MUSICA › ACORAZADO POTEMKIN TOCARA MAÑANA EN LA SALA 2037
El trío continuará presentando el excelente Remolino, aparecido en 2014, y adelantará una versión de “Semilla de piedra”, de Lila Downs. El show será parte del ciclo Rebeldes, Soñadores y Fugitivos En Vivo, que organiza el programa de AM 750.
› Por Cristian Vitale
“Rock, punk y mugre, tres maneras de decir casi lo mismo”, se dijo cierta vez por este medio cuando Acorazado Potemkin apenas comenzaba a andar. Era noviembre de 2009 y tres tipos “casi” distintos se habían intrincado en el desafío de concentrar en seis temas grabados (por entonces no publicados en CD) destellos musicales con mucho para decir. “No es rigurosamente punk ni exclusivamente rock. Es, más bien, mugre en el limpio sentido de la palabra. Divague, onirismo y energía”, se sopesó en aquel arrebato periodístico del que distan casi seis años y dos discos: el mismo Mugre, que finalmente se concretó año y medio después, y Remolino, excelente álbum que el trío publicó a mediados de 2014 y que volverá a repasar éste sábado en Sala 2037 (Sarmiento 2037). Será en el marco del ciclo Rebeldes, Soñadores y Fugitivos En Vivo, que organiza el periodista Eduardo Fabregat debido a los cinco años que cumple su programa, que va de lunes a viernes a las diez de la noche por AM 750. “Invitamos a la banda uruguaya ET y Los Problems, y nosotros, además de tocar temas de los dos discos, vamos a ir con una versión de ‘Semilla de piedra’, de Lila Downs. Estamos muy entusiasmados”, dispara uno de los tres tipos, el ex Pequeña Orquesta Reincidentes, Juan Pablo Fernández, al borde de la nueva estocada.
“Han pasado seis años desde que empezamos y ya hicimos muchísimos viajes, muchísimos shows, pero hay momentos en que tenés que cerrar un poco la puerta y decir ‘vamos a pensar ideas’. Porque hay etapas en que el repertorio crece con la interpretación, pero también hay otras en que hay que saber soltarlo y acercarte a cosas nuevas... Esta es la dinámica de la banda”, enmarca el cantor, guitarrista y compositor, que lleva adelante este barco junto a Federico Ghazarossian en bajo y Luciano Esaín en batería y voz, más la ayuda de amigos como Mariano “Manza” Esaín, la fotógrafa Nora Lezano o el Cardenal Domínguez (que aportó su voz en “Reconstrucción”, uno de los temas de Remolino). “Nosotros somos muy cultores de lo que pasa con los shows en sí, de su dimensión física, y siempre hay que dar un poco más: traer temas nuevos, versiones... En el caso de Remolino, aunque el proceso fue largo, tiene algo de urgente porque cuando estuvo listo, salió lo más rápido posible”, cuenta Fernández, parado en el largo hiato de tres años que separa un disco de otro.
–Es una dinámica que se ramifica en otros sentidos, como por ejemplo el de subir el disco entero a la web para que cualquiera lo pueda escuchar gratis.
–Es un mecanismo que terminó siendo muy productivo, porque el público se multiplica, la gente se entusiasma porque quiere al mismo día tiene el disco en La Plata, en Montevideo y en Irlanda... Lo de la web es buenísimo.
–¿Es un beneficio más concreto o más romántico el hecho de entregarle el disco libremente a la web? No todas las bandas se arriesgan, incluso es algo que muchas ven perjudicial.
–Para nosotros es concreto, porque nos triplicó el público. La posibilidad de difundir el material nos permitió mostrar quiénes somos y qué hacemos. Por caso, la primera edición de Remolino, que fue de mil ejemplares, se está por agotar, y ya habría pensar en reeditarlo, como Mugre, que está saliendo de la imprenta en estos días. No sé, a nivel números sirve. Este sigue siendo un proyecto sencillo y chico, es cierto, pero vender mil CD para un grupo independiente es un logro. Igual, en definitiva lo que siempre pasa es que el disco tiene que estar bueno.
–¿Qué rupturas y continuidades, ahora sí en lo estrictamente musical, ve entre Mugre y Remolino?
–Lo que se mantuvo fue hacer temas muy sintéticos, concentrar los momentos de silencios con los momentos de intensidad, los contrastes. Cuando es luminoso, es más luminoso; cuando es más denso, es más denso. En ese sentido, me parece que Remolino representa una continuidad de Mugre. Y la ruptura es que empiezan a aparecer formas propias de la banda que se separan de lo anterior. Igual, no sé si ruptura es la palabra.
–Matícela, entonces.
–Ahí va... Creo que en algunas cosas es más luminoso o amable que Mugre, en el sentido de que tiene un sonido más limpio, más contrastes y más letras distintas. Por momentos, parece que hubiera más fricción. No sé, en la medida en que la banda avanza y se afianza, empieza a jugar un poco más, a ser más libre en la forma de componer.
–¿Dónde nota usted lo luminoso en Remolino? Porque si se lo escucha de manera integral, más bien da un disco crudo, intenso, y hasta denso en algún sentido. Se nota mucho en temas como “El pan del facho” o “La otra calle”...
–Pero también hay temas como “Sabés” o “Pintura interior” que, aun siendo trágicos o tristes, no dejan de tener una musicalidad que lleva al contraste, y le dan al todo un tono vital. Hay mucho entusiasmo en el trabajo. Nos hacemos cargo de los dolores y broncas que traemos a la sala de ensayo, pero no deja de ser un motor para encontrarse con los sentimientos. Como banda, no tenemos miedo de que los sentimientos crezcan y se nos vayan de las manos. Esto es algo que no dio la seguridad de trabajar cinco años juntos.
–Tal vez la síntesis de estos claroscuros de Acorazado Potemkin en un mismo tema podría ser “Cerca del sol”.
–Sí, o el mismo “Remolino”. Ambas incorporan figuras luminosas, bellas, que contrastan con imágenes trágicas. Siempre pasan esas cosas. En la medida en que logremos que cada canción sea una burbuja que concentre su propia forma y su propia resolución, es lo mejor que nos puede pasar para compartirlo con el que escucha, porque en definitiva son como pequeños mundos que empiezan y terminan. Más allá de la coherencia que le puedas dar a un disco, lo que va a quedar son canciones con sus reglas propias.
–Una de las suyas es “Miserere”. ¿Qué cuenta esa historia que parece un tango de hoy, un tango escrito por el Tape Rubín?
–Me encanta el Tape, es una de mis influencias. La historia es que yo trabajaba cerca de Plaza Once y me gustaba esa cita medio de música culta del “Miserere Mei Deus” de la época del barroco, en la que se acompañaba la liturgia con una composición musical, y me gustaba hablar de la Plaza Miserere a partir de la idea de la piedad, del “ten piedad de mí”... La piedad de esa gente abandonada a su suerte, abandonada al sol. Siempre me llamó mucho la atención la gente que espera, que está de paso, que va de un trabajo a otro... Me parecía una suerte de estar abandonado al destino.
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