MUSICA › LOS HERMANOS LINETZKY PRESENTAN EN NOTORIOUS HERENCIA KLEZMER, SU NUEVO DISCO
Las canciones que componen el álbum no son sólo un retrato de la música tradicional judía: sirven también para dibujar un entrañable mapa familiar en el que juega un rol fundamental el abuelo Zeide, que conservó la memoria de esos sonidos a través del tiempo.
› Por Cristian Vitale
La voz de un abuelo judío (Zeide José) va hilando el relato. Las músicas de tres de sus nietos (Andrés, Bruno y Matías) no le pierden el hilo. Diecinueve tracks, entre voces, ambientes y músicas, sintetizan la intención de los Linetzky: plasmar los matices del klezmer, la música tradicional judía con foco en la Europa Oriental. “Somos un clan musical y tratamos de expresar el concepto de familia de la manera más positiva. Y encontramos en la música tradicional de nuestro pueblo una herramienta para expresarlo”, introduce Matías, el menor, que toca la mandolina y la trompeta en Herencia Klezmer, que el trío presentará hoy a las 21.30 en Notorious (Callao 966). “Es una familiaridad expresada en una forma de tocar, de compartir un sentimiento que nos remite al hecho de tocar, de chicos y en reuniones familiares, músicas que nos enseñaba mi abuelo. Somos como la continuación de la orquesta que formaron él y mi papá”, sigue Bruno, el hermano del medio, que toca el clarinete.
Andrés, el mayor, es quien toca el piano y completa la introducción: “Cuando empecé a tocar algo, mi abuelo –fundador de la Orquesta Sinfónica de Avellaneda– empezó a pasarme temas, y arrancamos a tocarlos en cenas y almuerzos familiares. Así nació la orquesta, que ensayaba los sábados pero que no tenía el fin de tocar en algún lado más que en esas reuniones”, señala Andrés, sobre un pasado que se fue modificando con el tiempo. Que determinó un disco debut registrado en Alemania y un sucesor en Argentina, en vivo en el Auditorio de la AMIA, con la intervención de papá Leonardo en flauta y del contrabajista Ignacio Varchausky. Un disco atravesado por ritmos tradicionales como el freilaj, el vals y el sher, traspasados a un sonido actual, y con historias que lo dotan de un plus emotivo.
Historias vivas del abuelo Zeide, que nació en una aldea rusa llamada Beltz –de donde proviene buena parte de la música del disco– y que transmitió a su hijo y a sus nietos los temas que recordaba de cuando era chico. “La de los judíos de Europa oriental es toda una cultura en sí misma, y nosotros tuvimos la posibilidad de mamarla de las fuentes. Mi abuelo venía con el violín, nos decía ‘acá se toca así’, y arrancábamos”, evoca Andrés, también director y pianista del sexteto Vale Tango. “O la historia de la mandolina que mi tatarabuelo le enseñó a tocar a mi bisabuela, y ella a mi abuelo. Esa mandolina es la que mi abuelo trajo a Buenos Aires, y que nosotros usamos en los conciertos. Yo iba todos los lunes a la casa de Zeide –fallecido el año pasado– y agarraba la mandolina, que estaba guardada en los cajones de los sacos. Estaba medio descalibrada, pero la tocábamos igual. Mi abuelo había perdido velocidad, pero tenía un gusto que yo traté de copiar”, cuenta Matías.
Herencia Klezmer contó con el apoyo, además, del flamante INJU (Instituto de música judía) cuyo objetivo es promover la cultura musical de la colectividad a través de la grabación de discos, de la organización de conciertos y festivales, y del armado de un archivo de partituras de música tradicional judía; fue publicado por el sello independiente Sherbamate. “Todo empezó a tomar forma cuando le conté al productor alemán Stefan Winter que tenía una orquesta familiar de música judía, y que tenía algunas grabaciones, y el tipo alucinó. Me dijo ‘hay que hacer un disco con esto’. Y entonces empecé a grabar todo. Cada vez que hablaba mi abuelo, yo lo grababa”, cuenta Andrés, y el disco lo muestra en cada interludio donde, además de Zeide contando historias, aparece gente hablando, el trío tocando, una tía que se pone a cantar o ruidos de chicos jugando. “Tocar esta música es una reivindicación de todo aquello que fue lastimado brutalmente por las persecuciones”, sentencia Bruno.
“Si bien esta música nació en Europa Oriental, los judíos, al tener que escapar de Europa, se llevaron su música y en las fiestas seguían tocando”, continúa Matías. “La música de las fiestas judías es la misma que se tocaba en los pueblitos. Lo que hacemos no es algo puro de Europa; es el origen, sí, pero también el destino. No es casualidad que Andrés toque tango y se deje impregnar por él: somos parte de esta cultura judeoargentina, una flor de este hermoso árbol que es la Argentina y le dio lugar al pueblo judío”, dice, y se explaya sobre ciertas dualidades de la música klezmer que aparecen en el disco: “Es cierto que los temas parecen, a simple escucha, alegres y felices, pero cuando los tocás, al menos algunos te ponen mal, te deprimen. Teóricamente, el ‘Sher triste’, por ejemplo, es un tema para bailar, pero cuando lo tocás decís ‘hay algo que me está pegando, y no sé por qué’... es algo ambiguo, algo propio del judaísmo”. “Siempre hay alguna pena dando vueltas que tiene que ver con las realidades muy crudas que han tenido que vivir los judíos de la época de mi abuelo: pobreza extrema, muerte, migraciones, en fin”, tercia Bruno. “Por eso no es raro que del pueblo judío salgan muchos humoristas, como una forma reactiva a ese sufrimiento, a esa historia tan pesada. Digamos que lo alegre y lo triste están pegados, son como parte de lo mismo.”
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