MUSICA › LA ORQUESTA FERNáNDEZ FIERRO CIERRA EL AñO CON DOS PRESENTACIONES EN SU CLUB
Fue un año intenso, de grandes cambios, para la orquesta: un club de doce hombres que, tras la salida del Chino Laborde, ahora cuenta con Julieta Laso al micrófono. Las actuaciones de hoy y mañana en el CAFF servirán para mostrar que la garra está intacta.
› Por Cristian Vitale
De fondo se escucha un batifondo importante. Es el Gallego de Diablosanto –banda folk en proyección– que le exige a su batería el sonido justo para el doblete de la noche en el CAFF: ellos, más Cuarto Elemento, banda mágica del Mono Izarrualde. Arriba, en el cuarto oscuro que hace las veces de bunker de la Fernández Fierro, pueden verse despiertos dos rostros conocidos: el de Yuri Venturín, director y cerebro, y el de El Ministro, bandoneonista. Y otro no tanto. No, al menos, si se lo inserta dentro de una larga historia que tuvo doce años a un mismo cantor. Y que un día se fue: el Chino Laborde. “‘Ya que vamos a cambiar. cambiemos en serio’, dijimos”, se retrotrae Yuri, también compositor, también fundador, también contrabajista. Y revela la entidad de tal rostro: el de Julieta Laso, nueva voz de la Fierro. “Cuando se fue el Chino, la única opción que se nos ocurrió fue ella, por su color de voz, por una personalidad que encajaba con lo que nosotros pregonamos: escabia, qué se yo. Cuando no nos conocíamos, vino a cantar de invitada, yo estaba tomando un vino y casi se lo toma todo... eso fue un punto a favor”, se ríe Yuri, en las horas previas del cierre anual de la Fierro: hoy y mañana, de locales, claro (Sánchez de Bustamante 764). “Yo venía de cantar en el Cuarteto La Púa, de sacar un disco solista de tangos viejos y, bueno, de repente estoy acá”, se presenta ella.
–¿Y cómo fue el impacto? De entrada nomás, como para empezar, son doce tipos...
Julieta Laso: –(Risas.) La verdad es que no lo pensé mucho, porque se me iba a venir en contra. No sé, para mí fue un desafío fuerte. Empezamos a trabajar al toque, y no tuve mucho tiempo de pensar. Era una parada brava. Igual, no fue forzado. No tenía que encarar una pose o un personaje; había algo natural, y hoy no me imagino cantar en otra orquesta, y sentirme tan a gusto.
Una conclusión temprana, entonces: la cantora cayó parada. Debutó hace un año casi exacto, en un triplete australiano (Melbourne, Sydney, Tasmania) y los 48 grados de calor en el país de los canguros –viento del desierto incluido– no atentaron contra el visto bueno colectivo, que la clavó fija en la OTFF. Con ella hicieron casi cien shows, grabaron un disco en vivo (que mostrarán en estas veladas cumbre) y la incluyeron en las últimas fotos que serán parte de una muestra veraniega sobre una historia en imágenes de la orquesta, en el Centro Cultural Borges. “Hubo que hacer un cambio de tonalidades, pasamos del registro más agudo del Chino al más grave de Julieta, y fue mucho el laburo, sobre todo para los bandoneones. Pero acá estamos. Salió”, dispara Yuri.
–¿Cómo se explica una orquesta tan masculina –incluso conceptualmente– con una voz femenina?
Yuri Venturín: –La orquesta tiene un discurso directo y por momentos bastante retorcido, agresivo, y esa agresividad no es patrimonio de un género. El ser directo depende de la personalidad del hombre y de la mujer. Más allá de que seamos doce hombres y ella sola, creo que ella tiene más huevos que varios de los que estamos en la orquesta... el lugar que ocupa es difícil.
–Teniendo en cuenta un detalle no menor: la personalidad y la voz avasalladoras del Chino Laborde, una marca registrada de la orquesta durante tantos años.
Y. V.: –Sí, y hay que bancársela no sólo en lo musical sino también en lo psicológico. Por eso creo que no es una cuestión de género sino de actitud personal.
Tanto al Ministro como a Yuri –y se intuye que al resto de la orquesta– les cuesta abordar en público los motivos que provocaron la salida de Laborde. Yuri se limita a una respuesta sincera. “Pasaron muchas cosas, pero toda la verdad no la voy a contar, y contar algo acotado no tiene sentido. Cuando no se puede trabajar, bueno, fue. Prefiero hablar de lo que pasó después. La llegada de Julieta fue muy significativa, sobre todo humanamente, porque en general nosotros nos tratamos bastante mal, y en ese aspecto, una mujer te humaniza. Nos había pasado también cuando trajimos al gato al club”, sonríe el director, sobre la arista humana de un año que, dicho está –y contra todo pronóstico–, también se cargó un disco. Un discazo en vivo con dieciséis piezas (tres inéditas) y una voz también inédita, claro. “Pese a haber terminado el año pasado con incertidumbre, nos pudimos organizar a una velocidad increíble. Para el disco hubo que rearmar temas que, incluso, no tocábamos hace tiempo, y salió. Musicalmente, creo que lo que más cambió es cómo se resignifican las letras al ser una voz femenina la que las canta. Diría que hasta tomamos potencia, los pulimos”, sostiene el Ministro.
Al disco, entonces: si bien la mayoría de los temas, apurados por la coyuntura, ya han sido registrados en algunos de los seis discos en estudio que lo anteceden (intensas versiones de “Las luces del estadio”, “Despedida” o “Avenida Desmayo”, entre ellas), hay estrenos que ameritan alguna palabra. “Infierno porteño”, por caso. Un tango pesado, instrumental, cuya composición a Yuri le llevó tres años. “Tardé, porque tenemos la pretensión de hacer la música que queremos hacer, no la que nos salga. La idea era lograr una forma de tema distinta de la habitual, porque se presentan dos riffs principales, luego aparecen variaciones, y vuelven los riffs, como una especie de separador... es como una chacarera, digamos. Y también tiene cierto punto de inspiración en ‘Hells Bells’, de AC/DC. Siempre me resultaron muy atractivas las introducciones in crescendo del rock, y de todo eso, más el bagaje tanguero que tenemos, salió ese tema”, explica Venturín.
–Pero ustedes son una orquesta de tango clavada. El rock puede ser un aire que anda por ahí, pero tocan tango, definitivamente. A veces hay cierta confusión con eso de “la actitud rock”.
Y. V.: –Yo creo que los géneros populares se definen por el ritmo, y lo que nosotros tocamos tiene totalmente ritmo tanguero, sí. Creo que en un género musical se puede cambiar el diseño melódico, las armonías o la forma, pero si le cambiás el ritmo, deja de ser tango. O el género que sea.
Otro tango nuevo es “Demolición”, cuya letra le corresponde al Ministro. “Fue una de las que no rebotó”, se ríe él. “Habla de las cosas que se rompen, y de cómo cuanto más se rompe la cosa, más fuerte se siente”, explica el bandoneonista, y le devuelve la posta a Yuri, que le pensó una música a tal historia. “En base a las estrofas que él planteó pensamos una forma, y estuvo atravesada por la influencia de ‘Construcción’, de Chico Buarque, donde las palabras se van combinando de distintas maneras”, orienta Yuri, que completó la tríada de temas nuevos con “Brujos y científicos”, de Tabaré Cardozo.
–Es el segundo disco que les produce la dupla Tito Fargo-Walter Chacón. ¿Cómo funcionó el trabajo con Fargo, hombre básicamente del rock?
Y. V.: –Lo más importante fue lograr un audio novedoso. Quizá no se aprecie tanto en este disco en vivo, porque es más difícil controlar el audio, y más en éste, que no deja de estar grabado en un galpón. El nos había visto muchas veces, y el principal aporte fue lograr un audio power que ponés al taco pero no te jode, eso es importantísimo. El audio tiene un grano de aspereza que, obvio, si lo vas a escuchar en el colectivo o en un teléfono no te vas a dar cuenta.
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