MUSICA › MARTIN BUSCAGLIA PRESENTARA SU DISCO A DUO CON ANTOLIN EN EL C. C. KIRCHNER
El músico uruguayo grabó en Experiencias musicales las canciones que cantó su compatriota, a quien describe como “más performer que músico”, y luego les creó la música. En su show –con entrada libre– repasará su discografía junto a Los Bochamakers.
› Por Sergio Sánchez
“¡Qué cara, qué gesto! ¿Qué carajo es esto?”, pronuncia reiteradas veces una voz delirante, frenética y desconcertante apenas empieza a sonar el disco. No es otra cosa que un anuncio de lo que vendrá: el disco Experiencias musicales, el reciente trabajo de Martín Buscaglia a dúo con el cantor, artista plástico, bailarín y performer Antolín. Se trata de un trabajo inclasificable en la discografía de Buscaglia; la libertad artística puesta (y expuesta) en su estado más puro, más primal. El multifacético Antolín (Manuel Núñez) volcó en el estudio de grabación toda su magia poética y espontaneidad creativa, y luego el compositor uruguayo tradujo esa energía en canciones. “Antolín es una figura de culto del under uruguayo, que apareció a fines de los ’80, en el marco de la explosión rockera, punky y performática posdictadura. Es un performer, no es necesariamente un músico. Es un artista loco, muy personaje, por fuera de cualquier parámetro. Tiene cosas de Syd Barrett o Daniel Johnston, pero no es nada de eso. Sin dudas, tiene una genialidad que lo acerca a los grandes genios de la música uruguaya”, lo describe Buscaglia. Acompañado por su banda eléctrica Los Bochamakers (Martín Ibarburu en batería, Mateo Moreno en bajo, Herman Klang en teclados y Matías Rada en guitarra) y Antolín, Buscaglia presentará el disco hoy a las 21 en el Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151, con entrada libre y gratuita. Sin embargo, el concierto, que tendrá lugar en La Ballena Azul, recorrerá diversas facetas de su ecléctica obra.
La idea inicial era registrar algunas canciones para difundir en internet. Pero la cosa fue fluyendo y se convirtió en un disco. “No fue una decisión, fue una revelación”, cuenta Buscaglia. Durante el primer día que estuvo en el estudio, Antolín grabó a cappella, “sin ningún tipo de armonía, click ni base rítmica”; y luego Buscaglia compuso la música para sus melodías. “Todas sus tomas de voz son ‘toma uno’; nunca se equivoca, lo suyo se mide con otros parámetros. Por mi parte, en lugar de improvisar en tiempo real, me aboqué a componer la música intentando imaginarme lo que Anto escuchaba en su cabeza al cantar. Soy consciente de que es imposible, porque ya pasa por el filtro de mi cabeza. La música no es matemática. Pero las canciones están acreditadas sólo a su nombre, por más que yo haya compuesto la música. Todas las letras son de él”, cuenta Buscaglia. ¿El resultado? Un disco original que combina intervenciones poéticas, recitados y canciones con espíritu libertario, empapadas por el juego, el desprejuicio y el delirio. “Es como tocar con un gran virtuoso y un niño al mismo tiempo. Los niños son los máximos virtuosos y son artistas totales: son pintores, compositores y guerrilleros, porque luchan para abrirse camino en el mundo que les toca. El tiene una conexión impoluta con la infancia”, dice acerca de Antolín, un niño de 60 años que canta en contra de la violencia y el consumismo.
–¿Lo podría definir como un disco experimental?
–El experimento, en todo caso, sería cómo reacciona un público como el argentino, que no tiene idea quién es Antolín. En Uruguay es ignoto, pero hay una mínima referencia. Es decir, cómo reacciona alguien ante esto que es muy extremo, sobre todo en estos tiempos tan lavados, tan políticamente correctos, tan caretas, que se reflejan, entre otras cosas, en la música: todo suena bien, todo es estilísticamente correcto. Todos tenemos un prejuicio y un preconcepto ante las manifestaciones artísticas. Entonces ya hay cosas que, a priori, te gustan y no por la música con la que creciste, por lo que escucharon tus amigos, por los círculos en los que te moviste o lo que leíste. Entonces, si te gusta el blues, B. B. King estira una cuerda en una pentatónica y ya te va a gustar antes de realmente sentir que eso te gustó. Es un prejuicio positivo. O, al revés, si sos un músico de jazz y escuchás una música muy simple, no te va a gustar antes de que dejes a la música hacer su labor. Antolín se corre de eso, porque sus parámetros de afinación, de estructura y de todo están corridos. Lo que tiene de fascinante es que te vuelve a un lugar puro como receptor. Vos decidís qué hacer con eso. Hay gente que se fascina, gente que se enoja, gente que se entristece o que se ríe mucho cuando lo ve, porque tiene un desparpajo tremendo. Toda obra tendría que generar eso.
–Suena interesante lo de proponer una “respuesta a estos tiempos lavados...”
–Sí, el loco tiene una poesía muy pura detrás de esa primera impresión más trash. Una poesía muy pura, muy naïf, pero muy verdadera. Dice cosas muy simples de una manera que uno ya no las puede decir, por más que sean verdad. Hay frases que dice que si las decís vos es una impostura. Mientras que uno tiene una costra de ironía, desdén, sarcasmo y protección, él es pulpa, no tiene cáscara. El primer día en el estudio grabó ocho temas en veinte minutos ¡que duran tres minutos cada uno! ¡Es la máquina del tiempo! ¡Vence todo! Rápidamente me di cuenta de que tenía que ser un disco. No sólo era un placer el disco, sino un deber. La música te permite una gran libertad, pero te la exige también. No es un disco más, es una escultura, un cuadro.
–¿Implica ciertos riesgos grabar un disco de estas características?
–Sí, es un disco con mucho menos probabilidades de que a la gente le guste más que otros discos. Pero convivo con eso desde hace mucho tiempo. Por suerte, lo supe desde que arranqué. A todos mis discos les encuentro fallas, pero de todos me hago cargo absolutamente. Siempre hice lo que se me antojó. Creo que es lo que hay que hacer. Los artistas ejemplares son los que hacen lo que ellos quieren, no lo que otros quieren que hagan. Urbano Moraes, un prócer de la música uruguaya, dice que “es una falta de respeto tocar para la gente, hay que tocar para la música”. Y con eso comulgo absolutamente. Y ese es el respeto mayor que le das a tu público. Si lo hacés de una buena manera, se forma un triángulo entre los tres que es mucho más poderoso y válido que si tocás sólo para agradar. Si me tiran en una isla, voy a componer canciones igual. Después de que la canción está terminada y llega el toque en vivo, sí anhelo que cada noche sea memorable. Es una ceremonia, una instancia diferente a la del proceso creativo y de composición.
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