MUSICA › TEODORO CROMBERG Y SEBASTIáN ORTEGA CIUCCI
Ambos improvisan, a dos pianos, y lo hacen sobre esas piezas que uno y otro conciben para que se completen, siempre de manera distinta, en el momento de la ejecución. Hoy y mañana, a las 19, tocarán en el Centro Cultural Recoleta.
› Por Diego Fischerman
Pertenecen a dos generaciones diferentes. Uno de ellos, el maestro, partió hace años de la música popular, sigue diciendo que lo que ha hecho se lo debe, antes que nada, a los Beatles, estudió composición en la Facultad de Música de la UCA y se dedicó, entre otras cosas, a la música electroacústica. Tocaba guitarra eléctrica, en la época en que componía bellísimas canciones que alguna vez recibieron la venia de Luis Alberto Spinetta, y encontró al piano en sus estudios universitarios. El otro, el discípulo, siempre fue pianista. El universo de Sebastián Ortega Ciucci era la interpretación de Chopin, Beethoven, Schumann. Sintió, en un momento, que ya había tocado lo que quería tocar y que, no obstante, le faltaba algo. Y empezó a estudiar composición. Ese fue el exacto punto en el que se cruzaron los dos caminos, el suyo y el de Teodoro Cromberg. Y en que empezó otro rumbo, tal vez insospechado para ambos.
“Se trata de composiciones inacabadas, hasta que son tocadas”, dice Cromberg. Ambos improvisan, a dos pianos, y lo hacen sobre esas piezas que uno y otro conciben para que se completen, siempre de manera distinta, en el momento de la ejecución. A los dos les interesa el jazz y Cromberg, de hecho, ha tocado los bordes de ese género en dos discos notables, Acaso de los engranajes, publicado por BlueArt, y Atonalismo de Bar. Si bien también allí la música se resiste a las clasificaciones fáciles, la filiación de sus compañeros de ruta –el guitarrista Juan Pablo Arredondo, el saxofonista Daniel Johansen, Jerónimo Carmona en contrabajo y Carto Brandán en batería, en el primero, y, en el segundo, Andrés Hayes en saxo, Juan Pablo Hernández en guitarra, Carlos Alvarez en contrabajo y Brandán en batería, junto a Nadia Stix y Natascha Stern en voces– es indudablemente jazzística. “No son mundos separados”, opina Cromberg. “A mí me interesa la música hecha por músicos prácticos. No es lo mismo lo que piensa quien hace música que quien está, como el músico medieval, en el mundo de la pura teoría. La experiencia de estar en un escenario, de tocar un instrumento, son vitales y cambian radicalmente la manera de pensar la música”. Ortega Ciucci, por su parte, reconoce que “improvisar significó, para mí, un aprendizaje totalmente distinto al que había tenido. Y, eventualmente, allí se juntaron también las miradas, distintas entre sí, que tenía como compositor y como pianista”.
Hoy y mañana, a las 19, Cromberg y Ortega Ciucci tocarán en el Laboratorio de Investigación y Producción Musical (LIPM) del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). “Creo que la experimentación musical tomó un rumbo, a mediados del siglo XX, que tuvo que ver con la discontinuidad rítmica. Nosotros elegimos lo contrario”, afirma Cromberg. “Creo que mucho del divorcio que la música ha tenido con los oyentes curiosos y dispuestos a un compromiso en la escucha tiene que ver con esa ruptura del ritmo perceptible. A nosotros nos interesa que la gente nos escuche y quien diga que la comunicación con los demás no le interesa en absoluto no me parece confiable. Un músico espera que lo escuchen”. Fundador y primer coordinador de la carrera de Artes Electroacústicas del Instituto de Tecnología ORT y actualmente docente en la carrera de Composición con Medios Electroacústicos del Damus (Universidad Nacional de las Artes) y en la Escuela de Música Contemporánea (Integrante de la Berklee International Network), Cromberg no cree que las tradiciones populares y académicas deban ir necesariamente por carriles separados. “Eventualmente uno lleva consigo las músicas que ha escuchado y que ha tocado. Son procedimientos o materiales distintos, como si uno eligiera qué historia va a contar o qué palabras va a usar, pero quien habla es siempre la misma persona”. Para Ortega Ciucci, que fue ganador del primer premio de composición de la Federación Argentina de Música Electroacústica de Buenos Aires, “no es distinto, aunque las músicas sean otras, que lo que hizo Piazzolla; él tenía aprendizajes que venían desde distintos lados y en el momento de hacer música simplemente los utilizaba”.
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