina –varios importantes grupos de jazz, la recordada Suite Trane de Alberto Favero, el grupo Sanata y Clarificación conducido por Rodolfo Alchourrón, Alma y Vida, el dúo con el guitarrista Juan Barrueco, el trío con Lito Vitale y Lucho González, la banda de Luis Alberto Spinetta– acaba de grabar un disco dedicado a “tangos y canciones”. Y agrega: “En mi música siempre hubo una intención a que sonara de acá. Ya en el dúo con Juan estaba esa idea de rescatar lo rioplatense y, por supuesto, en el Trío”.

El disco se llama Tal para cual y Baraj lo presenta en vivo este jueves y el próximo, a las 21, en Pista Urbana (Chacabuco 874). Junto a él estarán su hijo Marcelo en batería, Fernando Galimany en contrabajo, Nico Maceratesi en bandoneón y, casi obviamente, Barrueco, uno de sus compañeros de ruta desde siempre. Las letras también son suyas, salvo dos, escritas por sendas amigas poetas: Marisa Vázquez y Estela Baistochi. “Siempre me gustó escribir”, dice el músico. “He escrito cuentos, poemas y también algún texto teórico sobre música.” Y allí están para demostrarlo muchas de las letras de las canciones de Alma y Vida, que eran suyas, entre ellas la de la fundante “Niño de color cariño”, el tema que junto a “He conocido” ocupaba el primer single editado por el grupo en el sello Mandioca, hace cuarenta y cuatro años. “A veces es una melodía la que está en el comienzo, en ocasiones es un texto, en otras van apareciendo juntas la letra y la música mientras compongo”, cuenta Baraj y, al referirse al acto de componer, coloca sus manos sobre la mesa como si tocara un teclado. “Sí, claro, compongo en el piano”, confirma.

Si bien en la adolescencia eligió un instrumento –el saxo– y una música –el jazz– que lo alejaron de sus vivencias infantiles con el tango, para Bernardo Baraj no hubo esa ruptura que otros músicos de su generación sintieron. “En el fondo, en algún lugar, esa música siempre estuvo para mí”, relata. “Y, en los últimos quince años, se agregó la experiencia de bailarlo.” Tampoco es real, para él, esa posición que muchos músicos –y en especial Astor Piazzolla– expresaron en las décadas del ’50 al ’70, según la cual el baile se hallaba en un polo opuesto a la escucha y la música debía independizarse de la danza para poder evolucionar. “Para nada”, dice. “Bailar es una forma de escuchar y diría que muchos bailarines de tango escuchan mucho más y con mucha más atención que algunos de los que están en una platea. Además, mucha música que es sumamente interesante, incluyendo la de Piazzolla con su orquesta del ‘46, pero, también, con mucha música posterior, de cuando entra en una etapa más intelectual, eran sumamente bailables. Es cierto que los que bailan tango tienen algunos esquemas difíciles de desarticular; por ejemplo, por algún motivo que no llego a comprender, en la milonga no se va a escuchar la orquesta de Francini-Pontier, que es una música maravillosa y que no tiene nada que impida el baile. Pero no se la considera bailable, vaya a saberse por qué.”

Baraj es un enamorado del sonido de las orquestas de los años ’40 y ’50. “Era una música bellísima, llena de matices y de riqueza”, afirma. Y, si bien es cierto que el tango estaba presente cuando sus búsquedas musicales transitaban por el jazz y el rock, también lo es que esos lenguajes están lejos de haber desaparecido del todo. “Estoy con un proyecto de cuarteto de jazz, también”, cuenta. “Y, por otra parte, todo se filtra. Uno es una mezcla de cosas. En los arreglos, en el uso de algún acorde, pueden aparecer cosas que no vienen exactamente del tango. Y en el disco se aclara: ‘Tangos y canciones’. Parte de lo que hay allí son, simplemente, canciones. Es posible que así como mi experiencia bailando tango aparezca como paisaje de fondo en alguna de ellas, también aparezca por allí algo del jazz o de lo que hacíamos con Alma y Vida. Uno no es una persona totalmente dividida, y en particular en esta clase de proyectos, que son muy íntimos, muy personales, aparece todo lo que uno es: lo que ha escuchado, lo que ha aprendido, lo que ama.”

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