Jue 19.11.2015
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MUSICA › LUCHO GUEDES PRESENTARá HOY SOY UNA TARADA, EN EL CCK

Entre el drama y la comedia

El compositor y guitarrista Lucho Guedes puso el acento en lo que se está contando y desafía la estructura clásica de la canción de autor. “Quise que cada voz tuviera una voz real distinta, que cada narrador o personaje fuera un cantante distinto”, explica.

› Por Sergio Sánchez

Un electricista aplaca sus tristezas ayudando a una murga de barrio. Un albañil sueña una vida mejor en el furgón de un tren. Una jubilada convive con una profunda soledad y espera reencontrarse con su esposo ya fallecido. Esas son algunas de las historias hiperrealistas que el compositor y guitarrista Lucho Guedes desarrolla, con la destreza de un cineasta o director teatral, en Soy una tarada, un disco doble “polifónico” que pone el acento en lo que se está contando y desafía la estructura clásica de la canción de autor. “Como autor, tengo una relación muy fuerte con la palabra escrita. Entonces, cuando canto, cuando interpreto, tiendo a desaparecer, a querer hacer muy pocos gestos y poner muy poco en la voz, porque intento que el texto se sostenga solo. Por eso no me considero un intérprete”, dice Guedes. “La idea que tenía era potenciar la polifonía que ya había ya en las canciones y darle un sostén sonoro, donde cada voz tuviera una voz real distinta, que cada narrador o personaje fuera un cantante distinto. Y que cada instrumentación y orquestación fuera detrás de cada relato; que no fuera una cosa única y estable en todo el disco.”

Por eso, Guedes convocó a una selección de cantantes a intérpretes que se comprometieron con cada relato y cada personaje: Liliana Herrero, Soledad Villamil, Lidia Borda, Jorge Fandermole, Juan Quintero, Edgardo Cardozo, Brian Chambouleyron, Nadia Larcher, María de los Angeles Ledesma y Lorena Rizzo. “¿Cuál fue el criterio que usé, por qué pensé en cada uno de ellos? Me parece que todos son más que cantantes. De hecho, Fander y Juan (Quintero) no son cantantes. Son gente muy consciente del laburo de intérprete; cuando eligen, su repertorio lo hacen de manera muy cuidada e inteligente y entendieron lo que yo necesitaba para un disco así. Cantar no es sólo impostar la voz, afinar y seguir la melodía, sino que tenés que apropiarte del texto, entenderlo y representarlo. Y que el oyente pueda ver en imágenes a los personajes del relato. Eso trasciende lo vocal: hay algo de la performance que es más literario y actoral. Todos cantaron desde su punto de vista. Cada uno, a su modo, hizo algo maravilloso.” Las canciones –que se podrán escuchar hoy a las 21 en La Ballena Azul del CCK, Sarmiento 151– son entendidas aquí como piezas literarias que transitan el drama y la comedia. “El disco es una conjunción de un montón de cosas combinadas, pero lo que está en primer plano es el relato. Quería generar texturas, espacios sonoros, para que el relato se desarrolle sin distracciones”, explica. Duran, en promedio, entre 6 y 8 minutos, y el desafío para el oyente es agudizar el oído y comprometerse con el pacto ficcional.

–Si bien no deja de ser un disco de canciones de autor, para que la parte narrativa funcionara, ¿tuvo que correrse de un primer plano?

–En cuanto a la parte exclusivamente literaria, la invisibilidad o la ausencia como autor siempre me resulta más cómoda. Pienso la escritura desde la perspectiva de la ficción. Y por más que muchas veces robe ideas de mi vida y haya personas que están construidos en base a mí, como son “Chapagne y pan dulce” o “El miedo y la vergüenza”, si saco esos detalles y los pongo en un relato es porque me parece que el texto es interesante. En la medida, claro, que logre escenificar cuestiones que no tienen que ver conmigo mismo sino con algunos arquetipos que me trascienden como persona, que tienen que ver con una clase social, una franja etaria, un conflicto determinado de una generación que un montón de gente comparte. Un personaje es interesante narrativamente en la medida que pone en escena cuestiones que son colectivas. Entonces, en ese momento, cuando el personaje forma parte de una narración ficcional, ya dejo de ser yo. Es un disco que si yo hubiera cantado o tocado todos los temas, habría perdido toda esa parte.

–¿Cree que hay un oyente preparado para escuchar un disco de este estilo? Porque requiere de mucha atención...

–Pienso en un oyente que se parece mucho a un lector, o alguien que va a ver una película o al teatro. Si tengo que encontrar una particularidad mía que me defina, quizás es la libertad que me doy para utilizar elementos de tradiciones distintas. En mis canciones hay mucho de los escritores de folklore, de tango, y también hay mucho de la literatura norteamericana del siglo pasado y los escritores argentinos de mi generación. Me influye mucho la literatura contemporánea. Entonces, lo que necesito es un oyente igualmente libre en ese sentido: para un oyente estandarizado, estas canciones no funcionan. Si alguien está esperando escuchar que las canciones sean folklóricas o tangueras en un sentido estándar, no les van a funcionar. El concepto de ficción y realismo es una experiencia muy intensa. Siempre son palabras. Entonces, se necesita una voluntad del lado del oyente, un pacto: sabemos que son palabras y que es ficción pero la gracia del arte narrativo es ésa.

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