MUSICA
El espíritu de Charlie Hebdo se ha apropiado del Festival Internacional del Comic de Angoulême, donde estos días resuenan las voces de Wolinski, Charb, Cabu, Tignous y Honoré con algo de la irremediable impertinencia que empezaba a diluirse entre un sinfín de homenajes institucionales. La presencia del malherido semanario, que desde 1970 otorga a las caricaturas un peso sobresaliente, es hegemónica en este centro de gravedad mundial del noveno arte. Primero, el fenómeno se percibe a través de un notable despliegue policial, inédito en un encuentro amable que desde hace cuatro décadas se instala en una tranquila localidad de menos de 50.000 habitantes. Y renglón seguido, con el tributo que le brindan a los fallecidos quienes encajan su muerte como un ataque inadmisible a la libertad de expresión y al derecho a la burla y a la crítica, por áspera que pueda ser. Los organizadores del festival, que cumple 42 ediciones, han trabajado contrarreloj para dar un papel central al semanario que osó bromear con dibujos de Mahoma y que el pasado 7 de enero terminó ensangrentado por la furia jihadista. En la fachada del Ayuntamiento, la mascota del festival sujeta la pancarta “Yo soy Charlie”. Enfrente, un kiosco muestra ejemplares del llamado “número de los supervivientes”, publicado después del ataque. El festival ha creado un nuevo Premio Charlie Hebdo dedicado a la libertad de prensa.
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