MUSICA › EL GRUPO DE VIENTOS CIVENTI PRESENTA HOY DERECHO A LOS CAñOS
Con creatividad, el septeto adapta el sonido de trompetas, trombones, tuba y otros vientos a la estructura sonora del tango. “No le tememos al qué dirán, ni nos preocupamos por eso. Lo hacemos con mucho respeto y sin querer descubrir la pólvora”, sostienen.
› Por Andrés Valenzuela
¿Qué hace una tuba en una orquesta de tango? El grupo de vientos Civenti tiene la respuesta: oficia de contrabajo. Con trompetas, trombones, tuba y otros vientos, este septeto acaba de lanzar su primer disco: Derecho a los caños, que presentará esta noche a las 21.30 en Galpón B (Cochabamba 2536). Con creatividad, los músicos adaptan el sonido de los bronces a la estructura sonora del tango. Las trompetas cumplen el rol de los violines o –ingeniosa sordina mediante– de los bandoneones, la tuba cumple el papel del contrabajo o de los graves del piano y a pura energía se sostiene la base rítmica. Tres años de fogueo en bares, milongas y escenarios antes de esta primera placa. Tres años de experimentación y búsqueda musical. En entrevista con Página/12, el trompetista Sebastián di Pardo y el cantor Juan Manuel Vázquez recorren la formación de la banda y explican cómo es hacer un tango a la vez muy clásico y lejos de la ortodoxia.
–¿Cómo nació el proyecto?
J.M.V.: –Civenti tiene ya tres años de construcción. Al principio fue una formación para estudiar específicamente los bronces. Con el tiempo fue mutando, al tango, a la música rioplatense y esta es como la primera definición en un disco que tiene tango, milonga, milonga-candombe.
–¿Por qué se volcaron a ese lado?
S.d.P: –Fue consecuencia de algo que estábamos buscando sin saberlo. Hacíamos distintos estilos. Folklore, mucho jazz, música de películas: música para eventos. También tango, pero como parte de un popurrí. Cuando entra Juanma como cantante sentimos algo que no habíamos sentido con ningún otro estilo musical. Algo propio. Empezamos a investigar hacia ese lado por una cuestión anímica y también por resultado musical.
J.M.V: –También fue un desafío probar qué pasaba haciendo sonar un montón de clásicos en instrumentos como una trompeta, una tuba o un trombón, que les da un color completamente distinto.
–Musicalmente cada viento toma la función que tiene en una típica.
S.d.P.: –Tratamos, en cierto modo, de imitar lo que hace una orquesta típica. Cada instrumento tiene su rol, pero al ser un septeto, somos como bastante esquizofrénicos con lo que tocamos. De repente tocamos la melodía principal y al próximo compás estamos tocando el acompañamiento o el marcatto de la base rítmica.
–¿Ustedes tenían formación tanguera previa?
J.M.V.: –No, ninguno de nosotros.
S.d.P.: –Además son instrumentos difíciles de encontrar en el mundo del tango. A lo mejor tenés una trompeta en algún grupo. En la Filiberto hay bronces. Pero no es el mismo manejo que buscamos.
–Ustedes hacen un acercamiento rítmico. ¿Cómo fue esa búsqueda?
S.d.P.: –No tenemos ningún instrumento ni melódico ni armónico característico del tango. Somos nosotros los que armamos el marcatto, las melodías y hacemos que camine el tema en general. El desafío ahí fue una búsqueda constante, en cada ensayo, en cada arreglo, de que suene tango y poner nuestro granito de arena desde los bronces que es un mundo aparte para los instrumentos del tango.
J.M.V.: –También hubo colaboraciones de colegas. Un contrabajista que dijo “no, el contrabajo suena de esta manera”, ver cómo emular los arrastres, los marcattos, la yumba. Hacer yumba con una tuba lleva a una cosa nueva, que para un académico no existe.
S.d.P.: –Encontramos que tocábamos tango y nos empezó a escuchar la gente de las orquestas típicas, gente que está en la movida y sabe mucho. Nos decía que estaba bueno pero que faltaba barro, sangre, investigar un poco más dentro de su mundo para que suene tango con este lenguaje. Y creo que Derecho a los caños suena a tango. Encontramos eso dentro de nuestro lenguaje.
J.M.V.: –Estamos en un camino que nos convence, y abriendo el abanico con la incorporación de la percusión a la raíz afro del tango. No sólo de los ritmos como la milonga y el candombe, sino también la raíz musical.
–Ustedes no venían del palo tanguero. ¿Cómo se insertaron allí? ¿Tuvieron resistencia de los sectores más conservadores?
J.M.V.: –Creo que los dogmáticos son más tapados. Si no les gusta no lo van a decir directamente. Por el momento creo que no somos competencia para las orquestas y nos invitan con cariño. Por ejemplo La Vidú nos invitó muchas veces a participar de sus presentaciones.
S.d.P.: –Tratamos de romper barreras, no nos interesa ser “el grupo nuevo que hace tango con bronces”. Queremos investigar para nosotros mismos. Y el resultado dio esto que está bueno y abre el abanico para que la gente que toca bronces pueda probar hacer tango, que es nuestra música. A nosotros lo que anímicamente nos ha devuelto el hecho de tocar tango y milonga fue increíble.
–Como formación venían de probar otros géneros, ¿qué les quedó en el sonido de esos ritmos?
S.d.P.: –Todos trabajamos también en otras bandas de otros estilos musicales. Tal vez cosas del jazz o el soul sirven a la hora de meter algunos fraseos, o marcattos o técnicas extendidas que suman al resultado del grupo. Lo que hicimos antes en Civenti marcó un buen cimiento.
J.M.V.: –Igual creo que lo que marcó el antes fue la inconsciencia. En dónde uno se mete y decide probar. Seguimos con esa inconciencia, no le tememos al qué dirán, ni nos preocupamos por eso. Lo hacemos con mucho respeto y sin querer descubrir la pólvora.
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