MUSICA › ENTREVISTA A LA CANTANTE OLIVIA RUIZ
De familia española, se crió en Francia, donde formó parte de un reality show y luego forjó una ecléctica personalidad artística. Esta noche se presentará en La Trastienda.
› Por Roque Casciero
La historia de Olivia Ruiz y su familia bien podría servir de inspiración para una novela de John Irving. Los abuelos españoles de esta cantante de 26 años cruzaron a pie los Pirineos con sus vástagos y unas pocas pertenencias para huir de la dictadura de Franco, que le había puesto precio a la cabeza de una integrante del clan. Ya en Francia, se instalaron en un pequeño pueblito sureño llamado Marseillette, donde el padre de Olivia comenzó con su carrera de cantante de bares, mientras las abuelas procuraban mantener la tradición y el idioma español en el seno de la familia. Desde los tres años, la niña vivió para la música: en la radio, en un coro, en una banda de rock, como cantante callejera... Hasta que en 2001 se anotó en el primer reality show musical que se hizo en Francia, Star Academy. No ganó el premio, pero reafirmó su decisión sobre todo lo que no quería del mundo de la música. Y comenzó a editar discos diferentes a los de cualquiera de quienes fueron carne de reality: personales, vibrantes, con un sonido que va desde las cantantes como Edith Piaf al punk rock y el flamenco, en francés, español e inglés. J’Aime Pas L’Amour y el reciente La Femme Chocolat colocaron a Ruiz en un sitio inusual: es respetada por los críticos y llegó al número uno en ventas en Francia. Esta noche, como parte del ciclo Generación Músicas, la cantante se presentará en La Trastienda y luego pondrá discos en la fiesta aniversario de la revista Los Inrockuptibles.
La variedad de estilos es parte del ADN musical de Ruiz. Y el ADN tiene que ver con la familia, por supuesto: “Mi abuelo siempre cantaba canciones revolucionarias españolas; uno de mis tíos era fan de Tom Waits, Patti Smith y toda esa generación; y mi padre es muy fan de la canción tradicional francesa, con Yves Montand y Gilbert Becaud”, recuerda la cantante ante Página/12. “Cada personaje de mi familia me influyó y por eso tengo mi propio gusto de desde muy joven: había escuchado muchas cosas diferentes. Además, era una niña muy curiosa. Como en mi pequeño pueblo no había nada para hacer, estaba todo el día con la nariz metida en los discos de mis abuelos, de mis padres.”
–¿En qué estaba pensando cuando se anotó en un reality show?
–(Se ríe.) Este casting apareció en un momento en el que no estaba pasando nada en mi vida. Además, era la primera vez que una cadena francesa hacía un programa así. Ya había un reality show, pero clásico, en el que los personajes no tenían que hacer nada. Y la cadena que hizo Star Academy decía en la prensa que no era un reality show sino algo como Fama. Por eso no sabíamos de qué se trataba.
–Si lo hubiera sabido, ¿se habría anotado igual?
–No. Si hubiera visto la primera edición, que fue de la que participé, no me habría anotado para la segunda. Pero como nunca miraba televisión... Es por eso que he aprendido mucho sobre las perversiones y el sistema de la televisión. A los candidatos se les lava la cabeza: trabajábamos todo el tiempo y estábamos tan cansados que no reflexionábamos. Pero yo siempre cantaba canciones de rock alternativo... ¡Y por eso no gané! No importa, porque me ha ido bien. Además, si no hubiera ido a ese programa, igual habría cantado en los bares toda mi vida, como mis amigos y me padre.
–Ninguno de los participantes de reality shows de la Argentina han hecho una carrera con un proyecto personal. ¿Cómo lo logró usted?
–Es que tengo un gran poder de persuasión. Sé lo que es el trabajo, porque mis abuelos trabajan en las viñas, y he dejado toda mi vida en el trabajo del primer disco para convencer a la compañía. El primer día, el presidente se rió mucho y me dijo: “Sabés de dónde venís, ¿cómo te podés imaginar que vas a hacer un disco como el que me presentás? Estás loca”. Pero sabía que iba a poder hacerlo si tenían confianza en mí. Lo que pedía era que me dejaran hacer lo que quería en lo artístico. Y los que me conocían de haber visto el programa, sabían que mi disco sería diferente.
–Claro, era la oveja negra del reality.
–Sí, sí. Muchas veces me dijeron eso. O que era el ovni (risas). Por supuesto que me gustaba ser diferente, era lo que defendía.
–¿Cómo logra que un disco suene natural aunque pase de la chanson al punk y de ahí al flamenco?
–Sigo mi instinto sin pensar. La música no es cuestión de reflexión sino de vísceras. Si hay una canción con un texto muy difícil o sombrío, trabajo sobre una música que aligere un poco, porque mi objetivo no es que la gente llore escuchando mis discos. Y si hay una situación muy cinematográfica, a veces la música está al servicio del texto, como una puesta en escena.
–¿Cómo será para usted presentarse aquí? Porque en Francia es número uno y aquí recién la próxima semana se editará La Femme Chocolat.
–En realidad, me sorprende más cuando la gente canta mis canciones que estar frente a un público que no me conoce. He vivido eso tantas veces que es lo más natural.
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