MUSICA › ARIEL ARDIT EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE TANGO DE MEDELLIN
El cantor argentino protagonizó un espectacular homenaje a Carlos Gardel, a 80 años de su muerte, interpretando los grandes clásicos del Mudo junto a la Filarmónica de Medellín, en un escenario levantado allí donde murió el hombre y nació el mito.
› Por Karina Micheletto
“Antes morir que olvidarte.” El lema del Festival Internacional de Tango de Medellín sintetiza lo que significa la figura de Carlos Gardel para el pueblo colombiano, una fuerza tan potente como la que se verifica por estas tierras. El miércoles pasado, a ochenta años del fallecimiento del cantor de la sonrisa y la voz eternas, y en el mismo lugar en el que se produjo el accidente aéreo –el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, por entonces Aeródromo Las Playas–, tuvo lugar un excepcional homenaje sinfónico al Gardel compositor, con casi ochenta músicos en escena. Su gestor y protagonista fue Ariel Ardit, junto a la Filarmónica de Medellín, con la participación de otros dos argentinos destacados, el pianista Andrés Linetzky en los arreglos y el bandoneonista Ramiro Boero, y transmitido por televisión en Argentina, Uruguay y Francia, además de Colombia.
El evento reunió a unos cinco mil fervorosos asistentes en la llamada Plaza Carlos Gardel, donde se emplaza el Anfiteatro de los Sueños: allí hay una escultura al eterno Carlitos, en el lugar exacto donde, según los testimonios, ocurrió la tragedia aérea que marcaría la historia: el 24 de junio de 1935, el avión en el que iba Gardel chocó de frente con otro, mientras tomaba carrera en la pista. Junto a él murieron otras quince personas (otras dos morirían poco después), entre ellos Alfredo Lepera y los guitarristas Guillermo Barbieri y Angel Riverol. A ellos también fue dedicado el concierto que protagonizaron Ardit y la filarmónica dirigida por Gonzalo Ospina. Antes, la actuación de otros exponentes argentinos, Color Tango, abrió la noche del festival.
“Queridos amigos de América latina, habla Carlos Gardel. Y lo hago muy gustoso porque sé que encontraré en ustedes oyentes cordiales e interesados. Cedo el micrófono a mi amigo, el cantor de mis canciones, de todo corazón.” La voz que sonó en el inicio fue la del mismísimo Zorzal, como parte de los efectos multimedia que acompañaron el concierto, y que sobre el final mostraron imágenes de Gardel registradas en su último día de vida y aquel avión F-31, finalmente despegando en la reconstrucción digital, para cerrar, por supuesto, con “Volver”, ahora en la voz de Ardit. “Quisimos mostrar que Gardel sí voló aquel día, que ese avión no se quedó en el aeropuerto”, explica Ardit, todavía marcado por la emoción vivida, en diálogo con Página/12.
El origen remoto de esta idea que el cantor tuvo y asumió en su producción (y por la que, cuenta, tuvo que luchar bastante) surgió veinte años atrás, cuando estudiaba canto y quería cantar tango por su admiración a Gardel, y vio por televisión un homenaje sinfónico en Tolouse. “Desde ese momento, me dije: qué lindo sería, en algún momento de mi vida, homenajear a esta figura admirada, que después se transformó en un dios, porque para mí es la imagen de la fe, la referencia más alta”, asegura. Pasaron muchas otras etapas, cuenta Ardit (incluida una en la que casi se cae todo el proyecto, y él acudió a la mismísima estatua de Gardel, en su tumba de Chacarita), hasta que finalmente pudo sonar este Gardel sinfónico, tal como lo había soñado.
“Después de tanto trabajo, pasó todo muy rápido, creo que lo voy a madurar más adelante”, razona Ardit. “Pero algo como lo que viví, no voy a volver a vivir: toda esa carga emotiva e histórica, en el día y el lugar en el que murió Gardel. Después de esto, ¿qué me queda? A lo mejor tengo que pensar en dedicarme a otra cosa”, bromea. Y vuelve a definir muy concretamente a Gardel y sus implicancias: “Gardel para mí es dios. Yo creía en dios, me bautizaron, tomé la comunión, la confirmación. Pero hoy, cuando rezo, le pido a Gardel. Yo a dios no lo escuché nunca; de Gardel, tengo las grabaciones”, concluye. Ardit ya está imaginando cómo y en qué escenario podría sonar su proyecto en la Argentina, pero hay otra causa que ya está militando: “Que el Pistarini ese se llame Carlos Gardel”.
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