MUSICA › RICHIE FAULKNER, UNO DE LOS GUITARRISTAS DE JUDAS PRIEST
El músico de 35 años reemplazó al fundador e histórico guitarrista K. K. Downing, pero su entrada pareció refrescar el sonido de la emblemática banda de Rob Halford. “Un nuevo integrante cambia la dinámica. Agradezco estar acá”, señala.
› Por Mario Yannoulas
Richie Faulkner ensayaba acordes con Lauren, la bella hija de Steve Harris, cuando escuchó el ringtone que había esperado toda su vida. A principios de 2011, los ídolos se desmoldaron del poster para invitarlo a ser parte de Judas Priest, ante la partida del fundador e histórico guitarrista K.K. Downing, que habilitó conjeturas sobre la continuidad del quinteto británico. Pero lo atractivo de esta trama no es su fácil condición de “sueño del pibe”, sino su consecuencia artística al término de la gira mundial Epitaph –que los depositó en la Argentina ese año–: la placa titulada Redeemer of Souls (2014). Al contactarse con el material, los elogios que cayeron sobre Faulkner desde sus propios compañeros parecen ser, más que una maniobra para mortificar a Downing, el reflejo de algo real. La banda se refrescó y pudo levantar la puntería después del ostentoso pero al fin tibio Nostradamus (2008).
Judas Priest vuelve hoy al país, con Faulkner en dupla guitarrera con Glenn Tipton, para la séptima edición local del Monsters Of Rock (Av. De la Cruz y Av. Escalada), cuya seductora grilla visitante integran también Ozzy Osbourne y Motörhead. “Es una de las mejores propuestas posibles. Así como salió el Big 4 en Estados Unidos, con Metallica, Megadeth, Slayer y Anthrax, hace poco empezó a circular la idea de un Big 4 británico. ¿Y quiénes serían parte de eso? Bueno, creo que Black Sabbath, Iron Maiden, Judas Priest y Motörhead; con noches como ésta nos acercamos un paso”, se entusiasma desde el borde de la pileta, en un hotel de Barbados. “El set va a depender de la energía del momento –aclara–. Cada show es especial, sobre todo con públicos como el argentino, pero es probable que intentemos combinar temas nuevos con clásicos, y quizás algo de Defenders of the Faith, que cumplió 30 años y se reeditó.”
Redeemer of Souls no propone una reinvención radical de la talla de Turbo o Painkiller, pero el guitarrista de 35 años pone el acento en la energía, que es lo que al fin y al cabo se destaca, además de unas cuantas canciones acertadas que no pueden negar el ADN de Judas Priest. El y sus compañeros coinciden en la importancia de su incorporación para ese resultado: “Es increíble escuchar a mis ídolos decir esas cosas, con lo fundamentales que son para el heavy y la música en general. Además, quiero resaltar que lo que pasa adentro de Judas es una excepción. En general, las grandes bandas mueven aparatos gigantes, manejados por uno o dos tipos que en definitiva dicen cómo tienen que ser las cosas. Acá se respeta la opinión de todos”, concede. “Es un proceso familiar muy inclusivo. Desde el primer día me preguntaron por mis ideas sobre el armado del escenario, listas de temas, cambios en las canciones, o producción. Lo mismo en el estudio. No era: ‘Estuve haciendo esto durante 40 años, soy más poderoso y así son las cosas’, sino: ‘Richie, tengo esta melodía, ¿se te ocurre algo para agregarle?’. Es una mentalidad muy interesante.”
–¿Cómo fue meterse en la arquitectura de las guitarras gemelas junto a Tipton?
–Ellos hacen ese juego desde el principio, prácticamente lo inventaron junto con Iron Maiden y Thin Lizzy. Y yo los miraba para inspirarme cuando estaba en la escuela, crecí con eso, entonces la conexión fue orgánica, casi innata. Cuando componíamos para el disco, también distribuíamos las partes con naturalidad, tirábamos ideas de armonías o riffs. Así y todo, al convivir con alguien que creó el género, se puede seguir aprendiendo. Es un orgullo poder honrar y respetar el legado de K.K. Downing; para eso tengo que empezar por respetarme a mí mismo, con nuevas canciones y energía. Esa es mi tarea hoy.
–En 2011, a la partida de Downing se sumó una gira llamada Epitaph (“Epitafio”), y no era descabellado pensar en una despedida. ¿Su incorporación torció de alguna forma esa salida?
–Si bien creo que hubo algo de eso, los tipos aman lo que hacen, no hay una razón válida para que lo dejen. Como en un equipo de fútbol, una oficina, o cualquier lugar donde se trabaje en grupo, es obvio que un nuevo integrante cambia la dinámica. Hasta ahora se dio un círculo virtuoso: cuando hicimos Epitaph nos energizamos para componer el último disco, y después nos entusiasmamos con volver a la ruta a presentarlo. Ya hay ideas para un próximo lanzamiento, estamos pensando en eso.
–Sin traspasar el límite y copiarse a sí misma, la banda plasmó su estilo en Redeemer of Souls. ¿Hay algún método?
–No sé exactamente cómo hacen. Todos tienen personalidades muy fuertes, pero en suma hacen a la gran personalidad del conjunto. Puede ser Painkiller, Point of Entry, Turbo, o Sin after Sin: son todos muy diferentes, pero a la vez muy únicos de Priest. Es verdad que, si bien son canciones frescas, hay referencias varias al pasado de la banda. Lo que puedo asegurar es que no intentan nada en particular, tocan lo que les sale del corazón y ven qué pasa. El resultado puede ser más pesado o más rápido, pero el grupo no va a perder identidad porque el personaje de Judas Priest es más grande que todos.
–Rob Halford mantiene un particular equilibrio entre sus 67 años y la condición de su voz. ¿Cuál es el secreto?
–Si le contesto, lo voy a tener que matar (risas). Es un don natural. En mi opinión, está mejor que hace diez años, y no entiendo cómo, porque no me veo a mí mismo cantando mejor dentro de ese tiempo, parece humanamente imposible. No hay un secreto, ni siquiera practica demasiado antes de salir al escenario. Esa voz es simplemente parte de él, y es genial ser un testigo directo.
–Tim “Ripper” Owens vivió el sueño de cantar con Judas Priest durante siete años, pero al volver Halford tuvo que apartarse. ¿Teme que Downing pueda querer retomar su lugar?
–La posibilidad existe. Pasó en Maiden, en Priest, y en Sabbath. Nunca se sabe hacia dónde va el futuro. Por lo pronto, agradezco estar acá. Alguna vez soñé que K. K. volvía y éramos tres guitarras, como Maiden. Cuando me desperté, pensé: “¿Por qué no?”.
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