MUSICA › RUBEN LOBO, CUARENTA AÑOS DE TRAYECTORIA RESUMIDOS EN UN DISCO
› Por Cristian Vitale
“Pensé que había llegado el tiempo de plasmar un sueño”, destraba Rubén Lobo y pinta bien, ajustado y certero, el motor inicial de La voz de los parches, disco debut que engloba, precisamente, cuarenta años de historia personal con la música y que mostrará en público esta noche a las 21 en Be Bop Club (Moreno 364). “El sueño de dejar un disco hecho a mi manera, y por eso tiene tantos matices, porque yo toqué de todo en mi carrera: folklore, jazz, salsa, boleros, de todo. Pasé por todos los estilos, lo quise volcar en un disco y de paso darme el gusto de cantar”, se explaya el percusionista que, de hecho, carga en sus espaldas no sólo con veinte años y mil mundos junto a Mercedes Sosa, sino también con otros cuatro junto a León Gieco –quien lo bautizó “el profe”–, y varias horas-músico repartidas entre Eduardo Lagos, Rubén Juárez, Charly García, Ariel Ramírez o Mariano Mores, por nombrar algunos. “A veces me salgo de la película, miro con quién estuve y me agarra una mezcla de susto y alegría, ¿todo esto hice yo?”, se ríe este lobo tucumano, que también se gana el mango como profe de tango y folklore en el Da Falla, la Escuela de Música de Avellaneda y la Universidad San Martín. “Haber participado de la grabación de ‘Barro tal vez’ con Spinetta, Rodolfo Sánchez y Mercedes en el disco Cantora fue un momento único. Ahora no está ninguno de los tres pero, ¿qué le quita el hecho de haber sido un momento mágico? Ese pedazo de tiempo queda en un lugar muy especial”, evoca.
–Recién pensaba a su disco como la concreción de un sueño. ¿Cuándo empezó el proceso?
–En Tucumán, cuando empecé a tocar la batería en un trío que tenía en 1973, con Lito Aieta en bajo eléctrico, Pepe González en guitarra eléctrica y yo en batería. Era casi un power trío de rock and roll (risas) y grabamos un disco que ni se difundió, pero ahí está la base del sueño... mi manera de tocar y los arreglos ya tenían lo que se escucha en este disco.
Fue la base primigenia, la génesis de este trabajo de trece piezas que recrea, bajo el mandato de un swing telúrico, claro, parte de sus temas preferidos: “La Oncena”, de Eduardo Lagos, por caso. O joyas del acervo folklórico como “Chacarera del ’55”, de los Hermanos Núñez; “El Hacha y Quebracho”, de Waldo de los Ríos, o “Chaya del vidalero”, de Ramón Navarro. “Cada tema tiene un porqué, digamos. Está elegido porque cada uno fue parte de mi vida. ‘La Oncena’, porque fui el último baterista de Lagos, antes de que dejara de tocar. Además, Lilian Saba, mi gran amiga, estaba muy ligada a él, y siempre nos reuníamos a tocar en su casa. Cuando Eduardo se fue, con Lilian siempre tocábamos ‘La Oncena’, y enseguida nos llegaba su recuerdo. ‘Horizontes de octubre’, porque con Juan Falú éramos compañeros de la primaria, y cantábamos juntos cuando teníamos nueve años. Teníamos un dúo y la letra de ese tema habla de algún provinciano que se fue y que cuando vuelve quiere encontrar lo mismo que dejó, pero encuentra todo diferente ¿no? Es lo que me pasó a mí, y a muchos”, explica Lobo.
–En el caso de “El hacha y el quebracho” es notable cómo la sonoridad de la música coincide con la sonoridad de las palabras o con lo que ellas significan. No siempre es fácil lograr tal sintonía...
–Y sí, es el genio de Waldo. El tiene un repertorio inmenso que está buenísimo para abordar. Ese tema te está pintando al trabajador con el hacha y el quebracho dándole duro, bajo un sol ardiente. Waldo tenía esa virtud.
–Un genio casi incomprendido...
–Y hasta casi olvidado también, porque nadie graba temas de él. Yo grabaría más, pero sé que es una empresa complicada.
–En su suma, el disco, sobre todo en la manera que está tocado, es muy ecléctico, pero indudablemente tiene una columna vertebral que es el folklore argentino. ¿La razón esencial es Mercedes?
–Lógico. Fueron veinte años con ella. Y a eso me dediqué todo este tiempo... lo demás lo hice circunstancialmente o por gusto, pero el folklore es el centro y en este disco quise proponer mi visión, que es la de arreglar los temas pensándolos desde la percusión, porque yo pienso al revés que todos los arregladores, ellos piensan en poner primero las armonías y al final la percusión. Y yo hago exactamente al revés.
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